Antonio Gershenson
¿Otra guerra de precios petroleros?

El precio del petróleo subió más de medio dólar cuando un representante de Arabia Saudita dijo que participaría en una reunión de la OPEP para coordinar la acción en torno a los bajos precios de este recurso, con la condición de que los países de dicho organismo respetaran sus cuotas de producción. Cuando un representante de Venezuela dijo que no reduciría sus niveles de exportación si no lo hacían también los exportadores de fuera de la OPEP, los precios empezaron a bajar de nuevo. Esto nos muestra, por un lado, que lo que haga la OPEP, con las actuales condiciones, influye bastante en el mercado petrolero; por otro lado, indica que podemos estar caminando hacia una nueva guerra de precios, si es que ésta no se inició ya.

De hecho, la posición saudita es, por lo menos, de una especie de ``huelga'' de precios, si no de guerra de los mismos: le bastaría no hacer nada, para que continúe un desplome de precios que vaya sacando del mercado a los productores con mayores costos de extracción de petróleo. México no es de los países con extracción más cara, pero tiene una posición muy desfavorable frente a los bajos costos y abundancia de reservas del Golfo Pérsico. Ya en la guerra de precios de 1986 México perdió, entre otras cosas, un diez por ciento del mercado de exportación que había alcanzado.

La actitud de funcionarios mexicanos de abstenerse de toda acción diplomática o política en materia de precios del petróleo, en nada favorece a nuestro país. La declaración del secretario de Energía sobre la coordinación de los exportadores que no están en la OPEP, hace más de dos meses, fue seguida por el silencio al respecto. La medida que podría considerarse relacionada con todo esto, una nueva coinversión para refinación en Estados Unidos, ahora con la Exxon, en el mejor de los casos daría mercado para una pequeña parte de nuestras exportaciones. Será necesario referirnos a esta medida en un artículo especial, pero mientras tanto debe ser claro que no va a sustituir la falta de una diplomacia y de una política energéticas en el campo de los precios internacionales del petróleo.

Hasta el momento se ha hablado de los precios del petróleo como si fueran un fenómeno totalmente externo, e incluso misterioso. Puede ser que bajen, se ha dicho, como si pudiera venir un terremoto. El hecho es que se está contribuyendo a esa baja. El aumento sostenido de las exportaciones petroleras durante más de dos años contribuye a saturar el mercado, a que, por decirlo así, a cada comprador le estén ofreciendo petróleo varios vendedores.

El desenlace de una guerra de precios petroleros puede incluir varios elementos que se presentaron ya en ocasiones similares del pasado. Se pueden cerrar pozos en Texas y otros lugares con altos costos de producción. Se cancelarían inversiones en exploración y producción en varios países, por incosteabilidad. En el caso de México, si no llega a perder otra vez una parte de sus mercados, por lo menos sufrirá una baja en sus ingresos de divisas y en el ingreso fiscal. Y, si se sigue reaccionando como en enero, se tomarán más medidas para ahogar a la economía y en especial a las actividades productivas.

Cuando se llegue a un acuerdo éste no será entre todos, como no lo fue en 1986 ni en 1988, en que, por ejemplo, Inglaterra quedó fuera y sin ninguna posibilidad de influir en el mercado. El acuerdo será entre los países que se muestren activos en defensa del petróleo. Y más vale que se revisen las prioridades en nuestras relaciones internacionales, y se adopte una política de precios internacionales del petróleo crudo. De lo contrario, los daños pueden ser incluso mayores.