Insólito: en Chihuahua la estructura del PRI se opuso al dedazo. A diferencia de Zacatecas y Durango, en esta entidad la designación presidencial encontró la resistencia de la cúpula priísta.
Intransigentes, obligaron al CEN priísta a aprobar el voto universal, directo y secreto para elegir a su candidato a gobernador. Días atrás se los había asegurado Heladio Ramírez, delegado del comité nacional: ``Serán los priístas chihuahuenses quienes elegirán a su candidato''. Tal promesa arrancó una atronadora ovación.
¿Qué motivó a la maquinaria electoral a adoptar semejante método?
Una muy simple. Al parecer, la voluntad presidencial no recayó en el auténtico líder del PRI, Artemio Iglesias. Dirigente estatal en 1986, 1992 y 1995, se le achacó el fraude electoral contra Barrio Terrazas, y la inesperada recuperación del PRI en las últimas elecciones locales, así como en las federales del 97 y las celebradas en Jalisco a finales del año pasado.
Sabedor de su arraigo en las huestes priístas, Artemio se juega el todo por el todo y recurre a un recurso, letal para el régimen: la competencia democrática. A fines de noviembre del año pasado supo que la decisión presidencial no lo favorecería. Llamó a su gente a oponerse a otra imposición presidencial -todo dentro del partido, le señalaron sus compañeros.
Como un solo hombre estrecharon filas. Al registro de la precandidatura de Iglesias acudieron todos los importantes: los dirigentes de los tres sectores, de las organizaciones de mujeres y jóvenes, el coordinador del grupo parlamentario en el Congreso local acompañado de casi todos los legisladores, todos los diputados federales, la senadora Martha Lara, la mayoría de los presidentes municipales y casi todos los dirigentes de los comités seccionales.``Lealtad con lealtad se paga'', les dijo.
Enfrente, el seguro depositario del favor presidencial, el diputado federal Patricio Martínez, ex alcalde capitalino y ex dirigente de la Canaco local, ha recibido también el beneplácito del gobernador Barrio, quien lo calificó de ``político moderno y excelente administrador''. En cambio, a Artemio lo caracterizó como ``un priísta de viejo cuño que tiende a prácticas del fraude electoral''.
No sólo el rechazo del panismo ha encontrado el líder priísta, también las cúpulas empresariales, de manera más o menos velada, lo han repudiado.
Decididos a cumplir la orden presidencial, los enviados del CEN priísta han intentado todo para impedir el triunfo de Artemio. Hasta el pasado fin de semana aún no resolvían quiénes podrán votar y en dónde se instalarán las casillas. Mientras Iglesias insiste en que deben ser los militantes y quienes se afilien en ese momento, además de que debe instalarse un mínimo de 2 mil 700 casillas, el CEN y la gente de Patricio Martínez impulsan que la votación se abra a toda la población, sin el requisito de la afiliación, y que sólo se instalen 500 casillas.
Entrampados en esta controversia, los acontecimientos de los próximos días marcarán sin duda alguna el rumbo de las elecciones constitucionales. Aun si la resolvieran, los priístas no tienen asegurado el triunfo. Reunidos alrededor de un proyecto político personal, fueron incapaces de convertirse en un verdadero partido opositor.
Hace falta una línea política y no la tuvieron. Lo mismo elogiaron que enfrentaron ásperamente al gobernador panista. Mayoría en el Congreso del estado, el PRI estuvo en condiciones de enseñarle al país que la alternancia política entre este partido y Acción Nacional podría ser un jalón hacia la democracia.
No fue así, no resistió los telefonazos del secretario de Gobernación y del Presidente de la República, llamándolo a disciplinarse y aceptar las condiciones del Ejecutivo del estado. Líder de esa fuerza, Artemio no encabezó las directrices del partido, del cual sólo esperaba fuera el trampolín para su candidatura, por ello sorprende su actitud.
¿Podrá remontar el PRI tan grandes retos? ¿Superará la consigna presidencial, rebasar la ambición personal de su líder y triunfar en julio? Y si pierden, ¿seguirán existiendo?
El Partido Revolucionario Institucional nació en el poder y para el poder. Nada más alejado para este partido político que las prácticas democráticas. No podrá convertirse en un verdadero partido político. De seguir la práctica presidencial, tal y como ha ocurrido en Zacatecas, Durango y Chihuahua, su fin está cercano.
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