La Jornada 27 de febrero de 1998

LA SEÑORA PRESIDENTA, A LUIS DONALDO COLOSIO

Mónica Mateos Ť Mientras se quita los zapatos de tacón, Gonzalo Vega llega a su camerino. Ha terminado una función más de La señora presidenta. Con carmín rojo en la mitad de la boca, el rímel del ojo izquierdo corrido y desabrochándose un sostén talla 40B que deja al descubierto un viril tórax, el actor asegura: ``en siete años y luego de más de tres mil representaciones, no ha habido una sola noche en la que esta obra me haya hecho decir ya me harté''.

La señora presidenta es la comedia teatral gay que más ha durado en cartelera en México. Es una historia escrita por Bricaere y Lasaygues, los mismos autores de La jaula de las locas, adaptada y producida por el propio Vega: ``mira, hace 20 años hice otra obra de trato de este tipo. El show de terror de Rocky, ahí aprendí muchas cosas, pues yo era muy joven y muy inconsciente. Entendí que las obras de tipo gay en México no tienen más que dos opciones: el fracaso más rotundo o el éxito total, pero sólo entre la comunidad homosexual.

``Entonces, cuando pensé montar esta obra había el peligro de caer en eso, por tal motivo popularicé al personaje, lo hice regiomontano, un poco jugando con la política pues en ese momento nuestro presidente era del norte. Lo hice con toda premeditación, alevosía y ventaja para permitir a La señora presidenta traspasar los límites del sector del cual surge. Gracias a eso la obra ha durado tanto, si no lo hubiera hecho así, me habría quedado en los premios que nos dieron el primer año y tan tan. Pero de eso ya estoy cansado. Bendito sea Dios, ya superé esas vanidades y esos deseos de querer incrementar mi egoteca personal''.

-Supongo que esto último es lo que te ha librado de caer en la tentación de llevar a La señora presidenta al cine o quizá a una serie de televisión.

-Por supuesto. Jamás la llevaría a la televisión, aunque desde hace cinco años me lo están ofreciendo, ¡sería el error de mi vida! Es un personaje que debe vivir en el teatro. En la televisión o en el cine se convertiría en un estereotipo y en algo muy simple, pues la historia no es una obra maestra ni mucho menos. El encanto de la puesta en escena es precisamente que el actor se transforma ante los ojos del espectador. En 1997 ingresamos al libro de Récords Guiness por haber realizado más de 29 mil 904 cambios de vestuario durante una temporada teatral que entonces llevaba seis años. En cada función me cambio y me maquillo 12 veces.

-¿Cuál es el secreto para no aburrirse o cansarse de un personaje?

-Soy el primer sorprendido de que La señora presidenta no me haya aburrido o cansado, pero es fácil de explicar: el teatro es la profesión menos rutinaria que existe. Claro que hay actores que son rutinarios, pero eso no debe ser, porque el teatro depende, en primera instancia, del estado de ánimo del actor, que no es autómata, y en segundo lugar del estado de ánimo del público, que todos los días es diferente. No soy un actor técnico ni frío; soy un actor lúdico, que disfruta mucho lo que hace, ¡eso es formidable! Por eso este personaje me divierte mucho. Cuando me han sucedido cosas tristes, como la muerte de gente querida o situaciones difíciles en mi vida cotidiana, esta obra siempre me ha devuelto el sentido del humor.

-¿Cuál es la cualidad de esa obra para que eso suceda?

-Es la energía que produce en el público. Lo que es para mí una inyección de adrenalina que me hace rendir al máximo. La señora presidenta tiene el encanto de atrapar el buen humor del público, pues narra con descaro el comportamiento sexual de los personajes, sin caer en lo soez y lo vulgar. La gente no se ríe, les gana la risa.

De las cientos de anécdotas que Martina, la señora presidenta, le ha hecho vivir en cada función, Gonzalo Vega se muestra orgulloso al platicar que esta obra ha sido vista por casi todos los jefes de Estado de América: ``cuando se realizó la Cumbre Latinoamericana en nuestro país, vinieron por su propia voluntad casi todos los presidentes del continente''. Y ríe cuando recuerda una función en Monterrey, en que un norteño mal encarado, vestido con sombrero y botas, que durante toda la función no se había reído, se subió al escenario al finalizar la obra, lo tomó de los hombros, lo zarandeó y le dijo: ``¡eres un caballo, cabrón, eres un caballo! Me dio un beso en la mejilla, y se fue''.

-¿Qué sigue después de La señora presidenta?

-Seré Luis Donaldo Colosio. Existe un proyecto de Jorge Ezma, actual director de Cultura de Yucatán, tiene el libreto de una obra de teatro muy interesante, es teatro de cámara, totalmente diferente a esto. Es un guión acerca del ex candidato asesinado, en el que habría que seleccionar las escenas. Tal vez haremos una pleícula, el proyecto se ha llevado a Imcine para conseguir la producción. Ojalá que se haga, pues creo que puede convertirse en un documento que señale que el inicio del desmembramiento del partido (Revolucionario Institucional) es la muerte de Luis Donaldo. En la obra esta situación está muy bien planteada. Al interpretar a Colosio estoy tomando un riesgo muy alto, pero pienso que si existen autores intelectuales o no, el crimen estuvo muy bien pensado para que el tiempo diluya las cosas, por eso es importante dejar un documento fílmico, como sería este, realizado por alguien que percibe lo que puede ocurrir en un futuro cercano en el país.

-¿Y a las telenovelas cuándo vuelves?

-Cuando me ofrezcan algo que me interese. Me critican mucho por esta actitud, me dicen que cuánto dinero quiero hacer, que quién me siento. No me siento nada, pero me ofrecen actuar de esposo de Lupita D'Alessio, ¿cómo voy a hacerla de su esposo? Un papel así no me interesa. Hasta ahora, en tele, no me han ofrecido un personaje que me mueva el tapete.