Alejandro Ordorica Saavedra
Medios de comunicación del DF

Tanto en las campañas políticas del 6 de julio, como ahora frente al nuevo gobierno de la ciudad de México, algunos medios de comunicación han mantenido una postura ideológica contraria al proceso político de transición democrática.

Los excesos que cometen estos medios cotidianamente a través de sus segmentos informativos, sesgando las noticias hacia los intereses de grupos autoritarios, demuestran una estrategia preconcebida, una vez que no pudieron detener el cambio expresado en las urnas por el electorado del Distrito Federal.

Es evidente que el centro de sus ataques es el gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas, pues a toda hora destacan sus decisiones respecto a los problemas de la ciudad como supuestas faltas u omisiones. Y tampoco se trata, en este caso, de justificar algún error que se hubiera cometido, que además ocurre en todo gobierno y sirve de mucho a todo funcionario público que le digan sus errores, sino de transmitir las noticias con veracidad, equilibrio y la mayor imparcialidad posible.

La avalancha informativa que fluye por diversas radiodifusoras, a la vez que en conocidos noticieros de televisión en los horarios llamados estelares por su numerosa audiencia, remarca lo que no está bien, que es casi todo según su parecer, y omite acciones positivas que, de acuerdo a su criterío, son inexistentes, oscilando entre el maniqueísmo y un grotesco conservadurismo.

Afortunadamente no todos los medios ni sus programas o segmentos informativos, han orientado sus descargas dolosas con fines de reforzar intereses elitistas, pues hay muchos otros que se esmeran en realizar un trabajo profesional, libre y aun de crítica inteligente, y algunos hasta practican la democracia en su propio seno, especialmente en la prensa escrita, poniendo ejemplo de ética informativa.

En el caso de los ciudadanos se registra un fenómeno similar, pues gracias a que los niveles educativos de la población, aunque todavía deficentes, se han elevado e igualmente la politización es mayor, así como el propio desencanto de las mayorías ante la crisis generada por los gobiernos anteriores, todo en conjunto ha contribuido al desarrollo de una mayor conciencia y a una especie de inmunización social, respecto a las mentiras consabidas y muy gustadas de los neliberales. Prueba de ello es que a pesar de los ataques constantes de muchos medios, la votación del 6 de julio hacia la alternativa y el cambio democrático fue contundente.

Sin embargo, sería inaceptable mostrar frente a esta situación una actitud conformista, benevolente o confiada en la posibilidad de que no influyen tanto estos juegos de oferta y demanda informativa que otros manipulan con una intencionalidad perversa o francamente antidemocrática.

Sólo la sociedad en su conjunto, sus representantes populares, su gobierno actual, sus instituciones, sus organismos civiles y ciudadanos en general, con una participación más amplia y determinante en los asuntos públicos, podrán transformar los medios de comunicación en México.

En tanto que el gobierno de la ciudad irá afinando seguramente sus planes y acciones de trabajo, así como sus estrategias de información, los legisladores tienen de entrada el gran compromiso de construir un marco jurídico diferente, en donde nunca más el Presidente en turno otorgue discrecionalmente las concesiones de radio y televisión. Por cierto, de estos y otros asuntos se habló recientemente en una reunión de trabajo entre el Jefe de Gobierno y la Organización Civil ``Comunicadores por la Democracia''.

Y así también los otros sectores y actores sociales deben contribuir al propósito común de que se democraticen los medios de comunicación, pues de no ser así sería la nuestra una democracia inconclusa.

Que las baterías informativas disparen contra el gobierno de Cárdenas puede ser una pantalla, pues el objetivo mayor no es centralmente el gobierno democrático que se inicia, sino la democracia que debe venir, profunda y plena en todo el país.

Ahí están, pues, las posibilidades de este proceso de transición. Depende de todos nosotros cambiar de verdad o permitir una regresión casi irreversible.