Olga Harmony
Sotoba Komachi

Ricardo Andrade adapta una obra de Yukio Mishima, que a su vez adaptó una pieza de Kan'ami Kiyotsugo, considerado el padre del teatro Noh en el siglo XIV. La rígida configuración del Noh clásico, altamente simbólica y elitista (dedicado a un aristocrático sector que lo entendía por su conocimiento previo de textos budistas, de los clásicos chinos y japoneses y de antiguas poesías y cantares), en el que tradicionalmente un espíritu --el protagonista, que aparece como un mendigo-- narra su historia a un deuteragonista --casi siempre un monje budista en peregrinación-- y se le aparece con las galas de su pasado, tentó a algunos autores para hacer adaptaciones modernas; incluso entre nosotros Conmemorantes, de Emilio Carballido, se inspira en el drama Noh Sumida Gawa. Pero es Yukio Mishima quien reformula las obras tradicionales, dándoles una codificación diferente en tiempo y espacio y actualizándolas.

Mishima, llevado por la doble seducción que sobre él ejercieran tanto el Japón secular como el mundo europeo, adaptó seis dramas Noh en formas modernas y occidentales. En el original, Komachi está sentada en un sotoba o figura de Buda y discute de religión con dos sacerdotes, a los que cuenta su historia de amor. Mientras en el Noh tradicional la escenografía era inexistente, Mishima pide un escenario realista ``decorado con el gusto común y extremadamente vulgar de las operetas'': este espacio servirá para mostrar la introducción de la cultura occidental en el Japón de finales del siglo pasado. En este ámbito se revivirá la historia de las cien noches de Komachi y el general Fukakusa, con todo el esplendor finisecular y ya europeizado y con la inclusión de personajes-fantasmas, algunos de los cuales incluyen pedantescamente términos en inglés. No cuesta mucho advertir aquí la contradictoria actitud, de atracción y repulsa, hacia la penetración del mundo occidental en su país, que marcó la vida del autor y lo llevó a su extravagante muerte.

Fuera de la La mujer del abanico (Hanjo), no se representan en México las piezas Noh de Mishima, por lo que resulta interesante esta adaptación de Sotoba Komachi. Ricardo Andrade Jardí elimina la escenografía propuesta por Mishima y, con el espacio diseñado por Arturo Nava, deja únicamente la banca del parque con que Mishima sustituye la sotoba original, ubicada en un cuadrado, también de madera, que se ilumina en los momentos del pasado. Andrade prescinde también de las parejas amorosas ubicadas en otras bancas y sustituye la vuelta fantasmal de los personajes del pasado --que rejuvenece a Komachi y permite que el general Fukakusa se apodere del cuerpo del poeta-- por una especie de eterno retorno ejecutado por un gesto mágico de la vieja. Así trastocadas las partes del texto original y quitada la última escena, la obra pierde mucho de su interesante ambigüedad y queda únicamente en la romántica propuesta del amor más allá de la muerte.

La sobriedad contenida en esta adaptación regresa de alguna manera al teatro ritual que es la fórmula del Noh y que sin duda resulta su objetivo principal. Se basa, también, en el desempeño de dos actores y aquí estaría una primera objeción. Mientras Mónica Huarte mantiene expresiones y matices que dan credibilidad a la transición de su personaje, Manuel Sevilla no logra dar el tránsito del enamorado capitán al beodo poeta fracasado y viceversa, y esta desigualdad actoral emborrona bastante la propuesta. Mi otra objeción es ya vieja y me hago la misma pregunta cada vez que en el programa de mano me encuentro con un crédito para director y otro --esta vez de Rafael Rosales-- para el movimiento escénico: ¿es que el trazo no es una parte de la dirección? Máxime en una escenificación como ésta, en que el movimiento es muy limitado y sucede en una banca; el valsadito de los dos actores no amerita, creo yo, un tratamiento tan especial.

No quiero terminar este artículo sin enviar por escrito una felicitación a nuestro teatro por los milagrosos seis años de Ediciones El Milagro que nos da a conocer --junto a importantes guiones de cine-- mucho de la producción dramática nacional e internacional, en sus muy bellas y cuidadosas ediciones, lo que incluye traducciones originales. La labor de David Olguín y Pablo Moya ha creado una colección teatral y cinematográfica de singular importancia, amén de la distribución de libros de otras editoriales.