Raúl Ross Pineda *
El voto de los mexicanos en el extranjero /I

Una delegación de mexicanos residentes en Estados Unidos se reunirá el próximo 20 de febrero con el consejero presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg, para intercambiar ideas acerca de la reglamentación del voto de los mexicanos en el extranjero de cara a las elecciones presidenciales del año 2000.

La delegación está integrada por una treintena de dirigentes comunitarios mexicanos, trabajadores académicos y de medios de difusión procedentes de California, Texas, Illinois e Iowa; la mayoría de ellos, vinculados a campañas en favor del voto de los connacionales en el extranjero.

El voto desde fuera del país es una antigua exigencia de los mexicanos que residen en Estados Unidos. Esta demanda se remonta hasta los años 20, aunque fue sólo a partir de la campaña electoral presidencial mexicana de 1988, cuando empieza a tener eco en los medios de difusión mexicanos.

El voto para los mexicanos en el extranjero es una demanda muy sentida en Estados Unidos, y allá es apoyada por simpatizantes de todos los partidos políticos mexicanos. Nunca fue, como se pretendió presentar, una ``estrategia de la oposición'' para avergonzar al gobierno mexicano en aquella nación.

La popularidad de la demanda y la pluralidad de los demandantes quedaron demostradas en las elecciones paralelas que grupos de ciudadanos realizaron de manera simultánea a las elecciones presidenciales mexicanas de 1994. No obstante lo simbólico y los reducidos recursos con que contaron, estos comicios atrajeron a miles de participantes que repartieron sus votos entre todos los partidos registrados.

Algo que fue percibido como una especie de subproducto de la campaña por el voto, fue la reforma constitucional para la ``no pérdida de la nacionalidad mexicana'', como oficialmente se le designa, o ``doble nacionalidad'', como popularmente se le conoce. Lo cierto es que la doble nacionalidad y el voto en el extranjero, son asuntos totalmente diferentes con beneficiarios potenciales distintos. Habría que aclarar que mientras la primera fue iniciativa impulsada desde el Estado, la segunda es demanda de la sociedad civil.

Conviene tener muy claro lo anterior, porque parte de las suspicacias que existen contra el voto en el extranjero se deben a la confusión que existe entre ``nacionalidad'' y ``ciudadanía'' mexicanas. Explicar la distinción que la Constitución mexicana hace de ambas nociones podría ser material para un tratado completo, pero si fuera útil la más breve, ésta sería: a la ``nacionalidad'' corresponden los derechos económicos y sociales, por ejemplo, al empleo y a la propiedad en costas y fronteras; mientras que a la ``ciudadanía'' corresponden los derechos políticos, por ejemplo, a votar y ser votado.

Los mexicanos en el extranjero no están reclamando derechos a la propiedad ni al empleo, porque la falta de ellos es el motivo original de su emigración. Que ahora se les reconozcan tales derechos, así sea en la Constitución, no creará en México ni los empleos ni recursos necesarios para que puedan comprarse propiedades playeras.

La doble nacionalidad es, en el fondo, un coqueteo del gobierno mexicano con dedicatoria especial a los ciudadanos estadunidenses de origen mexicano, con la esperanza de que algún día regresen a México a gastar sus ahorros en dólares. Oficialmente se esgrimen otros argumentos pero éstos son meramente utilitarios.

A diferencia del concepto de doble nacionalidad, que atribuye derechos a los mexicanos de nacimiento que se naturalizan en el extranjero, el derecho al voto desde otro país sólo alcanzaría a los ciudadanos mexicanos que, aunque residan fuera de México, no han adoptado ciudadanía distinta a la original.

Con ese voto no se pondría en riesgo la soberanía nacional, como algunos quieren hacer creer. Quienes están peleando por el derecho a votar, no están proponiendo que voten en México los mexicanos que hayan adoptado una ciudadanía extranjera. Existe acuerdo en que se mantenga intacta la pureza de la patria. Con la modificación del artículo 36 de la Constitución, referente al voto, el mensaje para los mexicanos en el extranjero fue que este asunto había quedado resuelto y que ya sólo restaba prepararse para votar en el 2000. Pues bien, ello no está tan claro para todos. Esa es una de las muchas razones por las cuales la delegación viene al Instituto Federal Electoral.

*Director de asuntos mexicanos del Comité de Servicio de los Amigos Americanos en Chicago.