La Jornada miércoles 25 de febrero de 1998

José del Val
La hora del Presidente

Todo es hoy confuso, todo está empantanado, los operadores del gobierno no encuentran un camino para reanudar las negociaciones, el EZLN no acepta ninguna modificación a la ``prococopuesta''. Las comunidades y organizaciones indígenas en la zona de conflicto, en el norte y los altos de Chiapas, inician procesos de reconstrucción político-territorial con versiones locales de ``autonomía''. Las estructuras municipales tradicionales reaccionan con violencia genocida, las autoridades del Estado sin la menor legitimidad y capacidad política promueven las organizaciones paramilitares y protegen su desarrollo y acciones.

Los grupos solidarios nacionales e internacionales intensifican su presencia en las zonas de conflicto adquiriendo papeles protagónicos. Las campañas permanentes en la prensa local contra el zapatismo se ven amplificadas mediante estúpidas provocaciones, que a través de la difusión de medias verdades y medias mentiras, intentan agrupar a la sociedad mexicana contra el EZLN y sus aliados recurriendo a campañas xenofóbicas que incitan al gobierno a desatar ``la solución final''.

La Cocopa sin poder establecer contacto con el EZLN continúa enferma de declaracionitis aguda, la Conai no atina a adoptar actitudes claras de coadyuvancia y se enreda en el conflicto cada día más.

El Ejército Mexicano se ve obligado por la autoridad civil a incrementar su presencia en la zona y aún a pesar de sus reiteradas declaraciones en contrario, todos los sectores quisieran involucrarlo políticamente en el conflicto.

El miedo, la incomprensión, el hartazgo y la desesperanza se apoderan de la sociedad mexicana.

Los conflictos y tragedias derivadas de la incapacidad de negociación ocupan la prensa diaria; la masacre de Acteal y sus consecuencias, la represión de Ocosingo, los desplazados, los crímenes contra líderes sociales, ahora son los extranjeros... ¿después qué será?

Los tiempos políticos para avanzar en la solución del conflicto son cada vez más cortos, los procesos políticos nacionales, las elecciones de gobernadores y la elección presidencial ocupan cada vez más la atención de la clase política y la negociación misma se ve, no sólo relegada, sino subordinada al acomodo de los actores políticos hacia la sucesión.

Ante esta circunstancia resulta obvio que el EZLN no pueda encontrar políticamente atractivo reiniciar conversaciones, sus interlocutores son cada vez más difusos y tienen menor capacidad de tomar decisiones.

En esta circunstancia, el único horizonte posible para avanzar sería la decisión presidencial de involucrarse directamente en las negociaciones, despejando el panorama de operadores obviamente incapaces y voluntarios demostradamente incompetentes.

Muchos de nosotros consideramos que sería éste tal vez el legado mayor de su administración; mucho mayor que el logro de estabilidades económicas, hoy por hoy dependientes de la iniciativa privada y de determinaciones externas.

La conclusión de la transición democrática mexicana depende directamente de la solución a la guerra de Chiapas, la reforma del Estado depende de la solución a la guerra de Chiapas, la reconquista de la seguridad en la sociedad mexicana, depende también de la solución a la guerra de Chiapas.

Lograr un buen acuerdo con la Unión Europea depende también de la solución a la guerra de Chiapas.

Permitir que el Ejército Mexicano no se vea involucrado absurdamente en conflictos políticos y regrese a sus cuarteles, depende de la solución a la guerra de Chiapas.

Descrispar la sociedad mexicana y unir las plurales voluntades nacionales hacia el siglo XXI, depende de la solución a la guerra de Chiapas.

Devolvernos el orgullo por nosotros mismos y reencontrar el respeto de las demás naciones por México, depende de solucionar la guerra de Chiapas.

Se que involucrar la figura presidencial en la solución de la guerra de Chiapas es un riesgo grande, muy grande, pero si las estrategias y los operadores políticos utilizados hubieran cumplido eficazmente con México, sería innecesario, hemos visto con dolor y tristeza que esto no ha sido así.

Debemos reconocer cruda y honestamente que las reservas políticas de la patria se agotaron en la guerra de Chiapas: es hoy la hora del Presidente.

Pocos presidentes de México han tenido la oportunidad histórica de mostrar a la nación las ventajas de nuestro régimen presidencial, salvo contadas excepciones, sólo hemos sido testigos de las desventajas del presidencialismo.

Sólo el jefe del Estado puede hoy dar inicio al cambio de época, sólo el jefe del Estado puede hoy convocar a todas las fuerzas políticas del país a instaurar el pacto por México, sólo el jefe del Estado puede hoy consensuar los temas y tiempos de la democratización definitiva, sólo el jefe de Estado puede hoy acelerar responsablemente la transición.

Reconozcamos que hoy es éste el único marco posible para solucionar la guerra de Chiapas: no más ni menos.