Jorge Camil
¿Burgoa, Quijote?

Parafraseando a José Vasconcelos, Ignacio Burgoa se definió en sus Memorias como un ``Quijote empeñado en una lucha por el honor y la dignidad''. La ``lucha'' mencionada se refería a su denuncia penal contra José López Portillo por el enorme endeudamiento externo durante su gestión, y para enfatizar la magnitud de lo que él consideraba un ``colosal peculado contra la Nación'', Burgoa transcribió una entrevista publicada por Excélsior el 17 de enero de 1983. En ella, concluyó que la deuda externa lopezportillista convertía a cada mexicano en deudor de más de mil dólares. Lo interesante es que reconoce, con la hipérbole literaria que le caracteriza, que ``entre los deudores hay miles de indígenas semidesnudos y descalzos, desde la Sierra Tarahumara hasta las regiones selváticas del sureste del país; (...) mujeres que terminaron su juventud empuñando un arado o acarreando agua desde lejanos lugares para sus necesidades más urgentes; [y] niños que con su vientre abultado ofrecen el testimonio de su desnutrición o de su parasitosis''. El conocido amparista termina preguntándose: ``¿es justo?'' (Burgoa, Memorias, página 398).

Interrogado por Aura Acosta, autora de la entrevista, sobre los motivos que lo llevaron a asumir tan seria responsabilidad ante las autoridades y el pueblo, Burgoa contestó sin ambages: ``al amar a mi pueblo, no como lo aman los falsos líderes, los diputados, los senadores convenencieros, sino como lo ama un buen mexicano, no puedo permanecer indiferente ante [la] injusticia, [la] iniquidad y [el] oprobio''. (Ob.cit., p. 394).

Por eso, no deja de sorprender que en días pasados, entrevistado por los medios de comunicación sobre el conflicto chiapaneco, haya hecho a un lado la ``justicia, la iniquidad, el oprobio y el amor al pueblo'', para formular unas declaraciones tonantes que lo sitúan por encima de todos los mortales. Blandiendo su proverbial índice de fuego, y aprovechando la autoridad que le otorga una voz cavernosa que parece venir del más allá, Burgoa --patillas erizadas por la cólera-- comenzó su diatriba afirmando que el gobierno federal no tiene obligación de cumplir los acuerdos de San Andrés Larráinzar, porque son inconstitucionales (aunque es preciso advertir que últimamente el abogado, convertido en oráculo de la televisión, esgrime la Constitución a diestra y siniestra para responder las consultas que le formulan los medios sobre temas tan variados que frecuentemente caen en la frivolidad). Más adelante, arremetió contra el subcomandante Marcos --al que calificó con ligereza de ``traidor a la Patria, en el supuesto de que sea mexicano''--, y concluyó afirmando que el gobierno federal debería utilizar la fuerza del ejército para pacificar la región y restaurar el estado de derecho.

¿Qué pretende Burgoa; una guerra de exterminio total? ¿La paz de los sepulcros? ¿Acaso olvidó el profesor de ``Garantías y Amparo'' que las garantías otorgadas por el artículo 1¼ de la Constitución protegen a todos los mexicanos por igual? Su conducta no debe sorprendernos. Recordemos que hace solamente unos meses, lanza en ristre y precedido por una nube de camarógrafos de televisión, tuvo la osadía de presentarle al Presidente de la República un proyecto de ley para despojar de las garantías individuales a los criminales reincidentes, a quienes el jurista niega la calidad de seres humanos. El Burgoa justiciero que aboga por la fuerza de las armas haría bien en recordar que la impartición de justicia, dar a cada quien lo que le corresponde, obliga a la ciencia del derecho, o jurisprudencia (la ``prudencia de lo justo''), a ir más allá de la letra de la ley para considerar la compasión, la dignidad y la solidaridad, entre muchos otros valores humanos. Posiblemente, sin olvidar esos conceptos, se haya sumado ya a la campaña contra las organizaciones que buscan la concordia y la pacificación de Chiapas. En ese caso, debería despojarse de la toga y el birrete para hablar como hombre público sin recurrir a subterfugios legales. Es un hecho que los tecnicismos jurídicos y la retórica rebuscada --tan eficaces en las aulas donde se imparte cátedra universitaria-- pierden toda su fuerza cuando se presentan en el marco de intersticios electrónicos de unos cuantos segundos.

Al abogar por la intervención del Ejército para ``solucionar'' el conflicto chiapaneco, Burgoa abandona el idealismo de Don Quijote de la Mancha para cabalgar junto al fantasma del general George Custer.