Horacio Flores de la Peña
Davos y México

Efectivamente, con los viajes presidenciales no gana uno para vergüenzas. El complejo de inferioridad de los gobiernos débiles e ineptos ha hecho que los presidentes de México busquen en el extranjero un apoyo y aceptación que aquí no tienen. Salen como si fueran a conquistar al mundo dando lecciones de economía y buen gobierno que evidencian lo pequeño que son. En el neoliberalismo, nuestros presidentes ya no hicieron viajes de Estado, decidieron que era mejor salir como vendedores ambulantes, y, desde luego, que este papel se adapta mejor a su personalidad.

Como los reyes de la antigüedad, los presidentes de México van con medio gabinete y los acompaña siempre la parte más oscura de la iniciativa privada mexicana, a demostrar que sigue estando privada de iniciativa y va a buscar socios que puedan hacer en México lo que su ineptitud les impide. El Presidente presenta un discurso superficial sobre el México que él ve y no la realidad que todos conocen, lo que le gana un aplauso tibio y una o dos preguntas para salir del paso. En el fondo a nadie le interesa lo que tenga que decir, pero la cuerda le dura a la comitiva para que durante dos días se reúna con quienes quieran escucharlos. Por experiencia sé que no son entrevistas solicitadas por los asistentes extranjeros sino ofrecidas, a veces en forma suplicante, por los funcionarios mexicanos.

En estas reuniones, va poca gente del sector empresarial con capacidad ejecutiva, más bien son empleados altos y medios a los que se les ofrece el viaje a Davos como recompensa a sus buenos servicios. A la delegación mexicana parece que sí le fue bien, pero en la compra de chocolates que podrían servir para endulzar un poco la miseria de los indios de Chiapas; ahora, que si es serio puede ser un programa bueno que nunca se les ocurrió a los empresarios mexicanos que, desde hace tiempo, se han convertido en simples traficantes del odio. Por otro lado, el seguro total que el gobierno otorgó a los negociantes suizos, es uno de los capítulos más tristes de nuestra política exterior. En todo caso que también ofrezca ese tratamiento a los mexicanos pero éstos, aun siendo empresarios, los tratan como ciudadanos de segunda.

Cuando se trataron los problemas importantes que sí nos interesan, la enorme comitiva presidencial estaba, como ya es costumbre, en forma desordenada e imitando la enorme propensión al ripio de su jefe, hablando con todo el que los quería escuchar y ``vendiendo'' a los periodistas la idea de que el Presidente había tenido gran éxito, ¿en qué? quién sabe, nunca lo dijeron. Y como son difíciles de entender los discursos en inglés del Presidente, aunque también lo que dice en español porque no es un problema de idioma sino de contenido, nos quedamos sin saber de qué se trata. Debemos reconocer que el único que sacó una ovación general y prolongada fue el vicepremier chino cuando aseguró que ellos no tenían porqué devaluar su moneda y esto es lo único que les interesaba a los que se reunieron en Davos, porque con la devaluación china hubiéramos entrado de lleno en una recesión global.

El Presidente defendió, con toda lealtad, al FMI y a su director y sus políticas aplicadas en Asia ¡faltaba más!, que como dice Jeffrey Sachs, ``en la acción del Fondo el remedio fue peor que la enfermedad y va a transformar un simple pánico bancario en una recesión devastadora''. En el caso de Asia, la crisis bancaria la generó el gasto explosivo del sector privado apoyado en crédito amplio y barato. Al no darse las expectativas de inversión, éstos quebraron y los bancos también. El gasto público tuvo poco que ver con ello. Fue igual que en México en 1994, una crisis manejada con singular torpeza, bancos insolventes con deudores insolventes: esto no es nuevo, es igual que en Chile en los 80, pero Pinochet salió mejor librado. Claro que produjo una gran deflación con una reducción del 14 por ciento del PIB, pero dejó medidas de defensa contra el capital especulativo que, aún hoy, mantuvieron a Chile a salvo de los pánicos financieros. No me explico porqué, si Pinochet es el economista favorito de los yuppies mexicanos, no le siguieron los pasos, o de plano le piden consejo o de perdida leen el libro El ladrillo de Sergio de Castro, ministro de Finanzas de la dictadura, pero que por pasarse de vivo, como nuestro ministro efímero, también tuvieron que correrlo.

Si la deflación es de gran magnitud, ésta sí puede afectarnos en la medida en que deprima a la economía norteamericana porque hoy, como siempre, las crisis económicas se transmiten por medio de fluctuaciones graves en el comercio exterior de cada país, y según el grado de dependencia que tenga la economía de las exportaciones e importaciones. En nuestro caso somos una economía abierta y la única defensa que nos dejaron fue jugar con el tipo de cambio. Así que éste nunca podrá ser estable. Son malos tiempos para México, la selección de futbol es un desastre y el equipo de gobierno no está mejor. Como decía mi abuelita ``ya no hay moral''.

P.D. Tanto el PRD como el PAN defendieron a Labastida del ataque bellaco de Moon. Pero faltó el PRI, qué, ¿lo consideran culpable?, o bien ¿aún no se han enterado?