La Jornada 21 de febrero de 1998

En Tamaulipas, otro caso de tortura e impunidad policial

Triunfo Elizalde Ť Juan Carlos Domínguez Parra, Jesús Orozco Parra y Alberto Rivera Zapata fueron obligados, mediante tortura, a declararse culpables del homicidio de Guadalupe Chapa Olivo. Cuando los agentes de la Policía Judicial de Matamoros, habían concluido ``su trabajo'' y consignado ante el Ministerio Público a los tres asesinos, de pronto se presentó Chapa Oliva para aclarar que sólo se había ido a trabajar de ilegal unos días al ``otro lado'' de la frontera, y regresó cuando su familia rezaba el novenario por su muerte.

De acuerdo con el Informe sobre tortura en la frontera de Tamaulipas 1997, de la Comisión de Estudios Fronterizos y Protección de los Derechos Humanos, la aprehensión y tortura de Juan Carlos, Jesús y Alberto, fueron practicadas por elementos de la Policía Judicial Estatal, bajo las órdenes del jefe de grupo, Armando Cano, y del comandante Domingo Serna Núñez, a quienes la Procuraduría General de Justicia Estatal, luego de conocer acerca del error cometido, los comisionó policías citados a ``otras plazas de la entidad'', como castigo.

Estos hechos se iniciaron en septiembre del año pasado; Chapa Olivo y sus amigos Domínguez Parra, Orozco Parra y Rivera Zapata anduvieron de parranda; al término de la misma, el primero cruzó la línea divisoria con Estados Unidos, de manera ilegal, para esconderse un poco de los policías preventivos de Matamoros, que lo obligaban a cometer ``pequeños robos''.

Como sus familiares no sabían de él y temían por su vida, denunciaron su desaparición a la PJE, la cual, sin más, detuvo a Juan Carlos, Jesús y Alberto, y para ``sacarles la verdad sobre el asesinato'' de Guadalupe, comenzó a torturarlos.

Según la queja presentada ante la ONG aludida, primero les amarraron las piernas y las manos y les vendaron los ojos, para luego golpearlos en varias partes del cuerpo.

Ante su resistencia a declararse autores de un homicidio que no habían cometido, les aplicaron toques eléctricos y los trataron de asfixiar mediante bolsas de plástico colocadas en la cabeza. Cuando no pudieron resistir más, ``aceptaron haber matado a Guadalupe''.

Después de haberse confesado culpables, fueron presentados ante la agencia tercera del Ministerio Público del fuero común, de Matamoros, en la cual los consignaron ante un juzgado penal, donde inició el proceso correspondiente por delito de homicidio.

Todo lo anterior sucedió en sólo unos pocos días, los suficientes como para que Guadalupe retornara a Matamoros, vía Nuevo Laredo.

Cuando regresó a su casa, se enteró de que lo habían dado por muerto

Al presentarse en su casa y enterarse de que estaba muerto y que se rezaba en su memoria un novenario; que sus amigos Juan Carlos, Jesús y Alberto habían sido detenidos por haberlo matado; que su cuerpo había sido hallado en estado de descomposición en el ejido El Sabino, cerca del río Bravo e ``identificado por sus familiares, por las ropas que llevaba'', sin pensarlo más, Guadalupe Chapa Olivo se presentó ante el Ministerio Público para aclarar lo que había sucedido.

Lo absurdo de este caso radica en que, pese a la agresión policiaca de que fueron objeto los tres ``confesos por tortura'', se les mantuvo en la cárcel un tiempo. Apenas hace dos semanas, se dejó en libertad al último de ellos.

Por los hechos, no se ha llevado a cabo ninguna sanción administrativa o penal contra los agentes de la PJE involucrados en el asunto, sino que, por el contrario, la PGJ de Tamaulipas comisionó fuera de Matamoros a los dos jefes policiacos citados, con lo que la impunidad permanece latente.