La economía mexicana está sujeta hoy a fuertes presiones, unas de origen externo y otras, no menos importantes, de naturaleza interna. La reducción de los precios del petróleo ha sido mayor de la esperada cuando se hizo la corrección presupuestal de hace unas semanas y se ajustó el ingreso por exportación de crudo de un promedio de 15.50 dólares por barril a 13.50 dólares. El comportamiento del mercado petrolero sigue siendo muy incierto y, a pesar de que el director de Pemex había dicho que los precios no caerían más, ahora su confianza es menor. En el caso de los mercados financieros, su comportamiento sigue marcado por la inestabilidad. Las monedas y las bolsas de valores muestran aún gran volatilidad, todavía falta concretar el conjunto de intervenciones necesarias para frenar la fragilidad institucional que existe y no se puede ahora responder la pregunta respecto a si la crisis de las economías del este de Asia, que ha repercutido a escala mundial, ha llegado ya a su fin. Mientras tanto, la bolsa de valores de México ha tenido un desempeño negativo en todo lo que va del año, el peso está cada vez más débil y se cotiza al mayoreo en casi 8.60 por dólar y las tasas de interés siguen en un nivel del orden de 18 por ciento en el que se han estacionado durante muchos meses, a pesar de que la inflación ha ido cediendo.
El gasto público ha sido reducido hasta ahora en 18 mil 115.5 millones de pesos, lo que representa 2 por ciento del gasto total. Esto incluye las reducciones propuestas por el Congreso en la aprobación del Presupuesto de Egresos y aquellas provocadas por la disminución de la renta petrolera. Más de la mitad de este monto corresponde a una reducción del gasto en inversión que realiza el gobierno, sobre todo en dos entidades que son Pemex y la CFE, y lo que ello significa es la cancelación o posposición de obras que pueden ser muy relevantes para la expansión de estos sectores vitales de la producción y la infraestructura física del país. En el caso de la educación se afectó 24 por ciento de su gasto aprobado, a pesar de que se había señalado cuando se propuso el primer ajuste del presupuesto que este sector no sería afectado. Igualmente se disminuyen los gastos del sector salud en 3 por ciento, y del de comunicaciones y transportes en 15.5 por ciento. Por el lado del corte del gasto corriente, ahora el sector público contribuirá también a la creación de menores puestos de trabajo y a la menor demanda para los proveedores.
Es cierto que los factores externos son adversos, y que han orillado a revisar la capacidad de gasto del Estado, pero esta repercusión tiene la magnitud observada debido a la debilidad interna de la economía. La más evidente es la enorme dependencia fiscal con respecto a los recursos petroleros, ya que 40 por ciento de los ingresos del gobierno provienen de esa fuente. Otro aspecto de la vulnerabilidad es la depresión del mercado interno, que persiste a pesar de los registros récord del crecimiento del producto interno bruto. Por otra parte, se ha ido incrementando de manera muy rápida el déficit al tiempo que crece el producto, y esto de modo muy convencional en términos de los ciclos de la economía en las últimas décadas. Estas cuestiones reducen la capacidad de resistencia de la economía, sobre todo cuando el tipo de cambio está sujeto a los flujos de capital que ahora demandarán una mayor tasa de interés para estar en pesos. Y esto no sólo involucra a los capitales externos que se invierten en el mercado mexicano, que ha dado muy buenos rendimientos medidos en dólares, sino que tiene que ver con los capitales nacionales que, en el caso de una corrida contra el peso en caso que los réditos reales disminuyan o haya una mayor expectativa de devaluación, serán los primeros en refugiarse en los dólares.
Ante este panorama el secretario de Hacienda sostiene, como lo ha hecho siempre, cuando era funcionario de esa dependencia e incluso cuando estaba encargado de las relaciones exteriores, que a pesar de las presiones México goza de la confianza de los inversionistas extranjeros. Este parece ser el único rasero con el que contempla la dinámica de la economía nacional, pero es, a todas luces, insuficiente. De modo consecuente con esta visión, el subsecretario del ramo anticipó a los operadores del mercado financiero de fuera y dentro del país el anuncio sobre el monto de la reducción del gasto público, lo que parece ser lo único posible cuando todo está volcado al manejo de las variables financieras. En 1997, cuando el PIB creció 7 por ciento se habría registrado el mejor momento de la economía en este sexenio, y a partir de ahora por los efectos externos, pero sobre todo debido a las condiciones que definen el funcionamiento interno, ese crecimiento tendrá cada vez más dificultades para sostenerse. La reacción del gobierno ante la caída del precio del petróleo y los efectos de la crisis asiática fue expedita pero puede haber sido apresurada, sobre todo porque no se acompaña de cambios en la política económica que modifique las condiciones de operación de la economía. El dilema es como el de esa pregunta popular: ¿qué quiere, rapidez o precisión?