Arnoldo Kraus
Salud: de la verdad a la condena

Hay que saludar las últimas declaraciones de la Secretaría de Salud (Ssa): decir verdades desde el gobierno es un fenómeno poco común. Y si la verdad conlleva además denuncia y crítica, hereje, traicionero o deshonesto podrían ser algunos de los motes de los funcionarios que pretenden hacer de la certidumbre razón.

El desglose, años después, de innumerables discursos gubernamentales y sus magros resultados, confirman que las mentiras son instrumento añejo y común. El problema es que gobernar con la palabra no equivale a desmentir la realidad.

Al referirse a un colega suyo, Jorge Luis Borges escribió: ``José Bianco es uno de los primeros escritores argentinos y uno de los menos famosos. La explicación es fácil. Bianco no cuidó su fama, esa ruidosa cosa que Shakespeare equiparó a una burbuja y que ahora comparten las marcas de cigarrillos y los políticos''. En México tenemos muchos políticos famosos. Y en el otro México hay muchos ataúdes con niños pequeños cuya acta de defunción atribuye la muerte a diarrea o a enfermedades respiratorias. Y lo que es peor: fácilmente curables o prevenibles.

Rescato y reconstruyo el siguiente escenario a partir de la información contenida en el Programa de Atención a la Salud del Niño de la Secretaría de Salud. Los antecedentes son desnutrición y la lerda actitud de las madres, cuya penosa subsistencia o miseria las ha hecho incapaces de reconocer a tiempo las enfermedades en sus vástagos. Hay incluso quien piensa que estas muertes injustificadas se relacionan con esa práctica tan común y tan ferozmente denostada que es la eutanasia social.

Las deficiencias previas las multiplican geométricamente médicos mal preparados, incapaces de atender problemas tan comunes como diarreas o enfermedades respiratorias. Asimismo, 60 por ciento de los decesos había recibido previamente atención médica. Impacta por igual el hecho de que sólo uno de cada tres doctores tenía conocimientos suficientes para tratar padecimientos tan elementales.

Datos no contenidos en el documento hacen irrespirable la realidad: un buen porcentaje de los males gastrointestinales y respiratorios es autolimitado, es decir, cura por sí solo. O lo que es lo mismo: para que la enfermedad mate, se requiere, en algunos casos, equivocar el diagnóstico y recetar inadecuadamente.

Además, es menester congregar pobreza e incultura para que las bacterias produzcan la muerte. En salud, el horror de la miseria es antesala de fallecimientos injustificados. Si bien el promedio educacional de nuestros galenos es lastimoso, sería injusto culparlos, y por extensión a la Ssa, de esos decesos inexplicables.

Morir a tempranas edades por dia- rreas o enfermedades pulmonares engloba olvidos universales. Hay que ir más allá. Hay que evitar la mentira. Hay que dejar de inventar. Hay que cuestionar las estadísticas cuando vindican su calidad por medio de cifras que contienen tantos números como mentiras.

La enfermedad no se deja engañar y los ojos de los médicos alejados de la política no son ciegos.

¿Cuántos casos observamos cada día, cada semana, cada mes, de enfermos que aseveran que en muchos centros hospitalarios ni siquiera los revisan? ¿Cuántas veces hemos oído que el desabasto de medicamentos ha alcanzado proporciones inimaginables? ¿Cuántas veces he invitado, utilizando estas páginas, sin obtener respuesta, a altos funcionarios de la Secretaría de Hacienda para que constaten la cruda verdad encerrada en el binomio enfermedad-pobreza?

Las estadísticas y los números son de papel. Quedan en los libros y en los recuadros que ensalzan la fama de los políticos hacedores de panfletos. En cambio, las diarreas y las neumonías seguirán burlándose de las mágicas y no curativas cifras. La muerte es más certera que los discursos. No hay duda de que Bukowsky tenía razón cuando decía que ``la fama es la peor puta de todas''.

Saludo nuevamente la información proporcionada por la Secretaría de Salud. Acercar la verdad es abrir puertas a la razón y a la construcción. La incultura de las madres, los médicos mal preparados, la agresividad de ``enfermedades pequeñas'' que devienen muerte, requieren respuestas urgentes.

El escenario se demarca por sí solo: pobreza, educación inadecuada, servicios médicos ineficientes y desnutrición son los protagonistas principales. Juntos encierran a 40 millones de connacionales.

El guión y dirección provienen, desde siempre, del poder. ¿Tenemos derecho a exigirle al gobierno respuestas para que aclare cómo subsanará tantas heridas abiertas?