Miguel Barbachano Ponce
1968: imágenes cinematográficas

Ahora que retornan a la palestra los sangrientos hechos ocurridos el 2 de octubre de 1968, en Tlatelolco, rememoro con renovada insistencia aquellas secuencias plenas de violencia recreadas por el cineasta estudiantil Leobardo López Aretche que muestran durante dos horas en el documental El grito, el brutal e inesperado tiroteo en la Plaza de las Tres Culturas; rememoro también, de aquel filme, imágenes aisladas como aquellas que enseñan a granaderos persiguiendo muchachos que engalanan sus manos con la simbólica V de la victoria; o aquellas, definitivamente trágicas, de cuerpos ensangrentados.

Pero no sólo El grito realizado por el ahora ausente López Aretche, con la solidaria ayuda de Alfredo Joskowicz (asistencia en dirección), Ramón Aupart (edición) y decenas de condiscípulos camarógrafos ocupa un lugar en mi memoria, también, y de igual manera, los testimonios cinemáticos de Oscar Menéndez (Unete pueblo, 2 de octubre, Aquí México, 1968: en memoria de José Revueltas) Recuerdo ahora que a propósito de 1968... escribí hace exactamente 20 años las siguientes líneas: ``... documental cerca, muy cerca del corazón de aquellos que no olvidan, y que están dispuestos a volver a salir a la calle a gritar en favor de la justicia, igual que lo hicieron los hombres captados por la cámara mínima y ágil de Oscar Menéndez, cámara libre de toda carga, cámara marginal que supo burlar muros, rejas y carceleros e introducirse en la cárcel para captar subrepticiamente las tribulaciones cotidianas de aquellos mexicanos que supieron ofrendar su libertad individual en aras de la libertad colectiva, cámara dócil a la mano valiente y decidida que supo arrostrar el silencio cargado de presagios de la manifestación muda, y el silbido mortal de las balas durante la matanza del 2 de octubre en Tlatelolco''.

Sin embargo, no sólo la presencia cinematográfica de López Aretche y Menéndez concurren con su caudal de fotogramas a mi cerebro. De idéntico modo, aunque con menor intensidad, se hacen presentes Marysa Sistach, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica y su cinta ¿Y si platicamos de agosto? (1981) a propósito del despertar sexual de dos adolescentes previo a los devastadores sucesos de la Plaza de las Tres Culturas y Carlos González Morantes, cuya película Tómalo como quieras (1972) articula en la pantalla el estado de ánimo y la depresión correspondiente de un profesor y una pareja de estudiantes alrededor de los aún no resueltos acontecimientos de aquel fatídico 1968.

Más allá de aquellos verídicos testimonios de los cineastas independientes, cuyos filmes circularon y circulan de vez en cuando en oscuros cineclubes y otros recintos marginales, nuestro cine industrial ha producido dos películas sobre el movimiento estudiantil. La primera, Rojo amanecer (1990), de Jorge Fons, que a pesar de todos los pesares cinemáticos fue un éxito de taquilla.

La segunda, realizada por Gabriel Retes, es El bulto (1992), y recicla de muchísimas maneras el tema que nos ocupa. Y para cancelar esta espontánea pulsión de la memoria, demos paso a una breve referencia a los cineastas latinoamericanos que han recogido con la cámara hechos similares. Por ejemplo, el colombiano Carlos Alvarez que narró en Asalto la invasión del Ejército a Ciudad Universitaria; o como el uruguayo Mario Handler, quien capturó imágenes imperecederas en Me gustan los estudiantes y Liber Arce; o como lo realizó el chileno Miguel Littin en El chacal de Nahueltoro, o el boliviano Jorge Sanjinés, en Revolución, mostrando con crudeza la miseria y la desesperación de 13 millones de seres humanos esclavizados por un grupo de militares.