Alberto Aziz Nassif
Xenofobia, televisión y criminalidad

En solidaridad con Miguel Alvarez y Hermann Bellinghausen

Acaba de terminar una semana en la que se ha puesto de manifiesto la descomposición del sistema de justicia y el desprecio gubernamental por las vías pacíficas para resolver los conflictos. Los casos de Morelos y Chiapas muestran de forma emblemática dos caras de la misma moneda: con diferentes grados, la violencia, la criminalidad y la impunidad se han apoderado de importantes espacios en todo el territorio nacional.

Resulta evidente que el gobierno federal se ha vuelto a empantanar en la solución del caso Chiapas y para ello ha emprendido una estrategia múltiple, destinada a endurecer su posición y debilitar las zonas de mediación para reabrir los acuerdos firmados hace dos años. En esta vía ha regresado a la versión del complot y la manipulación extranjera. Esta actitud xenófoba fue puesta en marcha por el programa de Televisión Azteca Hablemos claro, que conduce Dolores de la Vega, el cual operó como el espacio para crear un golpe de imágenes y respaldar la expulsión de testigos independientes y molestos. Asimismo, el titular de Gobernación se lanzó contra el secretario técnico de la Comisión Nacional de Intermediación, Miguel Alvarez, y lo acusó de promover la injerencia de extranjeros en el conflicto, con el objetivo de debilitar a la Conai, como unos días antes lo hizo con la Cocopa, difamando al senador Carlos Payán. En ese contexto, el noticiario Hechos refuerza la xenofobia al emitir una versión manipulada de los acontecimientos, y bajo el discurso de la objetividad, editan, modulan y modelan las imágenes a su gusto para construir una noticia de acuerdo con un objetivo político previamente establecido. Para nadie es un secreto que la edición y los tonos construyen efectos de sentido y con ellos se generan significados. El gobierno quiere tapar el sol con un dedo y en plena época de globalización y de Internet, pretende que lo que ocurre en Chiapas no tenga testigos extranjeros, como una inercia de los viejos tiempos de un nacionalismo autoritario.

El Día del Ejército, el presidente Zedillo afirmó categórico que las fuerzas armadas en Chiapas no reprimirán indígenas; sin embargo, bajo la militarización que se da en la zona se han reproducido grupos paramilitares que sí matan casi todos los días, y para muestra está el asesinato de un indígena chol -el pasado domingo- por uno de estos grupos. La negociación y la paz están cada vez más lejanas, el EZLN dice que no se moverá nada en los acuerdos firmados y el gobierno quiere reabrirlos como condición para sentarse a la mesa. Mientras tanto, y más allá de las estrategias, la situación de Chiapas empeora cada día.

El otro caso que complementa el escenario es el destape de corrupción e impunidad que opera en Morelos, donde las autoridades, encargadas de perseguir a los delincuentes, estaban completamente coludidas en una alianza, porque eran los mismos. La perversidad de policías que son delincuentes, por cierto ninguna novedad en México, es en palabras del Presidente ``el punto más débil de las instituciones de justicia'' (La Jornada, 22/II/98). Esta versión de ``durmiendo con el enemigo'' ha generado una amplia respuesta social de repudio, que tuvo el pasado martes 17 una de las manifestaciones públicas más importantes en Cuernavaca. En este acto ciudadano se exigió la renuncia del gobernador Jorge Carrillo Olea, el cual ha entrado a una posición indefendible, porque si sabía que su procurador y sus jefes policiacos eran delincuentes, es cómplice, y si no lo sabía, es ineficaz en alto grado. Esta explosión de la criminalidad, que según cifras oficiales crece tres veces más rápido que la tasa de población, es muy preocupante. Ya llevamos varios años con declaraciones oficiales, discursos radicales contra la delincuencia, planes nacionales, incrementos presupuestales, y la terca realidad se impone, cada vez hay más inseguridad y la impunidad se generaliza en un ciclo perverso que parece no tener fin.

Un gobierno que tiene sus principales debilidades en la impartición de justicia y en el aseguramiento de la paz pública se encuentra metido en una situación grave, porque éstas son dos de sus tareas más importantes.