El partido gobernante parece vivir su cuarta transformación: 1) su surgimiento por fusión de partidos, corrientes, personajes y caudillos, como PNR, en 1929; 2) su transformación en PRM, como partido de organizaciones sociales y sectores, en 1938 (nacimiento del partido corporativo); 3) su pronta transformación en PRI, en 1946, ``institucionalizando'' la revolución, mediante la eliminación de los principios ideológicos ``radicales'' del PRM, pero conservando y profundizando la organización corporativa como eficaces riendas de control social.
El nuevo Partido Revolucionario (el Institucional) fue organizado expresamente para gobernar el naciente proceso de industrialización. Como hemos planteado en este espacio, con excepción de las escasas experiencias históricas de industrialización que surgieron como resultado de la entrada de recursos externos, el despegue industrial sólo puede tener lugar si tiene éxito el endurecimiento del sistema político, por cuanto ese despegue implica una grave agresión social disruptiva en el seno de una sociedad rural.
Las tipologías hechas a nivel internacional acerca de los sistemas políticos autoritarios que hicieron posible el despegue industrial, registran a los sistemas ``pluralistas autoritarios''; los de ``hegemonía militar''; los ``nacional-populistas'', bipolares, neotradicionales o sincréticos; y los revolucionarios o totalitarios.
Miguel Alemán, unas semanas después de arribar al poder con el naciente PRI, rompió la huelga de camioneros de la ciudad de México y más tarde la de petroleros. En aquellos días el general Sánchez Taboada, presidente del PRI, declaró: ``claramente, decididamente, para que no se interpreten mal nuestras palabras, declaramos que el PRI combatirá al comunismo''.
Pero este momento en el que el gobierno y el nuevo partido corporativo se armaron de un poder suplementario para gobernar el proceso industrial sin disrupciones graves en la sociedad, quedó simbolizado históricamente por el arribo del Charro Díaz de León al Sindicato de Ferrocarriles.
El lema del PRI, ``Democracia y Justicia Social'' no fue cumplido nunca, pero la industria llegó a convertirse en el eje del crecimiento económico, al tiempo que la sociedad se urbanizaba, y la esperanza media de vida y los niveles educativos del país crecían con rapidez. Todo acompañado por una creciente desigualdad social y económica.
El patrón de crecimiento económico e industrialización tendía al agotamiento a principios de la década de los setenta, cuando las nuevas condiciones del mercado petrolero internacional a partir de 1973, inyectaron vida artificial a ese patrón de crecimiento durante unos años más y ello, aunado a la primera apertura política, extendieron también por un tiempo el régimen político ``revolucionario''.
A principios de los ochenta el cambio en las condiciones internacionales (la caída en el precio del petróleo y la severa elevación de la tasa internacional de interés), cuando el país se había endeudado en casi 100 mil millones de dólares, hicieron reaparecer con toda su fuerza la crisis que había empezado gestarse a principios de la década anterior.
El país hubo de someterse a brutales ajustes económicos, sin contar con un proyecto nacional alternativo. Se nos vino encima la globalización y la apertura y desde entonces no hay más política económica que la vehemente búsqueda del equilibrio macroeconómico, adosados al cual se han agregado algunos paliativos de política social. Estos hechos, de los últimos tres lustros, no sólo fueron la final puntilla del patrón de crecimiento que acompañó al régimen, sino que éste, impedido para satisfacer las necesidades sociales y aun para administrar ninguna expectativa, provocó la escisión de la Corriente Democrática, portadora de un discurso que al principio reivindicaba el ``programa constitucional'' de la Revolución, para abandonarlo después --ya como PRD-- y limitarse sólo a meter todo cuanto hiciera el gobierno en un costal llamado ``neoliberalismo''.
En ese contexto creció y se fortaleció la llamada oposición de izquierda, el PRD; y también la de derecha, el PAN. Estos fortalecimientos han permitido una continua transmigración de las almas inconformes del PRI principalmente al PRD, llevando en las alforjas desde luego su cultura política histórica. El PRI, de continuar la tendencia actual, se transfigurará en PRD. Pero no es todo. (Otras aristas de esta cuarta transformación en un próximo artículo.)