Como ya lo sabía la gente, como ya avizoraban los integrantes del equipo de Cuauhtémoc Cárdenas desde antes del 5 de diciembre, las autoridades capitalinas, encabezadas por Oscar Espinosa, dejaban al irse una cauda de deshonestidades, corruptelas e ineficacias.
A fines del año pasado, todos lo veíamos venir: después de 70 años de gobiernos capitalinos designados, después de siete décadas de gobierno de un solo partido comprometido únicamente con dos finalidades: el enriquecimiento personal y el agrado y complacencia del huésped de Palacio Nacional, un nuevo gobierno, popular, electo directamente y comprometido con el pueblo tendría que empezar al menos de cero, a partir de nada y remontar atrasos, deudas y errores acumulados.
La administración de Cárdenas, en los poco más de 60 días de gobierno, ha demostrado que a pesar del campo minado que le dejaron a su retirada sus rivales, ha sabido manejar la situación y demuestra ya algunos resultados que serán más numerosos y visibles al paso de los meses.
Un ejemplo de los actos del nuevo gobierno lo constituyó el alza del 18 por ciento a los salarios de los trabajadores al servicio de la administración del Distrito Federal. Con él, el gobierno capitalino demostró en la práctica que está dispuesto a cumplir lo ofrecido en campaña; contra el deterioro del salario, un aumento significativo que globalmente repercutirá en beneficio de la reactivación de la economía capitalina en general.
Demostró que a pesar de la deuda a pagar a corto plazo, que es enorme, y a pesar del costo de las obras necesarias, está primero la mejoría de los que menos tienen.
Este aumento no es casual ni coyuntural, corresponde a una concepción del Estado como rector y corrector de la economía y demuestra una intención contraria al sistema neoliberal que tantas injusticias y desigualdades ha motivado al hacer recaer la carga del ``desarrollo'' sobre los hombros de quienes menos tienen.
El gobierno que encabeza el ingeniero Cárdenas ha demostrado también su intención de cambiar a fondo los criterios de gobierno; el simple hecho de reducir el gasto suntuario de la administración, el de implantar la honradez como norma y suprimir las actitudes prepotentes y alejadas del pueblo, es muestra clara de una voluntad de cambio y de una nueva forma de afrontar los problemas.
Cárdenas ha seguido una doble línea en este breve lapso que lleva en el gobierno: por un lado revisar y auditar lo que le dejaron su predecesores para partir de nuevas y sólidas bases, sin engaños y sin trampas y con la firme intención, como dijo el señor procurador Samuel del Villar, de no dejar impunes a los que hayan cometido ilícitos; y por la otra, construir de abajo hacia arriba y con apoyo del pueblo la nueva ciudad.
Resalta el contraste entre los secretarios de Estado huyendo asustados en Querétaro y la presencia de ánimo de Cárdenas ante los indignados integrantes del Sindicato de Ruta 100, a quienes encara personalmente, a pesar de su beligerancia, y con quienes dialoga en busca de solución a sus problemas.
La actitud tradicional era dejar que hablaran la fuerza, los escudos de los granaderos y los garrotes cuando los manifestantes se exaltaban demasiado o se pasaban de la raya; la nueva forma ha sido enfrentar los problemas, hablar con los que se manifiestan y buscar soluciones a fondo, sin dar largas ni simular con paliativos.