La Jornada martes 24 de febrero de 1998

Andrés Aubry y Angélica Inda
Las llagas de Jaime Sabines y las nuestras

Lolita de la Vega volvió a arremeter en TV Azteca. En su dominical y nocturno Hablemos Claro, cobró caro: a la Cocopa, a la Conai, y luego a su entrevistado estrella: Jaime Sabines. Al poeta le hizo repetir lo que ya lo había desprestigiado cuando la penúltima Feria Internacional del Libro en Guadalajara (La Jornada, 2 de diciembre de 1996): insultos contra ``un cura'' que no es otro que don Samuel Ruiz (quien manipularía sumas cuantiosas en dólares en pro de intereses turbios), con la complicidad de Juan Bañuelos y Oscar Oliva --éstos dos ex entrañables amigos suyos, poetas como él, tachados en la misma feria de ``monaguillos'' del anterior-- y, en plato fuerte, contra los extranjeros que desestabilizan a su Chiapas natal, a donde ``ya no quiere ir porque le duele''.

La entrevistadora hizo mentir un verso célebre de su entrevistado: ``No puedo ser mío si no soy de todos'', que tanto rima con ``Para nosotros nada, para todos todo''.

Aquí, en San Cristóbal de las Casas, lo recibiría con veneración el ``Centro Jaime Sabines Los Amorosos'', dentro del cual quienes escribieron sobre el movimiento zapatista, organizaron presentaciones de sus libros, pensando que sería un homenaje y un cariño para con el Maestro.

Es que somos muchos para quienes los poemas de Jaime Sabines son una adicción. Pero ahora, nos lastima y apena hacer una dolorosa cirugía mental, simétrica, de sus 35 operaciones de la pierna, para separar a la persona de su verbo, al autor de su obra.

Deseamos todos que Jaime Sabines sea otra vez el hijo del mayor Sabines, quien combatió en la revolución, o el bisnieto del insurgente Joaquín Miguel Gutiérrez, prócer de Chiapas cuando el Chiapas de entonces se parecía tanto al Chiapas de hoy.

El cadáver de ``Papá Joaquín'', como dicen todavía en la familia, despojado de la bandera con que había brincado del techo de la catedral al ``callejón del sacrificio'' para escapar a la ira de los santannistas, fue cariñosa y orgullosamente envuelto en el cotón de un chamula de paso.

El ``ciudadano en armas'' que dio su apellido a Tuxtla --entrañable ciudad para don Jaime-- mandaba comunicados (ya rescatados y publicados en un número especial del Boletín del Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de las Casas) desde algún lugar clandestino del campo chiapaneco.

La verdad es que el verbo incisivo y transparente de estas ``Proclamas'' del bisabuelo ha infundido a los poemas de su descendiente el cristal de su palabra.

Dolió la humillante entrevista de Lolita de la Vega, con sus acentos xenófobos, porque anegó la cuna del afamado Maestro, hijo de un extranjero, orígenes cantados en el celebrísimo poema identificador de los sentimientos y estilo de Sabines. Su señor padre era libanés, vagó sufrido en las islas del Caribe hasta que desembarcara en Chiapas para casarse con la dulce madre de Jaime, Juan y Jorge Sabines y, en seguida, para ``intervenir en los asuntos internos del país'', luchando por la revolución, escapando al pelotón de ejecución.

Sin ser naturalizado mexicano, conquistó sus grados militares en el Ejército Constitucionalista, con Agustín Castro, quien nos dio la famosa ``Ley de liberación del mozo''.

Estamos hablando del inmortal y patético ``mayor Sabines'', destinatario de ``algo'' que ha dado su fama al Premio Nacional de Poesía.

El abuelo de su mamá había tenido la misma historia; Joaquín Gutiérrez, padre del federalismo chiapaneco, había sido, como el bisnieto Jaime, hijo de un extranjero: tardíamente llegado a Chiapas, este gachupín del rancho Don Rodrigo, hoy Berriozábal, huía de la tiranía de una España decadente e indigna para servir las causas de Chiapas, que estimaba universales.

Su hijo Joaquín --el bisabuelo de Jaime-- todavía chamaco, escapó del seminario para ir a recoger los comunicados del capitán insurgente Matamoros, que difundía en Chiapas.

Al salir de la cárcel en la cual purgó estas intromisiones, regresó a San Cristóbal para una misión de observación de las irregularidades de la policía sufridas por los indígenas; concluyó su informe con esta frase:

``Algún día se acabará la esclavitud como se acabó en la Francia de los Luises''.

Chiapas, en aquellos tiempos, era parte de un país extranjero desde donde quiso proclamar su identificación con México.

Desde entonces, nobles causas han mexicanizado a chiapanecos de adopción. Citando solamente a algunos, entre ellos figuran: B. Traven, que ya profetizaba lo que vivimos; Franz Blom, quien nos inculcó su devoción por lo maya, y el mayor Sabines, cuya memoria, hablando claro, salió borrada de la emisión televisada.