PARABOLA Ť Emilio Lomas M.
La urgencia de los consensos

Las señales optimistas enviadas por el gobierno mexicano acerca de que nuestro país podía sortear el llamado efecto dragón han quedado en entredicho, no porque las condiciones macroeconómicas puedan ser manejables a lo largo de este año, sino porque el factor de la interdependencia se sigue minimizando en toda su magnitud.

Como bien explica León Bendesky, aunque las ventas externas de petróleo significan 10 por ciento del comercio foráneo mexicano, su impacto en la economía --así sea sólo en la parte fiscal-- es muy alto todavía: 40 por ciento de los ingresos del gobierno. Y hablamos sólo de un componente de las exportaciones.

Las informaciones muestran que habrá una desaceleración de la actividad económica mundial, aunque todavía no cuantificada en su totalidad --pues los coletazos del Dragón siguen a la orden del día--. Estados Unidos --que representa para México 80 por ciento de su comercio externo-- disminuirá su ritmo de crecimiento y ello implicará, sin duda, menos posibilidad de compra de mercancías mexicanas. No debemos descontar que en estas coyunturas las fuerzas proteccionistas se despiertan y actúan para proteger sus mercados.

Cifras oficiales indican que las ventas mexicanas a Estados Unidos ascienden a poco más de 20 mil millones de dólares anuales, algo así como el equivalente a una quinta parte de todas las ventas que se hacen internamente en el país.

Si a ello agregamos la incertidumbre en el mercado petrolero y el hecho de que las exportaciones hacia Europa siguen y aparentemente seguirán cayendo a la luz de la integración comercial en esa región, más factores políticos que puedan presionar por los acontecimientos en Chiapas, podemos preguntarnos ¿qué pasará en el comercio exterior mexicano, ante todo el panorama planteado aquí?

Recordemos que las exportaciones no petroleras han sido, con mucho, el soporte de la actividad económica nacional, ante un mercado interno deprimido. Su tendencia, o al menos su ritmo de crecimiento, fue a la baja durante 1997, derivado en mucho de la apreciación del peso frente al dólar.

Esta reflexión nos lleva al punto de que las cosas no serán nada fáciles en 1998, porque al descenso de los precios del petróleo se aunarán menos exportaciones no petroleras, dificultades para colocar mercancías en Estados Unidos y en regiones como la europea, y la posibilidad --esto sí-- de que entren al país capitales foráneos que buscan seguridad en el turbulento ámbito financiero internacional (con todas, todísimas las implicaciones que tiene en la paridad y la estabilidad macroeconómica).

Ante estas circunstancias, la búsqueda de consensos entre el gobierno, los factores de la producción y los actores políticos será una gran y urgente necesidad para prever medidas de mayor trascendencia que permitan no sólo las correcciones, sean tempranas --como la anunciada por el secretario de Hacienda, José Angel Gurría--, o apresuradas que induzcan a mayores debates y quebrantamientos en el ámbito de la política, que sólo inciden de manera negativa en la economía y, al final, lo más importante de todo: el bolsillo de los mexicanos paganos de toda la vida.

Disposición del gobierno, cordura de los actores políticos y económicos, pero en especial sensatez y madurez de todos, son los ingredientes básicos que México requiere en este mundo globalizado, interdependiente, para enfrentar males mayores, por más que se presuma que pueden ser manejables.

Melée

Como si fuera poco que el poder adquisitivo todavía está muy por debajo del crecimiento de los precios, la búsqueda de ganancia fácil mediante prácticas que semejan a un fraude están a la orden del día, y para muestra dos botones: el ya famoso caso de los litros de gasolina que en realidad son de 800 mililitros, y los cargos abultados e inexplicables por servicio de telefonía local que aplica Telmex.

De un tiempo acá las autoridades se han encontrado con un sofisticado sistema de fraude en que las complicidades se dan entre los dueños de los centros de servicio y una verdadera banda de criminales de alta escuela, y no sólo porque sean profesionales, sino porque han creado una tecnología para timar al público: un dispositivo electrónico (microchip) para alterar el funcionamiento de las bombas que, según estimaciones oficiales, estaría operando en una de cada cinco gasolineras.

Lo curioso es que este mecanismo de fraude está operando a raíz de la obligación de modernizar que se ha impuesto a las estaciones de servicio, es decir, en la instalación de nuevas bombas. Por eso pensaríamos que hay demasiadas complicidades en este engaño a los consumidores que se aúna al creciente costo de las gasolinas.