De la Fuente: buscamos restaurar la confianza en Chiapas, no dividir
Elena Gallegos /I Ť ``¡Ni condicionamientos ni imposiciones!'' Esos son los imperativos de los programas de ayuda humanitaria en Chiapas. Se debe tener buen cuidado que así sea, porque de lo contrario podrían derivar en acciones de corte político y hasta clientelar, desprende de su experiencia en ese estado el secretario de Salud, Juan Ramón de la Fuente.
Considera que dadas las circunstancias que persisten ahí, debe evitarse también que las tareas oficiales incidan en el ahondamiento de las divisiones en las comunidades.
A partir de su formación universitaria -en la investigación y en la academia-, el funcionario describe, sopesando cada una de sus palabras, las condiciones de pobreza, pero sobre todo de miedo, que encontró en los campamentos de desplazados y externa su creencia de que, en Chiapas, todavía existe lugar para la conciliacion. En este punto aclara que el conflicto aun ``lo podemos y lo debemos resolver los mexicanos''.
Fue el 9 de enero pasado, durante la celebración del Día de la Enfermera, cuando el presidente Zedillo hizo pública su decisión de que el secretario de Salud se encargara personalmente de llevar ayuda humanitaria a las comunidades del municipio de Chenalhó, Chiapas, especialmente a los desplazados (en Chenalhó, Pantelhó, San Cristóbal de las Casas y Tuxtla Gutiérrez se calcula que hay entre 5 y 7 mil personas que han tenido que dejar su hogar).
Un día después y luego de la presentación del programa de la Ssa para 1998, acompañado de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Mireille Roccatti, de miembros de la Cocopa y de un buen número de funcionarios de alto nivel, De la Fuente viajó a Chiapas.
-¿Qué encontró?
-Encontré en primer lugar un ambiente de gran pobreza, pero también de tensión... de miedo. Este se reflejaba en los rostros y en los movimientos de la gente. Fue tan fuerte el impacto que entre quienes me acompañaban se hizo el silencio.
``Fue en este clima de gran tensión en el que de lleno nos confrontamos con las enormes necesidades que desde hace tiempo se padecen en general en esa zona. Pero los campamentos de desplazados son otra cosa''.
Inadmisible, pero cierta, la realidad de miseria y terror
Cuenta entonces: ``la llegada a Xoyep fue la más impactante. Hay que caminar 40 minutos por una vereda que parece no conducir a ninguna parte, hasta que llega uno al campamento y surge el choque con esa realidad inadmisible pero cierta''.
-¿Qué tan doloroso fue toparse con ese otro rostro de México?
-Yo he podido ver en muchas ocasiones el rostro a la pobreza, pero aquí había un elemento adicional. No era nada más esa condición de marginación y miseria que siempre nos sacude cuando la vemos ahí, en el lugar en el que se da, era también la sensación de que esas personas, a pesar y además de estar viviendo en esas condiciones, habían salido de sus comunidades verdaderamente con miedo, ¡aterradas!
Insiste: ``la pobreza extrema siempre sacude, pero quizás la reacción no es tan intensa cuando ésta convive con el miedo''.
-¿En qué condiciones comenzó su tarea?
-Los primeros contactos con esas comunidades fueron muy difíciles, de una gran desconfianza. Después de esas reacciones iniciales ¿qué ha pasado en los días subsecuentes?, que los hechos y las actitudes han ido permitiendo que, poco a poco, la confianza y la credibilidad se restauren.
-En este panorama ¿hay todavía lugar para la conciliación?
-Sí, yo creo que sí, y lo creo porque algo que he podido experimentar es que después de un primer encuentro difícil, hostil, lleno de desconfianza y de suspicacias, como era de esperarse, en los días subsecuentes y de manera gradual se fue restituyendo la confianza.
¿Cómo? -se pregunta él mismo- En primer lugar, con base en mantener nosotros, en todo momento, una actitud muy respetuosa, muy cuidadosa. De ninguna manera se trató de imponer una ayuda aun cuando fuese humanitaria. Creo que sería contradictorio querer llevar un programa de auxilio humanitario y llevarlo a la fuerza ¿no?''.
-¿Sin imponer ni condicionar?
-¡Ni imponer, ni condicionar! En efecto, porque de otra suerte el programa deja de ser humanitario y se convierte en un programa de corte político y, en un momento dado, ¡hasta clientelar!, ¿verdad?
Por eso ``nosotros nos fijamos desde el principio que el programa no podía excluir a nadie ni caer en un esquema de intermediarismo que lo desvirtuara''.
Continúa: ``¿qué pasó después de los primeros encuentros? Comenzamos a responder con hechos a los requerimientos que observábamos. Algunos padres de niños muy enfermos accedieron a que los trasladáramos a hospitales, y como aquí no se trataba de `te vamos a ayudar a cambio de algo', y quedaba claro el que `tú no tienes que claudicar a tu ideología o a tu militancia', después de las primeras experiencias recíprocas se empezó a dar un cambio de actitud.
De la Fuente, uno de los tres miembros del gabinete que han señalado públicamente no tener militancia partidista (los otros son la secretaria Julia Carabias y el procurador Jorge Madrazo) no quiere terminar el punto sin hacer una reflexión:
``Yo creo que si extrapolamos ésto a todas las partes que están en conflicto y desde luego con buena voluntad, con compromisos claros, explícitos, debidamente acordados, existe la posibilidad de restablecer la credibilidad y la confianza, que son elementos fundamentales para la solución de fondo''.
Por eso, repite: ``sí, sí hay lugar para la conciliación, pero habría que trabajar con éstas y otras características de cuidado, de respeto, de no pretender restaurar de un día para otro los elementos fundamentales para que el diálogo pueda ser productivo. Mi experiencia en estas últimas semanas me hace pensar que sí podemos llegar a una solución de fondo y a la conciliación''.
-¿Qué opinión le merecen los reclamos indígenas?
-Habría que distinguir dos tipos de reclamos en general: los que son más espontáneos, naturales, que me parecen absolutamente atendibles todos ellos, y los que también escuchamos por parte de los líderes y que ya traen elementos mucho más estructurados.
``Creo que los reclamos más genuinos son inobjetables. La gente quiere, con justa razón, que se respeten sus tierras, quiere trabajo, servicios básicos, pero sobre todo quiere vivir en paz y que se haga justicia. Todos ellos son legítimos y no tendrían ninguna objeción o cuestionamiento.
``Los reclamos que hacen algunos líderes contienen ya ingredientes de carácter político que uno debe escuchar en el contexto de lo que ha sucedido en la región en los últimos años y en particular de lo que sucedió en Acteal, y creo que son los que deben llegar a la mesa del diálogo político, que ha empezado a retomar el secretario de Gobernación, para dirimirse ahí''.
Enseguida desmenuza cómo se explicó a la gente que -inpendientemente de que se reconocía y entendía que existen otros planteamientos que configuraban el contexto de la situación-, el objetivo del programa de ayuda humanitaria era hacer llegar ese auxilio lo más pronto posible a todos los desplazados y, más allá de esto, la interacción permitiría lograr cierta distensión en las comunidades. ``Esto lo entendieron muy bien la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Cocopa, y gracias a todo ello el programa no ha sido objetado como tal''.
Considera que gracias a la convocatoria que se hizo con la CNDH, la propia Cruz Roja y varias organizaciones sociales nacionales que llevan algún tiempo trabajando en esas localidades y que están ``genuinamente interesadas en su bienestar y en su salud'', en las comunidades en las que la ayuda oficial tan directa no ha sido aceptada -fundamentalmente Acteal y Polhó-, se ha actuado con flexibilidad para que las resistencias y objeciones no sean un impedimento total para que la ayuda llegue.
``Esto ha llegado a distender un poco -lo remarca- las cosas aun en aquellas comunidades en las que por una posición política, y esto hay que entenderlo también como parte del contexto, se dice que no se acepta la ayuda del gobierno''.
-¿Ustedes respetan esa decisión?
-La hemos respetado en todos los casos y hemos procurado que la ayuda llegue por los mecanismos aceptados por las comunidades, por medio de esas otras organizaciones ¡nacionales! que están trabajando de manera coordinada y respetuosa con las instituciones del sector salud.
Vuelve él mismo al énfasis puesto en las organizaciones nacionales: ``esto sí lo preciso porque estoy convencido que este es un problema que debemos y podemos resolver los mexicanos''.
-Pese a todo, pese a Acteal ¿entonces usted cree que aún podemos conciliar sin que nos vengan a echar la mano?
-La capacidad y la posibilidad están ahí. Es real. Esto por un lado y, por el otro, la verdad es que la historia nos muestra que cada vez que hemos recurrido al extranjero para que nos resuelvan nuestros problemas, el saldo ha sido muy desfavorable para México.
Aquí aclara: ``sobre todo volvería al primer punto. Creo que existe el genuino deseo de las partes de encontrar una solución. Está la voluntad, las instituciones y los mecanismos que hemos ido labrando y generando, algunos desde hace muchísimos años, como son las instituciones del sector salud. Otros más recientes en función de lo que ha ocurrido ahí en los últimos años''.
-¿Se ha cuidado que esa ayuda no incida en el ahondamiento de los enconos y las divisiones?
-¡Eso se ha cuidado! Algo que puedo decirle que no ha ocurrido y no debe ocurrir es que un programa que pretende resolver un conflicto genere otro. ¡Eso no! Pero el riesgo es muy alto en estas condiciones porque hay muchas sensibilidades, muchos intereses, porque el ambiente, sobre todo al principio y ahora en algunas comunidades, todavía es tenso. Yo no creo que podamos hablar de una distensión total en Chenalhó''.
Por todo ello ``tiene uno que ser muy cuidadoso para que un programa bien intencionado no genere, en el camino, nuevos problemas. Por eso hemos procurado ser muy parejos y no excluir a nadie: ni a zapatistas ni a nadie. No hay entonces diferencias ni étnicas ni religiosas ni partidistas ni políticas.
``Insisto, aquí no bastan las buenas intenciones, hay que tener mucha sensibilidad y mucho cuidado en los hechos''.