Masiosare, domingo 22 de febrero de 1998



QUERETARO


Los enigmas del 5 de Febrero


Jaime Avilés


¿Por qué el Estado Mayor Presidencial dejó sin protección al secretario de la Defensa cuando el doctor Zedillo abandonó el Teatro de la República el 5 de febrero en Querétaro? ¿Por qué el autobús del gabinete legal tomó una ruta distinta a la del resto de la comitiva? ¿De dónde salió el comando de encapuchados que rompió las mangueras del vehículo? ¿Es el alcalde panista de Querétaro jefe de un grupo de choque adiestrado para reprimir? ¿Todo fue, simplemente, una maniobra para perseguir a las organizaciones sociales y culpar a los seguidores del Frente Zapatista de Liberación Nacional?



La ceremonia

Ha terminado la ceremonia oficial que festeja el aniversario número 81 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En el viejo Teatro de la República donde Venustiano Carranza atestiguó el histórico momento en que fue promulgada, un enjambre de teléfonos celulares recobra sus timbres múltiples, mientras el presidente Ernesto Zedillo, seguido de su tercer secretario de Gobernación y de las cabezas visibles del Poder Legislativo y del Poder Judicial, regresa a la luz del día, es decir, a la puerta del modesto recinto.

El teatro queda en la esquina que forman las calles Angela Peralta -trazada de este a oeste- y Benito Juárez -de norte a sur. El autobús del jefe del Ejecutivo es custodiado por dos vallas: una del cuerpo de Guardias Presidenciales y otra del Estado Mayor Presidencial. Y en cuanto las distinguidas personalidades suben a bordo, el moderno armatoste se va por Angela Peralta, frena ligeramente al llegar al crucero de la calle Corregidora -también de norte a sur, paralela a Benito Juárez- y da vuelta, por Corregidora, a mano izquierda.

Varios autobuses más, con los invitados especiales en sus lujosas entrañas, cogen el mismo camino: de la esquina de Peralta y Juárez, sobre Peralta, hasta la esquina de Peralta y Corregidora, donde viran a la izquierda, por Corregidora, siguiendo el camión del doctor Zedillo.

En el pequeño lapso en que todo esto sucede, las Guardias Presidenciales y el Estado Mayor Presidencial rompen filas y salen de la escena. Al mismo tiempo, los miembros del llamado gabinete legal -entre ellos, los secretarios de Defensa y Hacienda, y las secretarias de Relaciones Exteriores y del Medio Ambiente- suben al mismo autobús en que habían arribado a la ceremonia y que los aguarda, sobre la calle Benito Juárez, antes del cruce de ésta con Angela Peralta.

Algo incomprensible ocurre en ese instante. El autobús del gabinete legal, en vez de tomar Angela Peralta y doblar a la izquierda en Corregidora, como todos los demás, sigue de frente por Benito Juárez y...

Veamos la escena desde otro ángulo.

La manifestación

A una cuadra del Teatro de la República hay un parque típico de estos parajes: tiene un kiosco en el centro, un cinturón de bancas metálicas en torno del kiosco, y algunos prados con árboles que el viento de febrero mece con languidez. El parque se ubica dentro de un rectángulo que forman las calles 16 de Septiembre -de este a oeste, paralela a Angela Peralta-, y Benito Juárez y Corregidora, como ya está dicho, de norte a sur. El nombre de la cuarta calle no importa.

Lo que interesa en cambio es que, desde las nueve de la mañana del 5 de febrero, diversas organizaciones sociales y una mínima representación del PRD, marchan en derredor del parque. ¿Quién encabeza la protesta? Nadie en realidad, porque el desfile insinúa una serpiente que trata de morderse la cola. En esa manifestación participan: militantes de El Barzón, activistas estudiantiles, maestros universitarios, comités civiles del Frente Zapatista de Liberación Nacional (FZLN), vendedores ambulantes afiliados al PRI en la organización de Los Palomos -de los que ya se hablará- y principalmente colonos, campesinos, indígenas y choferes agrupados en el Frente Independiente de Organizaciones Zapatistas (FIOZ).

Algunos miembros del FIOZ -bloque variopinto que no pertenece al FZLN pero que tiene varios comités del FZLN en sus filas- se han disfrazado con cucuruchos blancos en la cabeza, como los del Ku Klux Klan, pero como están en lucha permanente contra el gobernador panista Ignacio Loyola Vera y, sobre todo, contra el alcalde de Querétaro, Francisco Garrido Patrón, esa mañana dicen, burlándose, que pertenecen al Ku Klux PAN.

Cada vez que los del FIOZ completan una nueva vuelta al parque, se detienen en la esquina de Benito Juárez con 16 de Septiembre, y se ponen a gritar consignas rimadas frente a la valla de granaderos con escudos, cascos y toletes, que les impide seguir por Benito Juárez hasta la esquina de Juárez con Angela Peralta donde los tres poderes cantan loas en honor de nuestra vieja Constitución. A veces, por momentos, hay empujones. Pero los granaderos permanecen inconmovibles.

-Queremos que entre una comisión para que le entregue un pliego de peticiones a Zedillo -exije a través de los cascos Sergio Jerónimo, líder del FIOZ, que dos días más tarde caerá preso.

Al cabo de varias insistencias y de una fricción que amenaza con desordenar la mañana, cada vez más tensa -un anciano llamado don Benito es agredido de un garrotazo arriba de la oreja izquierda, por un granadero que sale de la línea de contención para zurrarlo con sadismo-, Jerónimo logra que un personero del gobernador de Querétaro reciba el pliego petitorio y vaya hasta el teatro para entregárselo, al menos eso promete, al jefe del Ejecutivo federal.

Sin embargo, el personero regresa al poco tiempo y devuelve el papel.

-Tengan -dice-. El señor presidente no quiere saber nada de Chiapas.

Entonces, los del FIOZ continúan sobre 16 de Septiembre hasta la esquina con Corregidora, donde una segunda valla de granaderos también les impide el paso. Aunque, de repente, los granaderos se quitan. Y comienza el merequetengue...

La pedrea

Cuando el presidente Zedillo dobló en su autobús por la calle Corregidora a la izquierda, al igual que los vehículos de los invitados que lo seguían, las Guardias Presidenciales y los agentes del Estado Mayor Presidencial se evaporaron. Fue en ese momento cuando la valla de granaderos colocada sobre 16 de Septiembre y Corregidora se abrió por sorpresa.

Los del FIOZ, sin embargo, decidieron que sólo se internara en ese territorio vedado la comisión que deseaba hablar con Zedillo. Corriendo, subieron hasta Corregidora esquina con Angela Peralta, allí dieron vuelta a la izquierda y siguieron sobre Peralta hasta la puerta del teatro donde todo era confusión.

El autobús del gabinete legal, simultáneamente, se había acercado, sin esquema de seguridad alguno, hasta situarse detrás de la valla de granaderos que aún taponaba la esquina de Benito Juárez con 16 de Septiembre. Ante los apremios del chofer, los granaderos se replegaron a los lados para franquearle el paso hacia la tierra de nadie donde empezaba la irritada multitud.

Así, mientras el descontento popular caminaba en reversa delante de las salpicaderas del autobús que giraba penosamente a la izquierda para tomar 16 de Septiembre, de la plaza de la Corregidora surgieron al menos cinco individuos, que militantes del FIOZ describen con las siguientes características:

``Llevaban unos pasamontañas negros, muy grandes, que por delante les caían sobre la panza. Todos iban con unas gorras negras, encima de los pasamontañas. Tenían camisetas y pantalones negros. Dos cargaban piedras, de las que hay en los redetes de los árboles de la plaza. Uno se acercó con un tubo o una varilla. No es cierto: varios iban con tubos, de ésos que hay en los puestos de los ambulantes de plaza Corregidora''.

A estos misteriosos personajes, los del FIOZ atribuyen la acción relámpago que, en medio del desorden, se estaba suscitando delante del autobús: ellos, hipotéticamente, fueron quienes se acercaron al camión, levantaron la tapa del chasis y cortaron las mangueras que al vaciarse lo inutilizaron, al mismo tiempo que lo golpeaban con las varillas y las piedras, incitando a que los ingenuos más enardecidos del tumulto procedieran como ellos.

De todo esto, dicen los del FIOZ, existen videos que fueron incautados por la Policía Judicial de Querétaro, cuyo jefe máximo, Jesús Lomelí Rojas, el martes 17 de febrero renunció al cargo de procurador de Justicia del Estado por motivos ``estrictamente personales.

* * *

Esta es la investigación más detallada que se tiene hasta ahora sobre el extraño episodio. Pero, ¿qué hay detrás de esta página?



ALGUNOS ANTECEDENTES


Septiembre de 1985

Faltan pocos días para los terremotos que van a destruir el corazón de la ciudad de México y a provocar un explosivo crecimiento de población en la capital de Querétaro. En una colina a diez minutos del centro, un grupo de solicitantes de tierrras para vivienda constituye la asociación civil ``Vista Alegre Maxei''. Esta última palabra significa Querétaro en lengua nhanhü.

-¿Con acento en la u?

-Con diéresis -precisa Irma Pérez Lugo, compañera de Sergio Jerónimo, el principal dirigente del FIOZ, hoy preso, mientras relata la historia de esta organización.

Eran 267 personas que habían ocupado hacía meses igual número de predios en aquella loma, guiadas por un puñado de asesores ``espontáneos'', ligados al gobierno, que estaban manipulando el movimiento en su personal provecho.

-Cuando nos dimos cuenta -dice Irma- los corrimos, nos volvimos asociación civil y nos pusimos a trabajar para sacar adelante nuestra colonia. Fue, más que nada, una lucha por obtener servicios.

Hoy la Vista Alegre Maxei es una urbanización que está dejando de ser proletaria, con agua, luz, pavimento y drenaje, seccionada en calles que han tomado sus nombres de las ganaderías de reses bravas más populares en el país: Mimiahuapan, Piedras Negras, La Punta, San Diego de los Padres.

Y la antigua asociación civil, que en estos 13 años ha ido expandiendo su influencia, hoy es un frente con unos 40 comités de base en comunidades indígenas, colonias populares y asociaciones de choferes de taxi, que hasta una semana antes del extraño episodio del 5 de febrero en el Teatro de la República se llamaba Frente Independiente de Organizaciones Sociales (FIOS).

-¿Por qué cambiaron la ese por la zeta?

-Por solidaridad con los compañeros de Chiapas -dice Irma-. Nosotros empezamos a apoyar a los zapatistas desde 1994 -y muestra una carta, de junio de ese año, en la que el subcomandante Marcos les agradece el primer donativo de víveres y ropa que el FIOS envió a la selva-. Después de lo de Acteal, quisimos ser más explícitos.


Mayo de 1997

En su campaña por la presidencia municipal de la ciudad de Querétaro, el candidato del PAN, Francisco Garrido Patrón, ofrece: si el voto popular me da el triunfo, los titulares de las delegaciones políticas en que se divide la capital serán electos por sus gobernados. ¿Cómo?

Eso nunca lo explicó.

El 6 de julio se registra un acontecimiento sorpresivo. Fernando Ortiz Arana, el abanderado del PRI, considerado en todos los pronósticos como el gran favorito para alcanzar la gubernatura, es vencido por Ignacio Loyola Vera, su tímido contrincante panista.

Vista en perspectiva, la victoria de Loyola Vera despierta una sospecha que se repite en los comederos políticos de la ciudad: el ex secretario de Gobernación Emilio Chuayffet Chemor deshizo una serie de amarres en favor de Ortiz Arana, para ayudar a Loyola a derrotarlo.

De esta suerte, Chuayffet habría sacado a Ortiz Arana de la carrera por la sucesión presidencial. Pero, en sus afanes por quitarse enemigos, le dio al PAN un regalo inesperado. Y de la caja en que venía envuelto ese obsequio, brotó, como un muñeco de resorte, Francisco Garrido Patrón, convertido en jefe del ayuntamiento.

A diferencia de Loyola Vera, que es un panista de nuevo cuño, inscrito en la corriente de Carlos Medina Plascencia, Garrido Patrón es un tradicionalista, amante de la línea dura, cercano al gran cacique de San Juan del Río: Diego Fernández de Cevallos.


Noviembre de 1997

Cuando Francisco Garrido Patrón asumió su cargo, los habitantes de las delegaciones políticas de la ciudad empezaron a preguntarse, primero, y después a preguntarle en voz alta: ¿cuándo elegimos a los delegados?

Los primeros que pasaron del dicho al hecho, fueron los comités de base del FIOS de la delegación Carrillo Puerto, que abarca la zona industrial de la ciudad. Así que tomaron el edificio de la delegación, pidiendo diálogo, y el 14 de noviembre la respuesta del alcalde se tradujo en una golpiza, en la que participaron granaderos, policías judiciales y perros antimotines. Y dos dirigentes fueron detenidos.

La segunda delegación que se inconformó fue Santa Rosa Jáuregui, enclavada en un área periférica en la que conviven comunidades campesinas con núcleos semiurbanos, donde los mayores reclamos son servicios elementales y viviendas. Como los de Carrillo Puerto, los de Santa Rosa también ocuparon el edificio administrativo pero, a principios de este año, transladaron el plantón a la plaza Vicente Guerrero, frente al palacio municipal, donde actualmente prosiguen.


Enero de 1998

El descontento contra el nuevo gobierno panista de Querétaro no se limita a la capital del estado. En el municipio de Amealco, los campesinos realizan otro plantón, encabezados por Pascual Lucas Julián, dirigente del FIOS, y la Policía Judicial interviene. Secuestra a Pascual y lo obliga a firmar un papel en el que éste ``se compromete'' a no regresar a las comunidades del rumbo. Insatisfechos, los campesinos deciden mudar sus tiendas de campaña y sus mantas a la Plaza de Armas, frente a la oficina del gobernador. Una vez que la protesta se concentra en dos puntos clave de la ciudad, Manuel Ovalle, secretario de Garrido Patrón, llama a Sergio Jerónimo y lo amenaza de muerte. Exactamente, el 3 de enero.

Este es el clima que se exacerba en la entidad y que desembocará en los tumultos del 5 de febrero después de la ceremonia en el Teatro de la República.



La segunda parte del plan


Finalizados los 20 minutos de desorden en la calle 16 de Septiembre, los medios masivos proceden a fabricar culpables y a exigir la inmediata intervención de la fuerza pública. TVQ, filial de Televisa en Querétaro, bombardea a su auditorio con imágenes que repite obsesivamente, mostrando el instante en que Sergio Jerónimo, en medio de los empujones, coloca las manos sobre el equipo de trabajo de un camarógrafo de Televisión Azteca. Para los noticieros locales, el líder del FIOZ ``intentó robar'' al periodista.

-Ese pendejo le debería agradecer a Sergio que lo ayudó cuando se estaba cayendo -dice uno de los compañeros de Jerónimo, sobre los cuales, 11 en total, pesan varias órdenes de aprehensión-. Si no hubiera sido por Sergio, lo habría pisado la gente.

Pero este es el clima de linchamiento que la televisión local, sumando indignadas declaraciones de empresarios y políticos panistas, mantiene durante el jueves 5 por la noche y a lo largo de todo el viernes 6, al mismo tiempo que los medios nacionales atizan la efímera polémica desatada por Francisco Labastida Ochoa, el flamante y sin embargo ya desgastado titular de Bucareli.

Según Labastida, el ataque al autobús del gabinete presidencial se debió a que el gobernador Loyola Vera se había negado ``a pagar un millón de pesos a un grupo de chantajistas'' que lo amenazaron con echarle a perder la fiesta. Al enterarse de lo cual, Loyola replicó de inmediato que eso era falso y Labastida se vio obligado a desdecirse.


La redada

El sábado 7 de febrero -el mismo día del primer concierto de los Rolling Stones en la ciudad de México-, el gobernador Loyola Vera pasa a la acción directa. A las 4 de la tarde alrededor de 300 agentes judiciales, varios camiones de granaderos y una jauría de perros antimotines se despliega en derredor de una casa en la colonia Vista Alegre Maxei, donde la policía supone que se ocultan los dirigentes del FIOZ.

Apoyados por los granaderos y los perros que copan toda la manzana, los judiciales penetran en el domicilio y, dicen sus moradores, ``hacían cosas ridículas, como levantar las piedras del jardín, esculcar dentro de una cuna, revisar el refrigerador, porque según ellos estaban buscando armas''.

El operativo se prolonga hasta las 8 y media de la noche. A partir de la casa asaltada, el cerco policiaco se estrecha hasta dar con Sergio Jerónimo, Anselmo Robles y Pascual Lucas Julián, en una obra en construcción a varias manzanas de allí.

Los detenidos son transportados al penal de San José el Alto, donde permanecerán siete días incomunicados y sometidos a presiones sicológicas, por agentes que pretenden obligarlos a declarar con la única asesoría de un defensor de oficio que no acredita su personalidad jurídica.

Ocho días después de la captura, el domingo 15, cae en manos de la ley José Pulido, otro dirigente del FIOZ que había sido visto en las pantallas caseras.

Con ellos, la policía aprehende a Moisés y José Palomo, integrantes del grupo de choque de Los Palomos, al servicio del PRI, que hasta el último día de la pasada administración respondía a las necesidades del ex presidente municipal Jesús Rodríguez Hernández.


La farsa

No son pocas las acusaciones del gobierno federal en contra de los detenidos: la justicia los persigue por motín, robo agravado, lesiones y desobediencia de particulares.

Para sustentar estos cargos, la PGR está presentando a los granaderos que custodiaban la 16 de Septiembre, así como a comerciantes establecidos en torno del parque contiguo al lugar de los hechos.

Sin embargo, en opinión del abogado Francisco Juárez Cureño, ``las deposiciones de estos testigos son muy débiles''. Y explica: ``Un granadero declaró que había cien manifestantes; otro dijo que 5 mil. Un comerciante reconoció ante el juez calificador, y así consta en actas, que vino a declarar porque se lo pidió un comandante de la Judicial que es su amigo. Otro comerciante quiso presumir, y así consta en actas, que su declaración `tiene el propósito de ayudar al gobierno'. Nada de esto es en serio''.

En lo tocante a las acusaciones de la justicia local, a Sergio Jerónimo, dice su compañera, ``le están achacando el despojo de un rancho en San Pedrito Peñuelas, cuando él fue el que sacó a los compañeros que lo habían invadido, los llevó a negociar con el gobierno, consiguió que les dieran otros terrenos para vivienda y les resolvió la bronca a los dueños del rancho'' .

Y así por el estilo.

En respuesta, tres de los cuatro presos políticos del FIOZ (Jerónimo, Pascual y Robles), enviaron a Masiosare una carta desde la prisión, en la que aceptan ser culpables ``de haber ayudado a más de 2 mil familias a obtener vivienda; de haber apoyado las luchas de las comunidades indígenas de Santiago, San Idelfonso y San Miguel Tlaxcaltepec; de haber luchado junto con los trabajadores del volante a tener una concesión propia; de haber acompañado a los (vendedores) ambulantes en su lucha diaria; de haberse comprometido a luchar por vivienda, trabajo, tierra, servicios, salud, educación, democracia, justicia, libertad, para que los excluidos alcancen todos una vida digna y los que manden lo hagan obedeciendo''.


El agua fría

Así las cosas, la madrugada del lunes 16, al principio de la semana que hoy termina, un grupo de choque salió del palacio municipal de Querétaro y se dirigió a las tiendas de campaña donde prosigue el plantón de los que exigen que el alcalde cumpla su promesa de organizar elecciones para escoger a los delegados políticos.

En una acción relámpago, los golpeadores de Francisco Garrido Patrón bañaron con mangueras de agua fría el campamento donde mal dormían, a una temperatura de dos grados sobre cero, niños de pecho y ancianos indefensos.

Quienes los vieron, mojándolos y desgarrando las mantas y pisoteando los ataúdes que recuerdan la matanza de Acteal, aseguran que los agresores tenían la misma complexión robusta que los encapuchados de pasamontañas negros que rompieron las mangueras del autobús en que viajaba el gabinete del doctor Zedillo.



La tremenda corte

La escena, el lunes 16 de febrero a las tres de la tarde, en la sala penal del Primer Juzgado de Distrito del Libre y Soberano Estado de Querétaro.

De pie, el licenciado Romualdo Almazán, primer secretario del juzgado. A su derecha, con mirada de mujer enloquecida, una mecanógrafa que golpea con odio las teclas de su vieja computadora. A su izquierda, el licenciado Francisco Juárez Cureño, defensor de los presos políticos del FIOZ y miembro de la Asociación Nacional de Abogados Democráticos.

En el centro de la escena, de espaldas al público, un joven granadero, con ropa de civil, escoltado por una señora, también de espaldas, de gruesas espaldas, sobre las cuales se derrama una melena color caoba y gris: su asesora jurídica.

Es el turno del defensor.

-Explique el agente de autoridad por qué dijo que los indiciados atacaron el autobús que señala en su informe.

Aunque de espaldas al público, es obvio que el declarante no mueve los labios ni su asesora tampoco. Quien sí lo hace, gesticulando como si le costara mucho trabajo pensar, es Romualdo, el primer secretario del juzgado.

-La pregunta -dice en voz muy baja- es improcedente.

Entonces, el defensor la modifica y espera.

-La pregunta -repite el afanoso abanderado de la justicia- es improcedente.

Durante media hora, es lo mismo. El defensor trata de acosar al testigo y el representante del juez lo salva. Cuando el defensor concluye su actuación, toca el turno de la asesora jurídica del testigo.

-Diga, si puede -lo incita-, en qué momento vio al inodado Sergio Jerónimo apedreando el autobús.

-La pregunta -dice ahora el defensor- no procede porque es inductiva.

-Responda el testigo -replica, inmutable, el representante del juez.



Los Palomos

Esta era una familia de siete hermanos, que llegó a Querétaro desde su natal Veracruz, en la época en que todavía no se mudaban cientos de miles de chilangos despavoridos por los terremotos de 1985, a la cuna de nuestra vieja Constitución.

Era aquel un tiempo en que si un automóvil frenaba en la calle, los demás lo eludían y seguían de largo. ``No como ahora que si una frena tienen que frenar los demás, y no falta mucho para que en esta ciudad empiece a haber carambolas como esa que hubo en Italia'', me dice el taxista que me lleva de la estación de autobuses rumbo al plantón del FIOZ, organización que detesta.

``Son unos angelitos'', me explica. ``Pero ya los tienen bien presos, porque salieron en la televisión haciendo sus desmadres'', agrega en referencia a los hechos del 5 de febrero.

En Querétaro, a la fecha, hay 98 asociaciones de taxistas, y miles de solicitantes esperando un juego de placas. Los hay del PRI, del PRD, del FIOZ y de Los Palomos.

Estos, cuentan y reiteran distintas voces, llegaron de Veracruz, siete hermanos, y se metieron a organizar vendedores ambulantes. Luego armaron un grupo de choque, manejado por el ex presidente municipal Jesús Rodríguez Hernández.

Cuando el fenómeno del ambulantaje se desbordó, igual que en otras ciudades de la República, Rodríguez Hernández ofreció reconvertir a los vendedores lidereados por Los Palomos en taxistas. Pero nunca cumplió su promesa. Y ahora que el priísta ha perdido todo poder, Los Palomos, con su pseudo estructura paramilitar, andan sueltos y son un peligro.

¿Por qué los metieron a la cárcel junto con los líderes del FIOZ, que son de muy otra índole? ``Para que la gente crea que todos somos lo mismo'', dice la esposa de uno de los zapatistas presos.