Octavio Rodríguez Araujo
Zedillo y los marcianos

A Hermann, un abrazo

El gobierno de Zedillo ha perdido credibilidad porque dice una cosa y hace otra, y cuando aparenta buena voluntad ataca por diferentes medios, como en la película del iconoclasta director Tim Burton (1958), Mars attacks (1996).

En Marcianos al ataque, como se llamó en español a la película de Burton, el presidente Dale de Estados Unidos (Jack Nicholson) quiere creer que los marcianos vienen a la Tierra en viaje de buena voluntad. Se les recibe con honores, el embajador marciano dice que vienen en son de paz y cuando alguien del público lanza una paloma blanca al aire, los marcianos le disparan y luego matan a decenas de personas. Y así, cada vez que se les da confianza. Hay una escena en que el presidente Dale le explica a un jefe marciano que todas las muertes habidas no tienen sentido, que juntos podrían hacer muchas cosas positivas, etcétera. El marciano llora y le extiende la mano al estadunidense; esa mano se convertirá en un escorpión metálico y matará al presidente que les ha querido creer. El arma mortal contra los marcianos habría de ser una canción country de Rudolf Friml, Indian love call (Amor indio), que al ser escuchada por los marcianos les produce una explosión de la cabeza.

Desde la traición del 9 de febrero de 1995, después de que el secretario de Gobernación (Esteban Moctezuma) le tendió la mano al subcomandante Marcos (el 15 de enero de ese año), el gobierno de Zedillo no ha dejado de atacar, por todos los medios a su alcance, no sólo a los zapatistas, sino al pueblo de México.

La traición del 9 de febrero, y no nos dimos cuenta entonces, fue una demostración de cómo gobernaría el presidente Zedillo: mediante apariencias que no se corresponden con los hechos. Este doble lenguaje del Presidente está presente en todos los ámbitos de su política, salvo en uno: su fidelidad al modelo económico que le han impuesto (¿impuesto?) el FMI, el Banco Mundial, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos y el gobierno de Washington.

Ahora sabemos que el doble lenguaje del Presidente no merece credibilidad y que en todos los casos se pueden esperar ataques cuando se habla de soluciones y de buena voluntad. La gravedad de esta política contradictoria es que se da en un régimen político dominado objetivamente (y todavía) por el presidencialismo y que la oposición a éste, por ejemplo en ciertos gobiernos estatales, no parece mejor opción.

Los efectos más visibles del doble lenguaje presidencial, aparte de la incredulidad masiva que provoca, es que nadie sabe a qué atenerse, ni los empresarios, ni los políticos, ni el pueblo en general y, además, la descomposición política (de alcances imprevisibles), en la que las instituciones públicas están siendo arrastradas por el drenaje de la corrupción, el crimen y las acciones irresponsables de quienes no le tienen que dar cuenta a nadie: ni a los gobernados (o al público, tratándose de los medios de comunicación) ni al gobierno federal.

De continuar este doble lenguaje, de no corresponder la palabra del gobierno con los hechos y sus consecuencias, lo que se estará favoreciendo es el caos, y éste irá en aumento conforme se acerquen los momentos políticos en que alguien sucederá al Presidente actual. El caos, por lo demás, y no debe olvidarse, provocará también tentaciones de poder entre la fuerzas militares y entre quienes se verían beneficiados por un Estado de excepción en todo el país y no sólo en Chiapas. Y el medio para solucionar los riesgos del doble lenguaje y el caos seguramente no será la reproducción masiva de una canción, como en la película.