En 1993, El Banco Mundial (BM) publicó el trabajo The East Asian Miracle. Economic Growth and Public Policy, consagrado a analizar el proceso de desarrollo económico rápido y equitativo de ocho economías de Asia: Japón, Hong Kong, Corea del Sur, Singapur, Taiwan, Indonesia, Malasia y Tailandia. En particular, en este estudio al banco le interesó estudiar el papel que los gobiernos de estos países han desempeñado en el éxito de estas economías.
La preocupación del BM por esta investigación se derivó de la difusión de los trabajos de muchos economistas que concluían que en el rápido crecimiento económico de esos países los gobiernos desempeñaron un papel fundamental. En particular, estas interpretaciones sostuvieron que los Estados de esos países guiaron al mercado en aspectos críticos, destacando que, sistemáticamente, los mercados por sí mismos son incapaces de conducir la inversión hacia los sectores que están en condiciones de generar el máximo crecimiento económico global. Una de estas investigaciones, la de Alice Amsden, Asia's Next Giant: South Korea and Late Industrialization (1989) sostuvo que un elemento clave en el proceso de crecimiento industrial de este país fue la intervención gubernamental que mantuvo los precios ``equivocados''. En otras palabras, los precios que sirvieron de guía para tomar decisiones de inversión no fueron los del mercado, sino otro sistema de precios en el cual la protección ante la competencia externa y el subsidio a través de diversos mecanismos desempeñaron un papel fundamental para generar precios distorsionados con respecto a los del mercado.
Esta interpretación es diametralmente opuesta a la convencional del desarrollo económico de Asia, en el sentido de que sus factores determinantes fueron la estabilidad macroeconómica y la definición de un marco legal confiable, elementos que promovieron tanto la inversión interna como la externa. En esta visión se destacaba el papel clave desempeñado por la apertura hacia el comercio mundial y la ausencia de controles de precios y de otras políticas distorsionadoras. En suma, según esta visión, el único papel relevante desempeñado por el Estado en el desarrollo económico de esta región del mundo fue la inversión en capital humano, que le permitió a estas economías disponer de la fuerza de trabajo calificada que requiere la economía moderna.
Los hechos empíricos hacían difícil defender esta interpretación más convencional, dado que el Estado de los países asiáticos no redujo su participación a la generación de un sistema educativo eficiente para el crecimiento pero, por otra parte, de ninguna manera el Banco estaba ni está dispuesto a aceptar que no siempre la intervención estatal en la economía es perniciosa para el crecimiento económico. De ahí que en el estudio consagrado a la economía de los ocho países mencionados sostenga que, aunque hubo intervención estatal fuerte en las economías de algunos de ellos, en lo gobal las políticas de los gobiernos fueron ``amigables hacia el mercado''. Con esta expresión se está afirmando que los instrumentos de política económica aplicados se enmarcaron en el sistema de señales proporcionado por el mercado, y no lo distorsionaron. En definitiva, se trató de una intervención respetuosa del mercado. Con ello, en último término, el Banco Mundial pretendía concluir que las políticas públicas que violentan el mercado no pueden ser exitosas en términos de crecimiento.
A raíz de la crisis económica que durante los últimos meses ha afectado a las economías de Asia, los economistas de derecha y las agencias financieras internacionales han abandonado en forma descarada sus interpretaciones previas sobre el desarrollo económico de estos países. Ahora se sostiene que la causa fundamental de los problemas que las aquejan está en que sus gobiernos son excesivamente intervencionistas, que los instrumentos de política económica no respetaron las señales del mercado. En conclusión, mientras que hasta hace poco se señalaba que las economías latinoamericanas debían seguir el ejemplo de las de Asia, abriéndose hacia el exterior y dejando operar al mercado, privatizando el sector estatal y desregulando la economía, ahora nuestras pobres economías son presentadas como ejemplos de reforma estructural para los países de Asia.