Tanquetas, vehículos anfibios y blindados con torretas artilladas
Hermann Bellinghausen, enviado, La Realidad, Chis., 13 de febrero Ť Ayer y hoy se registró un intenso movimiento de vehículos militares de características hasta ahora no vistas aquí, entre Las Margaritas y el río Euseba. Esta tarde atravesaron La
Realidad cuatro tanquetas de artillería grande, así como vehículos anfibios, mientras que ayer ingresaron a la Selva Lacandona, procedentes de Las Margaritas, 40 nuevos vehículos: tanques antimotines, tanquetas, equipos de intercepción de radiocomunicaciones y vehículos blindados con torretas artilladas.
También hoy, una incursión en helicóptero de Televisión Azteca a La Realidad dejó dos personas heridas y la escuela destruida, además de un gran sobresalto en la población, que este mediodía suspendió sus actividades al ver descender el aparato en el centro del poblado, sin autorización de la comunidad ni previo aviso.
Ayer, la guarnición militar de Guadalupe Tepeyac fue engrosada por cuatro decenas de vehículos de asalto y para control de población civil. En los distintos poblados del camino privaba la sorpresa por el operativo de traslado. Cubiertos de polvo, apuntando con rifles y ametralladoras, los soldados atravesaron la ruta, algunos de ellos con máscaras protectoras, la mayoría con el rostro pelón y terregoso.
Llamaron especialmente la atención unos carros blindados, provistos de equipo de excavación, tubos quizá para lanzar gases, instrumental para intercepción de emisiones radiales, una torreta artillada y tres pares de ejes con llantas pequeñas y compactas.
Las tanquetas que lanzaron hoy por La Realidad llevaban la boca del cañón descubierta y apuntando al frente; del techo asomaban soldados que dirigían sus ametralladoras hacia el poblado.
Según campesinos de comunidades próximas a Guadalupe Tepeyac, los soldados llegaron ayer al hospital de dicha población diciendo que habían tenido ``una desgracia'', por lo cual solicitaron sábanas al personal médico. No obstante que se efectuó un operativo de helicópteros, los campesinos de la región en ningún caso pudieron confirmar que hubiera un accidente.
Ayer sobrevoló La Realidad a escasa altura un gran avión bimotor, de rastreo, y ayer y hoy hubo helicópteros sobre las casas.
El helicóptero sobre el tejado
El peor sobresalto en muchos días, no obstante, se lo llevaron los habitantes de La Realidad este mediodía, al ver que descendía en el centro un gran helicóptero blanco. Los labriegos en las milpas corrieron hacia el poblado. En la carrera, la señora Berta se lastimó seriamente un pie y más tarde tuvo que ser atendida.
El helicóptero partió en dos el tronco de un guayabo cerca del gallinero comunitario. Se trataba del equipo del programa Hablemos claro, con su conductora Lolita de la Vega a la cabeza.
Los indígenas, que se reunieron en varios cientos alrededor del aerostato, expectantes y en silencio decidieron finalmente pedir a las visitas que abandonaran inmediatamente La Realidad.
En nombre de los campesinos, un hombre exigió a los periodistas que entregaran la película que habían filmado al descender, y mientras la comunidad deliberaba, el señor Raquel Tino Cervantes, ayudante de producción del equipo televisivo, pidió que les fueran devueltas sus identificaciones. Otro campesino les explicó que lo harían después. Primero investigarían quiénes eran y por qué habían llegado así al corazón de La Realidad.
El susto de la gente empezó a ceder al enojo. ``Que se vayan'', dijo una muchacha. Se empezaron a alzar voces; los tripulantes del helicóptero dejaron de insistir, cerraron las compuertas. Las aspas empezaron a girar y el aparato ganó altura, no en dirección vertical, como sería lo normal, sino rasante en dirección a las casas. Al pasar sobre la escuela, junto a la gran ceiba, los techos de lámina se colapsaron y empezaron a volar láminas y tablas de madera; las señoras corrían despavoridas protegiendo a sus niños.
José Alfredo Rodríguez, de 5 años, recibió un golpe de lámina en la cabeza, que le produjo una herida profunda y lo hizo sangrar y casi perdió el conocimiento.
Sebastián, joven padre de La Realidad, se rascaba la cabeza cuando dijo con cierta desolación: ``Se acabó la escuela'', y miraba, con el rostro todavía pálido, al helicóptero que se alejaba rumbo a Comitán o Tuxtla Gutiérrez.