De acuerdo con la ortodoxia de la religión moderna del neoliberalismo, la apertura de los mercados conduce a un grado siempre mayor de competitividad. Sin embargo, resulta paradójico observar que en el transcurso de los últimos diez años y a la par de una rápida globalización de las diversas economías nacionales de nuestro planeta, se está produciendo un fenómeno cada vez más acentuado de concentración del capital y reforzamiento de oligopolios en gran número de sectores de actividad económica a nivel mundial.
Uno de los ejemplos más claros del proceso creciente de creación de empresas gigantes se observa en el sector bancario, siendo especialmente comentada la reciente fusión de dos grandes bancos suizos -el Swiss Bank Corporation y el Union Bank of Switzerland- para crear el segundo banco comercial a nivel mundial, en términos de capital. Este enorme pulpo financiero ahora controla más de 600 mil millones de dólares en recursos (o sea casi el doble del PIB de México) y tiene oficinas en más de 100 países, con lo que sus tentáculos alcanzan a casi cualquier región del mundo.
De acuerdo con la prestigiosa revista de The Economist, decana de la prensa financiera internacional, lo que estamos experimentando hoy en día es la creación de una nueva generación de bancos globales que dominarán la economía financiera del siglo XXI. Por un lado, están los grandes bancos comerciales -mayoritariamente europeos y japoneses- con literalmente millares de sucursales, entre los cuales despuntan el coloso suizo ya mencionado, el Lloyds Bank de Inglaterra, el Banque de París (BP), el Bank of Tokyo-Mitsubishi, y el Hong Kong and Shandhai Corporation. Estas corporaciones dominan las grandes ligas del negocio bancario tradicional, siendo acompañadas por unos 40 bancos comerciales de tamaño algo menor que están en proceso de buscar socios para conformarse como verdaderos dinosaurios financieros a escala mundial.
Por otro lado, están los bancos de inversión -también cada vez mayores y más globalizados- pero encabezados fundamentalmente por firmas norteamericanas, las más fuertes y agresivas son Merrill/Lynch, Salomon/Smith Barney, Morgan Stanley/Dean Witter, aunque no hay que menospreciar megaempresas niponas como Nikko Securities. Sus estrategias de expansión incluyen un mayor dominio no sólo de los grandes mercados de capitales tradicionales -las Bolsas de Nueva York, Londres, Frankfurt, París y Tokyo- sino también de los llamados mercados emergentes en Asia y América Latina, incluyendo por supuesto a México.
En ambos casos, los gigantes de la banca comercial y los cíclopes de la banca de inversión, están consolidando imperios económicos cada vez más extendidos que demuestran que la era del capitalismo nacional está llegando a su término para ser reemplazados por una nueva dinámica que une la internacionalización con la concentración de capitales a un grado inaudito. El mito de la competencia perfecta se derrumba día por día en la medida que avanzan los nuevos colosos corporativos en todos los terrenos de la vida económica, tanto en la banca como en la producción y en los servicios. Y ello tiene (y tendrá) consecuencias a nivel político que apenas se vislumbran pero sobre las que bien vale la pena reflexionar a fondo.