La Jornada 19 de febrero de 1998

Ayer, en Acteal, rememorando la tragedia ante la misión
de observadores internacionales

Elio Henríquez, corresponsal, Acteal, Chis., 18 de febrero Ť La Procuraduría General de la República (PGR) tiene ``ubicadas'' a 267 personas que están involucradas en la masacre de Acteal, pero ``sólo ha detenido a 61'', informaron hoy los dirigentes de la organización Las Abejas a un grupo de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos.

Dijeron que la información de que son 267 los presuntos implicados en la matanza, se las dio en días pasados la propia PGR. ``Lo que no nos explicamos es por qué no los detienen si ya los tienen ubicados'', manifestaron.

Ante observadores de diversos países, los dirigentes tzotziles aseguraron que ``los meros jefes del grupo paramilitar siguen libres en las comunidades; la PGR quizá no los detiene porque son del PRI o porque tiene miedo, no sabemos''. Por eso, abundaron, los miles de desplazados no tienen ninguna garantía de seguridad para regresar a sus hogares.

El recorrido de los cerca de 200 observadores extranjeros comenzó hoy con visitas a varios puntos de Chenalhó y Pantelhó, en cuya carretera no estuvieron los tres retenes militares de costumbre. Al grito de ``Zapata Vive, la lucha sigue'', cientos de desplazados encapuchados y una banda musical recibieron al grupo a las 9 horas en la comunidad de Polhó, donde el presidente del concejo autónomo, Domingo Pérez Paciencia, aseguró: ``El gobierno quiere rendirnos con hambre y masacres para que no apoyemos la lucha de los zapatistas''.

Agregó: ``El gobierno dice que los indígenas de Chenalhó estamos manipulados, no entiende que por nuestra propia conciencia y voluntad luchamos para no vivir más en la miseria; que luchamos por libertad, justicia y democracia''.

De Polhó, los observadores extranjeros se dirigieron a Acteal, pero al pasar por el único punto de revisión instalado por el Instituto Nacional de Migración (INM) a la altura del crucero de Majomut, se presentaron varias discusiones entre diputados perredistas que acompañaban la caravana y los agentes migratorios.

``El artículo 151 de la Ley General de Población nos faculta a revisar a los extranjeros que pasan por aquí'', argumentaron una y otra vez Juan Luis Galán Salinas y Rodrigo Calderón, cuando los diputados perredistas Patria Jiménez, Armando Aguirre y Fabiola Gallegos intervinieron para que se agilizara el paso.

``El día de la última fricción que tuvimos con ustedes aquí, nos robaron una camioneta del Congreso de la Unión'', encaró la diputada Jiménez a los estrictos agentes, que pidieron ``cooperación para que avancemos rápido''. El mayor problema se presentó con el francés Yves Bonnardel, a quien le reclamaron por no traer el sello correspondiente de la Secretaría de Relaciones Exteriores en su documento migratorio.

Después de más de una hora de revisión y ríspidas discusiones con los agentes migratorios, los observadores siguieron hacia Acteal y Pantelhó. En este último municipio visitaron un campamento de 96 desplazados que ``apenas fue descubierto''.

--¿Considera usted que hemos colaborado? --preguntó uno de los responsables del grupo de extranjeros cuando estaban a punto de partir hacia Acteal, y el agente migratorio le reviró:

--``¿Y usted considera que no se han violado sus derechos humanos?''.

Ya en el sitio de la masacre, los integrantes de Las Abejas --que recibieron a los visitantes con la Cumbia de Acteal-- pidieron a los observadores internacionales que denuncien en sus países ``la falta de justicia que padecemos los indígenas en México''.

Demandaron también juicio político en contra del ex gobernador Julio César Ruiz Ferro y de sus colaboradores, castigo a los responsables de la matanza, desarme de los grupos paramilitares, la salida del Ejército Mexicano de las comunidades y el cumplimiento de los acuerdos de San Andrés, firmados el 16 de febrero de 1996.

Ante los observadores, los tzotziles reiteraron que sus 45 compañeros fueron asesinados por exigir sus derechos y no militar en el PRI. ``Pero principalmente lo que nos preocupa es que no hay justicia, los asesinos siguen libres y armados en sus comunidades'', insistieron.

La caravana regresó esta noche a San Cristóbal, donde se informó que mañana se dividirá en varios grupos para viajar a los cinco Aguascalientes zapatistas y a la zona norte del estado para conocer cuál es la situación en esos lugares.

Dieron a conocer que, en respuesta a una solicitud enviada en días pasados, la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) les hizo llegar un mensaje en el cual les informó que no los podrá recibir debido al ``acoso que ejerce el Ejército Mexicano sobre la zona''.


Elio Henríquez, corresponsal, Acteal, Chis., 18 de febrero Ť ``Hasta la fecha, no hemos olvidado el dolor de haber quedado huérfanos, y lo que más nos duele es que no fue otro pueblo el que mató a nuestra gente, son nuestros tíos, nuestros sobrinos, nuestros conocidos de los mismos parajes, sólo porque no queremos entrar en el PRI'', dijo Vicente Jiménez, a quien le mataron en Acteal a su esposa y un hijo de 17 años.

Sobrevivientes de la matanza narraron hoy a un grupo de la Comisión Civil Internacional de Observación por los Derechos Humanos cómo ocurrieron los hechos del 22 de diciembre de 1997.

Con voz casi imperceptible por el llanto, Jiménez mostró la cicatriz que tiene su hijo de cinco años, causada por una bala que le atravesó el hombro derecho. ``Estamos llorando porque sabemos que no tenemos ninguna culpa, nosotros no estamos armados, nuestra lucha es con la sociedad civil'', continuó, mientras junto a él hombres, mujeres y niños que sobrevivieron a la masacre rompían el silencio con sollozos.

No podemos dejar de llorar

``Es que cuando recordamos cómo mataron a nuestros hijos, nuestros esposos y nuestros padres no podemos dejar de llorar, fue como un infierno que no se ha ido, es como si el 22 de diciembre fuera hoy, y tal vez mañana también'', dijo María Vázquez, quien perdió a nueve integrantes de su familia, entre ellos su madre, hermanos, sobrinos y tíos.

Los observadores extranjeros escuchaban atentos y muchos de ellos no pudieron contener las lágrimas.

Antonio Luna, indígena al que le mataron siete hijos, acaricia al pequeño que le quedó y recuerda cuando el predicador católico Alonso Vázquez les dijo ese día: ``Tengamos fe en Dios, si él quiere que muramos vamos a morir, y si no quiere viviremos'', pero al poco rato también a él lo mataron. Al terminar la reunión, los visitantes y los familiares de las víctimas fueron a donde están sepultados 21 mujeres, 15 niños y 9 hombres. Allí, mientras se trabaja para construir un templo, los indígenas preguntaron nuevamente ``¿Por qué?''