Masiosare, domingo 15 de febrero de 1998
Elba Esther Gordillo quiere poner al nuevo secretario general del SNTE. Los elbistas, por supuesto, están con ella. Humberto Dávila, el actual líder, le abre cancha siempre y cuando lo apoye para ser dirigente nacional de los burócratas. Pero los davilistas se resisten: quieren enfrentar a Elba Esther porque, dicen, en el sindicato de maestros ya pasó el tiempo de los ``líderes vitalicios''. Ayer arrancaron los congresos seccionales del SNTE. En 38 de las 55 secciones, además de elegir delegados, los maestros renovarán sus dirigencias locales rumbo a la guerra en el Congreso Nacional, que se realizará en marzo. Hay candidatos, claro. Ninguno amarrado. Los davilistas apuestan al apoyo de un ex colosista de Los Pinos. La profesora, a la última palabra del presidente de la República. Y anda por ahí, avisando a quien quiere escucharla: ``Vamos a un congreso ciego''.
La profesora y el profesor cumplen
años el mismo día. Para no obligar a sus seguidores a elegir, Elba
Esther Gordillo decidió celebrar, el pasado viernes 6, en Brasil. Aquí
en México, los dirigentes del SNTE se subieron a un camión y se fueron
a Satélite, a llevarle mañanitas al profesor Humberto Dávila
Esquivel. Hubo mariachis y menudo, mientras Elba Esther se perdía en
el Amazonas. Así de tranquilo fue el preámbulo de la guerra por el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Priistas en guerra
Aunque tiene el poder de un sindicato con cerca de un millón de afiliados, que recibe cuotas de al menos 800 mil pesos diarios, el coahuilense Humberto Dávila Esquivel teme por su futuro.
Con la mano derecha, el secretario general del SNTE alienta la revuelta contra la líder moral del gremio, su antecesora Elba Esther Gordillo, que llegó al cargo -y lo ocupó casi un sexenio- tras la caída de Carlos Jonguitud Barrios.
Pero con la mano izquierda, Dávila empuja para que la profesora Gordillo le consiga un lugar: quiere ser cabeza de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE). Y Elba Esther, senadora y secretaria general de la CNOP, le puede abrir la puerta.
Desde 1995, Elba Esther Gordillo y Humberto Dávila han vivido una relación de pleito y arreglo.
Un día, Dávila ordenaba recortar los gastos del Instituto de Estudios Educativos y Sindicales de América (IEESA), creado por su antecesora, y al siguiente le proporcionaba todos los recursos para organizar un acto literario con bombo y platillo.
Así se llevan.
Las verdaderas dificultades de la maestra son con el grupo que actúa a la sombra del secretario general, los davilistas, quienes con la consigna de ``Dí no a los líderes vitalicios'', quieren acabar con la influencia de la profesora Gordillo en el SNTE.
Elbistas y davilistas forman la corriente institucional, surgida tras la desaparición de la Vanguardia Revolucionaria de Jonguitud. Es la corriente mayoritaria. Controla casi todas las secciones del sindicato y la inmensa mayoría de los cargos en el Comité Ejecutivo Nacional (CEN). Es la corriente de los priístas del SNTE.
Más de 15 años de movilizaciones magisteriales les han arrebatado rebanadas del pastel. Pero la fiesta sigue siendo suya. La disidencia -la CNTE es la fuerza principal pero no la única- no ha logrado poner en riesgo la conducción nacional del sindicato.
La disputa es entre priístas.
Parecía cosa de un grupito, pero al cabo de unos segundos, más de la mitad del auditorio coreaba: ``¡Fuera, fuera, fuera!'' Elba Es-ther hizo a un lado el discurso que había preparado, acortó sus frases, aguantó. Había soportado, en los jaloneos de 1989, que los ``democráticos'' le gritaran ``¡Asesina!'' Había aguantado a los cetemistas que en la 17 Asamblea Nacional del PRI le cobraron a gritos su cercanía con el Grupo San Angel. Tenía con qué.
Esta vez era diferente. Los gritones no eran -solamente- los maestros de la Coordinadora, sino varios centenares de institucionales, sus huestes, pues.
El episodio fue a fines de noviembre de 1997, durante el acto educativo realizado por el SNTE en Veracruz y, para los davilistas, significó luz verde: ``Elba Esther ya no puede controlar un congreso''.
Los gritos fueron los tambores de la guerra.
La soledad de la lideresa
En sus momentos de optimismo, los elbistas del SNTE dicen que van a ganar los congresos de las 24 secciones más importantes.
Los jaliscienses Manuel Lares del Toro y Jorge Hernández Castrillón, el potosino José Escobedo y el veracruzano Juan Nicolás Callejas, algunos de los davilistas que más brillan, se ríen de ese cálculo de sus adversarios.
Saben que Humberto Dávila puede llegar a un acuerdo con la profesora Gordillo. Creen que en una confrontación pueden prescindir de él y apuestan a los candados que han construido en los últimos tres años.
Esos seguros no son un misterio. Cuentan con la mayor parte de los secretarios generales de las secciones, electos ya en el periodo de Dávila. Tienen, además, a los enviados del CEN en los estados -una suerte de guardianes de la ``unidad nacional'' del gremio, cuyos nombramientos no figuran en los estatutos. En cuanto llegaron al poder, los davilistas comenzaron a deshacerse de los delegados que había dejado Elba Esther. Y pusieron a los suyos. Por si algo faltara, como miembros del CEN, los davilistas van a controlar todo el proceso de elección de delegados al Congreso Nacional.
Elba Esther también está moviendo sus hilos en los estados. En dos o tres secciones (Tlaxcala es una) ha promovido como secretarios generales a maestros que estuvieron con ella en la sección 36 (Valle de México), su semillero de cuadros. También son seguidores de la maestra Gordillo los dirigentes de Morelos, Tabasco y, a medias, Coahuila.
Pero desde hace tres años que Elba Esther no ocupa ningún cargo formal en la estructura del sindicato. Y hay lugares donde ya perdió a todos los que juraron fidelidad a su proyecto. En La Laguna, una solitaria profesora se sigue presentando como el ``contacto'' de Gordillo. Y nada más.
En los primeros tiempos de Humberto Dávila, 17 de 48 integrantes del CEN se asumían plenamente como elbistas. Con el paso de los meses, la fueron dejando sola. Hoy solamente forman parte de su grupo Rafael Ochoa (ex secretario general de la 36), el guerrerense Mauro Oyorzábal (antiguo militante de la CNTE), el chihuahuense Alberto Carrillo y Francisco Arreola (en la importantísima cartera de Finanzas).
Los davilistas han logrado cambiar la correlación con una estrategia de dos vías: maltratar a los opositores, a los que Elba Esther había hecho ``demasiadas concesiones'' y premiar a los que se alineaban con recursos adicionales o incluyéndolos en las listas para asistir a eventos nacionales o internacionales.
La mano del señor gobernador
Lo alcanzaron a bordo de su avión. El señor gobernador le mandaba un mensaje urgente: ``Cuando usted llegó, el estado de Yucatán estaba en paz, ahora no se va hasta que lo deje igual''.
Y Carlos Jonguitud tuvo que devolverse al centro de Mérida y calmar el agitado congreso donde acababa de imponer a su candidato.
El gobernador era, como es nuevamente, Víctor Cervera Pacheco.
La anécdota ilustra: Jonguitud contaba con un sindicato monolítico y no necesitaba negociar con los gobernadores, porque el único patrón era la Secretaría de Educación Pública. Y aun así le pegaban.
¿Qué sucede ahora que el SNTE tiene que negociar con la SEP, con la Secretaría de Hacienda y con 31 gobiernos estatales?
Simple: los gobernadores y los grupos políticos locales meten la mano en el SNTE.
En Yucatán y Tamaulipas, los gobernadores han impuesto a fieles suyos como secretarios seccionales. Con sus allegados, Amador Gaxiola, secretario de la sección estatal de Sinaloa, reconocía: ``Yo llegué en contra de Elba''. Y lo mismo el ex dirigente de la sección 1 (Aguascalientes), impulsado por su tío Héctor Hugo Olivares.
Adelantos de lo que puede pasar en la elección del nuevo comité nacional y, sobre todo, del nuevo secretario general, todopoderoso aún pese a la ``democratización'' del ``nuevo modelo sindical'' creado por Elba Esther.
Hasta hace un par de meses, la lista de sucesores contenía cinco o seis nombres. Hoy se ha ampliado y cada vez son más los que creen tener merecimientos.
Pero ya no existe el Carlos Jonguitud que imponga sin lugar a discusión. Ni un presidente de la República que dé señales claras sobre quién le gustaría al frente del sindicato más grande del país.
Una derrota tras otra
Hace tres años, al tomar posesión como secretario general del SNTE, Humberto Dávila Esquivel prometió que, en su gestión, los ingresos de los maestros alcanzarían los seis salarios mínimos. Hoy equivalen a 3.4 minisalarios, incluso por debajo de la cifra de 1995.
Claro, en la disputa política por este sindicatote, el motor de las movilizaciones magisteriales, recurrentes desde 1979, parecer ser asunto secundario.
Porque Humberto Dávila perdió, una tras otra, las batallas con la Secretaría de Educación Pública. No pudo mantener el acuerdo de un ``salario profesional'' ni logró avanzar en la rezonificación salarial.
La guerra es ajena a cosas tan insignificantes como el salario de los agremiados.
En septiembre de 1996, en Los Pinos y frente al presidente Ernesto Zedillo, el sonorense José Guadalupe Montaño, a nombre de los davilistas, sentenció: ``El tiempo de los líderes vitalicios ha concluido''.
Elba Esther había buscado sin éxito la secretaría general del PRI. En el SNTE, los davilistas la creían acabada.
Pero en diciembre de 1996 llegó una invitación al CEN reunido en pleno: Elba Esther quería que la acompañaran a su toma de posesión como secretaria general de la CNOP.
Fue un balde de agua fría para los davilistas. Los ya muy pocos elbistas lanzaron un suspiro. ``Ahora sí se van a componer las cosas'', dijo uno de ellos.
Y mientras la profesora Gordillo agarraba otro aire en su carrera política, los maestros de los estados regresaban en marchas a la capital del país.
En mayo de 1997, tras la represión a una marcha de maestros que iba a Los Pinos, Gordillo acusó a su sucesor de carecer de experiencia y de sensibilidad política. La guerra interna arreció. Los davilistas cerraron filas en torno a su secretario general. Y acusaron a Elba Esther de todos los males. Claro, casi siempre en reuniones internas.
Pero se acercaban las elecciones federales y, en su nueva posición, Elba Esther Gordillo podía influir para incluir candidatos en las listas del PRI.
En el SNTE, los davilistas trataron de reformar los Estatutos aprobados en 1992, que establecen que ningún dirigente nacional puede ocupar, simultáneamente, un cargo de elección popular. Su intención era abrir el camino para que los secretarios generales de las secciones pudieran jugar por diputaciones y el propio Dávila por una senaduría.
Sólo lograron que la lista de candidatos del SNTE estuviera equilibrada entre elbistas y davilistas, porque la senaduría fue para Elba Esther.
Para no dejar duda de quién es la jefa de la corriente institucional, Elba Esther Gordillo inicia su campaña en Coahuila, la tierra del secretario general.
Historia aparte es que 8 de los 15 candidatos uninominales perdieron el 6 de julio (entre ellos Maricruz Montelongo y Luis Castro, hija y secretario particular de la profesora Elba Esther Gordillo).
Los davilistas presumen un apoyo en Los Pinos: Liébano Sáenz. Apuestan a esa relación para ``sacar a Elba de esta jugada que ya no le toca''.
La profesora Gordillo quiere ir más arriba. Con el presidente Ernesto Zedillo directamente. Sólo ella, dirá, puede garantizar la estabilidad del SNTE, el sindicato más grande del país.
Así juega el sindicalismo después de Fidel Velázquez.
Hace unas semanas, Elba Esther Gordillo encaró al chihuahuense Alberto Carrillo, uno de los pocos que se mantuvo a su lado: ``A ver, dime, ¿cuál es tu noción de lealtad?''
Carrillo respondió algo de la fidelidad a un proyecto. A la profesora Gordillo le va a contestar pronto el congreso del SNTE.
Hace unos años, el gobierno michoacano reconoció que unos 450 profesores estaban ``comisionados'' en dependencias ajenas a la educación y en el PRI. El número de ``comisionados'' a nivel nacional siempre fue un misterio.
Otros son los comisionados ``legales'', es decir, los pactados bilateralmente con la Secretaría de Educación Pública para dedicarse a tareas sindicales. En la época de Jonguitud llegaron a ser 3 mil.
Actualmente, el Comité Ejecutivo Nacional del SNTE tiene unos 350, además de unos 150 empleados. A nivel nacional, el número de comisionados es de entre mil 200 y mil 800.
En cada entidad, el SNTE tiene uno o dos edificios sindicales, hoteles para los maestros y, a veces, centros recreativos.
En la capital del país, además de sus sedes, posee el IEESA, la Biblioteca Nacional de Educación, la Fundación SNTE para la Cultura del Maestro Mexicano (que funciona en una casa que fuera oficina de Carlos Jonguitud), un centro recreativo llamado El Portal del Sol, y la Casa del Maestro, donde viven los integrantes del CEN venidos de provincia, con servicios de hotel, gimnasio y baño turco.
Para uso del secretario general, el SNTE posee un jet de 12 plazas.
Todos estos bienes proceden de las cuotas sindicales.
Aunque el SNTE sostiene que afilia a un millón 200 mil trabajadores -porque suele sumar el número de plazas y hay maestros que tienen varias-, un cálculo más realista podría ser que tiene 800 mil miembros.
Cada uno de ellos aporta al SNTE un peso diario.
Esto es, el sindicato magisterial recibe todos los días al menos 800 mil pesos. Si se le echa lápiz, resultan, conservadoramente, ingresos de unos 36 millones de dólares al año.
El control de las finanzas del SNTE, como se ve, no es cosa menor.
Por eso Elba Esther puso en la secretaría a cargo de los dineros a Francisco Arreola, su antiguo marido y uno de sus más leales seguidores.
Los gastos fuertes del sindicato requieren las firmas de Arreola y Dávila, por lo que Elba Esther sigue influyendo.
Hace unos dos años, una comisión de líderes viajó a Dallas, Texas, con la intención de comprar equipo para teleconferencias y conectar a todo el sindicato a los discursos de Dávila. David Acevedo, Juan Nicolás Callejas y Jorge Ortiz Gallegos regresaron con el contrato casi listo. Arreola nunca lo dejó pasar.
Lo mismo sucedió cuando Dávila pretendió dejar la Aseguradora Hidalgo y contratar con otra empresa los seguros de los bienes sindicales y los de vida de los dirigentes.
¿Y los controles? Cada vez que un dirigente es comisionado para viajar, recibe sus viáticos y firma un recibo, pero no está obligado a presentar facturas ni otro tipo de comprobantes.
A las dificultades normales de un sindicato tan grande, desde 1992 ha surgido un problema adicional: las cuotas sindicales ya no las deposita un solo patrón, sino todos y cada uno de los gobiernos estatales (con la excepción del DF, que todavía no recibe su sistema educativo). Esto ha originado problemas contables que el SNTE no atina a resolver, porque las cantidades varían mes a mes, según el número de maestros en servicio.
Para atender asuntos así, el SNTE ha elaborado un proyecto de Ley de los Trabajadores de la Educación, que fuera un compromiso de Carlos Salinas de Gortari, avalado por su entonces secretario de Educación Ernesto Zedillo, para garantizar la ``unidad nacional'' del SNTE. Algunos diputados que lo han examinado creen que es difícil que pase la prueba del Congreso.
Sin candidatos amarrados, los siguientes son algunos de los posibles sucesores de Humberto Dávila al frente del SNTE:
José del Carmen Soberanis, campechano. Es compadre de Humberto Dávila y, en tiempos de Elba Esther, su secretario técnico. Dicen que la maestra ``no lo vería mal'', porque puede ser un puente entre ambos grupos. Como todos en la lista, forma parte del CEN.
Los jaliscienses Jorge Hernández Castillón y Manuel Lares del Toro. Han sido los más beligerantes contra Elba Esther. Presas del ``síndrome Monreal'', los elbistas susurran que ambos han hecho negocios inmobiliarios ``sospechosos'' en Guadalajara.
José Escobedo Coronado, potosino. Secretario general de su sección en tiempos de Jonguitud. Presidente del Congreso local en el efímero gobierno de Fausto Zapata, fue uno de los que pasaron encima de las mujeres navistas para entrar al palacio de gobierno. Podría ser, en opinión de algunos, candidato de la profesora Gordillo.
Julio Peralta Esteva, chiapaneco. Fue miembro de la CNTE, donde pertenecía a la corriente Línea Proletaria. Formó parte, en 1979, del primer comité ``democrático'' conquistado por la Coordinadora en el país (sección 7). Luego se volvió asesor de Elba Esther y más tarde miembro del comité nacional, como secretario de Orientación Ideológica.
Alberto Carrillo Gómez, chihua-huense. Uno de los poquísimos que se mantuvieron fieles a la maestra. Ha ocupado todos los cargos sindicales y fue regidor del municipio de Chihuahua. En 1989 encabezó una rebelión local contra Elba Esther, pero más tarde se ganó sus confianzas y se convirtió en uno de los principales promotores del ``nuevo modelo sindical''.
Jesús Sarabia, poblano. ``No, señor, yo nunca fui de Vanguardia Revolucionaria'', era su frase favorita en 1989. Expulsado del SNTE por Carlos Jonguitud, fue rescatado por Elba Esther. Fue el más cercano competidor de Dávila en 1995 y actualmente es secretario de Finanzas de la FSTSE.
Nuevo Sindicalismo. Corriente formada por perredistas capitaneados por el diputado Miguel Alonso Raya, quien se autodestapó para secretario general. Tiene escasa presencia en las secciones pero mucha en la prensa. Su influencia real está en las dos secciones de Guanajuato, y en pequeños grupos en Morelos, Veracruz y Chihuahua.
En enero de 1989, cuando Elba Esther fue hecha a un lado por los jonguitudistas. Raya fue el único que la defendió: le ofreció su brazo para salir de la sala del congreso. Más recientemente, en acuerdo con Porfirio Muñoz Ledo, la profesora lo impulsó infructuosamente para presidir la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados.
Ahora, la profesora considera que Raya está en las filas de los ``traidores''.
Fracciones Democráticas. A la cabeza, el también diputado perredista Jesús Martín del Campo, además de Noé García y Emilio Mejía, miembros del CEN. Tiene militantes en los comités de 27 secciones. Con Humberto Dávila tuvieron dificultades para incorporar a sus cuadros a los comités, pues los davilistas pensaban que ya ``les habían dado mucho''. Con raíces en la CNTE, se distanciaron de ésta porque optaron por aceptar cargos en el comité nacional.
Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. Tiene varias secciones completas pero se encuentra muy dividida.
El ejemplo clásico es la sección 10 (maestros de secundaria hasta el Politécnico, en el DF), donde en varias ocasiones la disidencia estuvo a punto de ganar todo el comité. Actualmente, la disidencia tiene la mitad del comité seccional, incluida la secretaría de Finanzas. Sin embargo, la disidencia en la 10 está partida en seis grupos que se conocen de la siguiente manera: Los Nahuales, El Frente, El Nuevo Frente, Los Negros, Asamblea de Bases y Colectivo Magisterial.
En el espacio de una sección, estas corrientes expresan las divergencias que existen en el conjunto de la disidencia magisterial. Tres de ellas son de militantes del PRD que no se ponen de acuerdo aunque militan en el mismo partido. No todas son reconocidas por la CNTE. Y entre las seis no hay acuerdo de cómo participar en el Congreso Nacional.
La sección 9 del DF, antes antielectoral, ha virado su posición y buscado un acercamiento con el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas. En el SNTE, el grupo hegemónico de la 9 (maestros de primarias del DF) rechazaba los puestos en el CEN por considerar que eran una cooptación. Hoy reconocen que es importante ocupar espacios porque ofrece mayores posibilidades legales, económicas y políticas.
Su ex secretaria general, Lilia Vázquez, ha descubierto que la lucha proletaria también es parlamentaria, pues ahora se desempeña como ayudante del diputado Benito Mirón Lince. La sección 9 está dispuesta a buscar ``espacios'' en la dirección nacional del SNTE después de rechazarlos por mucho tiempo. Y no ha sido la única vía de acercamiento. La fiesta de fin de año de la sección -en el Flamingo's Plaza- fue pagada, en parte, por la ahora vapuleada asambleísta del PRD Raquel Sevilla.
La sección 22 (Oaxaca) plantea que no se debe participar ni siquiera con planilla en el congreso. Lo ve sólo como un acto para la denuncia.
En la sección 18 de Michoacán, que no pertenece formalmente a la CNTE pero se coordina con ella, una consulta de base dio como resultado que sí deben ``ocuparse espacios'' en la dirección nacional. Sin embargo, su ``comisión política'' considera que lo que debe hacerse es presentar una ``planilla de confrontación y nombrar un comité paralelo que se dedique a la organización del movimiento nacional''.
En Guerrero, las huestes del todavía vanguardista Antonio Jaimes Aguilar -ex secretario general del SNTE- se han unido a dos grupos de la disidencia para enfrentar a los davilistas. Pero aún en sus cálculos más optimistas saben que podrán juntar sólo 250 delegados, contra 350 fieles a Dávila.
En las demás secciones donde la CNTE tiene influencia están divididos respecto de la actitud que deben asumir en el Congreso Nacional.