Néstor de Buen
Amores nuevos y otros no tanto

Vivimos tiempos impensables hace unos pocos años. No sólo por las cuestiones de inseguridad, violencias que estallan por cualquier motivo, destapes pre-presidenciales a tres años vista, y otras cosas por el estilo. Ahora, además, se inician romances o se continúan otros de no muy largo tiempo, pero entre antiguos rivales o, por lo menos, grupos naturalmente contrarios.

Dos jóvenes dirigentes, uno Eduardo Bours, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, y el otro el sorprendente por tremendamente eficaz, Andrés Manuel López Obrador, presidente del PRD, se reúnen para acordar por lo pronto un enlace formal. Y de paso se advierte en conferencia de prensa posterior al encuentro, que entre el partido del sol azteca y el CCE no hay diferencias importantes. Agrega Andrés Manuel algo que me gusta: lo fundamental es subrayar las coincidencias.

Ese sí que es, al menos en principio, un amor interesante. Ajeno, por supuesto, a la presencia de ese árbitro permanente que es el Estado, la tercera pata y la más pesada del decadente tripartismo. Amor nuevo, lleno de previsiones ante un futuro que es, por lo menos, incierto. Ya no hay las viejas seguridades priístas de que el que sigue será de lo mismo. Pero, además, entre un grupo empresarial de primer plano y un partido político.

Otros amores, de más tradición: la linda saga de la nueva cultura laboral que iniciaron en 1994, con aquellas buenas intenciones que son piedritas en el camino del infierno, se reanudan y se afirman. Nuevas citas, comidas juntos, visitas mutuas y esas cositas de los romances renovados, que no dejan de ser sabrosos.

La Fesebes, una de las muchas personalidades de este Pancho Hernández Juárez que ha demostrado notables cualidades políticas, le lleva gallo a la Coparmex y ésta, casi extasiada le ofrece, en amable reciprocidad, mejorar las remuneraciones y elevar así, de paso, la capacidad competitiva de las empresas. Claro está que no se ofrece por la central sindical empresarial un aumento general de los salarios: esos tienen efectos inflacionarios que impactan -dicen- el ingreso real del trabajador, sino un premio a la productividad. Y, de paso, mejorar salarios para que mejoren las compras. Ya era hora de que se dieran cuenta.

Entre tanto Alejandra Barrales, secretaria general del sindicato de sobrecargos de aviación, miembro importante de la Fesebes y de la UNT, precisa que el acuerdo con Coparmex se celebra sin la presencia del gobierno. De nuevo: tripartismo, go home.

Con ello se anuncia el fin del sindicalismo tradicional ``por obsoleto, servicial y corrupto'', tres cualidades que fueron ganadas a pulso a través de los años inolvidables que llenó la presencia magnética de don Fidel.

Quizá pudiera compartir los calificativos pero no el sustantivo: no se trata de un sindicalismo, ni tradicional ni moderno, sino de un instrumento repugnante inventado por el Estado mexicano, desde los tiempos remotos del Pacto de la Casa del Obrero Mundial, del nacimiento de la CROM y del posterior de la CTM. Y los que siguieron.

Amores habrás tenido... y esos viejos amores, en delicioso triunvirato, hoy tienden a dejar a un lado al incómodo Estado con su estructura pesada y corporativa, y a hacer nacer una bilateralidad mucho más sana.

De estos dos noviazgos, uno ya madurito y el otro floreciente, me quedo con el más nuevo, pero no me disgusta el otro. Porque el primero inaugura una relación inédita entre un partido político de oposición, pero también de gobierno, y un organismo empresarial que quiere volar más lejos.

Lo importante es que hablando se entiende la gente. Y en este mundo nuestro tan conflictivo y dramático: lo de Querétaro y Acapulco pone los pelos de punta, en que el PRI no da pie con bola y sus cartas radicales abandonan la disciplina; en el que el Ejército, con el pretexto inadmisible de la ley de armas de fuego sale de los cuarteles e invade territorios constitucionalmente prohibidos, una relación directa y armoniosa entre antiguos rivales siempre es de agradecerse.

Ojalá que tengan una relación provechosa. Pero que no acabe en boda.