Con las cancelaciones sucesivas del desfile oficial del primero de mayo, el priísmo desapareció de las calles donde se protesta, apoya o celebra el acontecer de la nación. Tampoco marchan junto a las multitudes consternadas por los asesinatos de Acteal que tanto penetraron la conciencia colectiva, incluyendo, sin duda, la de muchos militantes del PRI. Y en nada les parece afectar el clima de violencia e inseguridad pública que campea a sus anchas en. Su ausencia y lejanía de los movimientos ciudadanos, deja así un amplio campo que está llenando la oposición a pasos agigantados. El efecto no se hará esperar en las cruciales elecciones del presente año.
Mientras la población morelense se debatía entre secuestros, robos y ultrajes de variada índole, los priístas, por el silencio adoptado ya casi como un modo de ser, tal parece que fueron inmunes a los desmanes de un gobierno que se organizaba para el crimen. Pero lo más relevante es que, una vez destapada la enorme maraña de corrupción y expuestos al aire (Canal 40, La Jornada, Reforma y Televisa, por el PAN, el PRD y Causa Ciudadana.) los reclamos populares por millares, los priístas siguen agazapados tras de las ``fidelidades'' partidistas o la indiferencia que, en este caso, lindan con lo criminal.
La continuidad del gobernador Carrillo Olea no puede ser entendida más que por el total alejamiento de los priístas de la desesperación de los habitantes de Morelos y de la atribulada conciencia del resto de los mexicanos que también sufren, en carne propia, el descontrol de la delincuencia y la dolorosa impunidad de los actores involucrados, incluyendo en primer sitio a las autoridades irresponsables. Puede, sin embargo, obedecer su parálisis a motivos más graves: los cálculos desviados de la oportunidad electoral o las inconfesables complicidades entre el liderazgo nacional y los dirigentes políticos del Estado. Terreno éste donde Carrillo Olea parece moverse con desparpajo y ningunear el obligado y consecuente costo de su accionar.
Las respuestas y opiniones dadas por el gobernador ofenden a la inteligencia de cualquier auditorio que las escuche. Disculpar la onerosa como rampante y abierta presencia de los narcotraficantes en su estado con la muleta torpe de que Cuernavaca es una ciudad cosmopolita o calificar de anacronismo a las masivas voces que le exigen su inmediata salida, no son más que botones de su indefendible torpeza. Hasta para llegar a ser un hampón se requiere de mejores talentos.
¿Cómo entender la indiferencia de la autoridad pública en lo concerniente a una procuraduría plagada de asesinos? ¿Cómo interpretar el silencio del mismo presidente Zedillo, de cualquiera de los priístas de relieve o aunque sea uno que otro de tercera o cuarta línea? Nadie ha elevado su voz condenatoria, nada trasciende a su ocupada atención, nada otean que los incomode al respecto. El tiempo, la discreción y las ausencias son los mejores aliados para remontar momentos adversos, dicen por esos serenos lares.
El discurso de Zedillo del fin de semana ante los procuradores de todo el país y donde estigmatizó la penetración del hampa dentro de los mismos aparatos para combatirla, da cabida a una doble lectura. Una, la que contrapone su percepción de lo general con la flagrancia particular del caso Morelos. Si ésta es una correcta interpretación de sus palabras, entonces la conclusión sería dramática. No sólo habría ceguera manifestada en incoherencias, sino hasta cabría la insensible frialdad de los compromisos inconfesables. En cambio, sí se le da valor premonitorio de una intención ya formada de distancia respecto del gobernador, entonces estaríamos en la antesala de la defenestración y caída de Carrillo en el corto plazo. Prolongar la agonía de los ciudadanos morelenses y la ineptitud del mandatario es agrandar el hoyo donde va a tener cabida el castigo electoral y la pérdida de legitimidad y congruencia cobijadas hoy bajo la forma de un silencio intolerable.