Jaime Martínez Veloz
Colosio y el PRI frente a Chiapas

A más de cuatro años de iniciado el conflicto en Chiapas, es conveniente recordar lo que decía Luis Donaldo Colosio Murrieta, entonces candidato priísta a la Presidencia, con relación al mismo: ``...los priístas debemos reflexionar; como partido de la estabilidad y la justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos sensibles a los grandes reclamos de nuestras comunidades, que no estuvimos al lado de ellos en sus aspiraciones; que no estuvimos a la altura del compromiso que ellos esperaban de nosotros. Tenemos que asumir esta autocrítica y romper con las prácticas que nos hicieron una organización rígida, superar las actitudes que debilitan nuestra capacidad de innovación y cambio''.

Este era el punto de partida que debía reorientar, en aquel entonces, la actitud del PRI hacia el conflicto. La aparición del EZLN y su tremendo llamado de atención sobre la situación en la que viven los pueblos indígenas de Chiapas y del resto del país, brindaba un magnífico espacio para saldar los grandes pendientes históricos que hay con la población de aquel estado.

Historiadores, analistas e incluso un buen número de funcionarios públicos han insistido: en aquella entidad la Revolución Mexicana nunca pasó. Chiapas es una ínsula en donde muchas leyes federales acerca del trabajo, el derecho a la salud, a la vivienda y a la educación, no se aplican.

Los no tan sutiles constitucionalistas que se oponen a las enmiendas legales derivadas de los acuerdos de San Andrés no deben olvidar todo esto, y aún más: la impunidad, el asesinato y la falta de expectativas como parte del escenario cotidiano de la entidad. ¿Cómo hablar del restablecimiento del Estado de derecho cuando en la realidad nunca ha existido en la entidad sureña?

Desde lo dicho por Colosio ha pasado no sólo tiempo sino mucha desmemoria entre nosotros los priístas para no recoger lo que en su momento, y puntualmente, señaló.

En contrapartida a lo dicho por Colosio, vamos a la zaga de los acontecimientos, siempre a la espera de los pronunciamientos del Ejecutivo y apresurándonos a defender las acciones de gobernantes y funcionarios a partir del hecho de ser compañeros de partido. Por defenderlos, incluso en posiciones indefendibles, su descrédito nos ha arrastrado.

No le sirve al PRI esta actitud. Los mejores vigilantes de lo que hacen nuestros militantes en cargos de responsabilidad pública debemos ser nosotros mismos. Nuestro papel no está en defenderlos; que su trabajo los defienda. Nuestra tarea es exigir que cumplan sus promesas de campaña, su compromiso con la sociedad y las reglas básicas de nuestra organización. Y en esta actitud vigilante debemos situarnos a la vanguardia.

Deslindarse después de los hechos, como en el caso de Acteal, negar evidencias y con ello cerrar la puerta a la autocrítica ha sido, por desgracia, nuestra condición general y recurrente.

¿Por qué esperar a que el Ejecutivo marque el camino a seguir? Esta actitud ha debilitado al partido y al Presidente. Es fundamental entender que nunca como ahora el gobierno federal tiene sus obligaciones y compromisos; nosotros, como institución política, tenemos los nuestros. Durante la Asamblea XVII tomamos decisiones y posiciones de avanzada, comprometiéndonos a luchar en favor de una paz digna y justa, y a buscar un marco legal e institucional favorable a los pueblos indígenas. Debemos ser congruentes con esos compromisos, contraídos ante representantes de todos los militantes del partido.

Pero si el partido a nivel nacional se ha movido atrás de los acontecimientos, debemos reconocer que algunos priístas de Chiapas sí han actuado con rapidez. Se han convertido en los mejores aliados de las peores causas. Varios de ellos han señalado como vía de solución el que los ``no chiapanecos'' saquen las manos del estado, porque en él se deben manejar los asuntos como si se tratara de su cosa nostra.

Finalmente, en esta hora de parálisis, es bueno recordar el llamado que nuestro malogrado candidato a la Presidencia: ``Recuperemos nuestra iniciativa, nuestra fuerza para representar las mejores causas, para ofrecer caminos de paz, para responder ante las injusticias. Recuperemos estos valores, hagámoslo en esta campaña, empecemos por afirmar nuestra identidad, nuestro orgullo militante, y afirmemos nuestra independencia del gobierno''.

Después de esta propuesta, es válido preguntar si los priístas hemos hecho de la desmemoria una causa.