López Obrador y Luna Kan: Cervera Pacheco, detrás del escándalo
Elena Gallegos, enviada, y Luis Boffil, corresponsal, Mérida, Yuc., 27 de febrero Ť Desde mucho antes ya se sabía que por ahí venían Severino Salazar y su tropa. Se intuía también que la iban a armar en grande... ¡y la armaron!
Y la sesión en la que el PRD continuaría repensándose terminó en una exhibición de golpes, portazos, patadas voladoras, cachetadas entre señoras, recriminaciones, mentadas y una lluvia de huevos que dejó a un buen número de militantes -ni Andrés Manuel López Obrador escapó-, hechos un batidillo de yemas y claras. De todo eso hubo, menos reflexión.
Pero a Severino -a quien si algo le sale bien es esto- le fue de maravilla: reventó la reunión y por poquito consigue que aquello terminara en una reyerta colectiva.
Después de media hora, cuando se percató de que ya no encontraría eco -entre empujones e insultos los dirigentes del PRD abandonaron el lugar- y cuando el grandote general retirado Salvador Arteaga se refrenó para no liarse con él, se fue con su gente, a las voces de ``¡Vámonos, esto es una mierda!''
Ex priísta, ex perredista -partido este último al que nadie sabe, nadie supo, cómo se reafilió-, dirigente campesino (UCD), líder del Frente Cívico 25 de junio (fecha en la que hace siete años se encadenó a las puertas de palacio de gobierno en Mérida) cuya presidencia se rotan él y su esposa, Florinda, ex traficante de las liquidaciones henequeneras, Severino vivió momentos de gloria cuando se convirtió en ajonjolí de todos los moles y sus alardes lograron gran resonancia local.
Una y otra vez, negociación de por medio, ha salido de Yucatán para regresar con nuevos bríos. La gente ahí lo conoce y sabe de sus alcances. Hoy dio buena muestra de ellos.
Ortiz Pinchetti, Córdova y Meyer presenciaron la función
El y su gente aguardaron más de diez minutos en las puertas del hotel en cuyo salón se celebraría el encuentro, y cuando vieron que el vehículo que traía a dirigentes y ponentes -Lorenzo Meyer, Arnaldo Córdova y José Agustín Ortiz Pinchetti- se abalanzaron sobre los visitantes. La función había comenzado.
Profesional en lo suyo, Severino lanzó ardientes discursos a cámaras y micrófonos, y por más que Eduardo Espinosa, del CEN del PRD, lo invitaba a dirimir de otra manera sus diferencias con el dirigente estatal, Eduardo Sobrino Sierra (sí, el hermano de Carlos, líder del Movimiento Territorial del PRI), no quiso escuchar.
``Andrés Manuel -chillaba-, no permitiremos que le entregues el PRD a Cervera como se lo entregaste a Madrazo en Tabasco.''
Al mismo tiempo, sus seguidores coreaban injurias: ``¡bandido!'' ``¡ratero!''
Impasible, el líder perredista los miraba hacer. Siguieron a la comitiva por lobbie y pasillos hasta el salón mismo. Ahí, Antonio Figueroa, de la dirigencia estatal, quiso contenerlos y Severino se le fue a patadas. Terminaron trenzados. Rápidamente los separaron. Algunos, alarmados, cerraron las puertas del salón.
Por grupitos se iniciaron los golpes y se multiplicaron los ``¡caballo!'' ``¡mare, qué pendejo eres!'' ``¡cabrón!'' ``¡...la tuya!'' Severino iba por todo: ``¡no nos cierren las puertas, nosotros también somos perredistas y a patadas las vamos a abrir! ¡Venga!'', invitaba a su tropa. Adentro se decidió que mejor los dejaran pasar y pasaron hasta el presidium seguidos por las cámaras y los micrófonos.
Ahí, Severino volvió a enfrentar a López Obrador y le exigió que le contestara. La propuesta fue que se pusiera en orden y que lo haría. No se pudo.
Mensaje de Cervera a Luna Kan
En el asombro, Meyer, Córdova y Ortiz Pinchetti observaron todo el numerito. Lo mismo hicieron las decenas de académicos, militantes y dirigentes perredistas de Campeche, Quintana Roo y Tabasco que acudieron a la convocatoria deseosos de escuchar las opiniones de los personajes sobre los documentos de su partido.
Salvo algunos cercanos a Sobrino, nadie secundó la bronca. Sobrino, por cierto, ni pío dijo. Estaba en el pasmo.
Quien de plano no se anduvo con rodeos, desde el comienzo mismo de la riña, fue Francisco Luna Kan -aseguran que el mensaje fue para él ahora que está a punto de ser nominado para contender por la alcaldía de Mérida- y, cuando ávidos de detalles los reporteros le preguntaron: ``¿de quién sospecha?'', el ex gobernador les reviró:
-¿De quién se imaginan ustedes? ¡Pues del gobierno del estado!
Y si de abonar en imágenes de violencia y división se trataba, ésta no pudo haber sido mejor: un embarradero de huevos, sillas tiradas, vasos rotos, trancazos. Todo, precisamente aquí en Yucatán, donde gobierna Víctor El Balo Cervera, quien dicen que nunca ha olvidado que cuando quiso ser el sucesor de Luna Kan, éste respondió airado: ``Cualquiera... ¡menos él!''
Severino venía cargado de acusaciones. Que si Sobrino había favorecido a su compañera Noemí Avilés -Mimosa, por bonita le llaman sus ex compañeros de facultad-, que si hubo mapachismo en las elecciones internas del PRD celebradas hace un par de semanas y con cuyos resultados se elaboraron las listas para diputados plurinominales para las elecciones del próximo mayo, en las que los yucatecos renovarán ayuntamientos y Congreso local.
Resulta que en el proceso el iracundo Severino quedó hasta el quinto lugar y muy, muy lejos en apoyo, del primero que es ocupado por Noemí y cuyo hermano es director del DIF estatal. Quizá por eso, en las pancartas que exhibían los severinos la ofendían: ``¡Sucia!, Báñate aunque sea con jugos del DIF''.
Astuto como es, Severino ha sabido aprovechar muy bien las diferencias que vive el PRD en la entidad -sobrinistas y simpatizantes del ex diputado Erick Villanueva se han distanciado- y por ahí se ha colado. Los segundos han acusado, inclusive a los primeros, de haber hecho un mal uso de las prerrogativas partidistas.
Para acabar con el cuadro, mujeres vestidas con huipiles llevaban en sus pitas (morrales) una buena dotación de huevos que lanzaron, inmisericordes, contra López Obrador y Sobrino. La hermana de Antonio Figueroa -una mujer de mediana edad- las quiso detener y entonces Wendy, la hija de Severino, la cacheteó con tal furia que la pobre se puso a llorar. Siguieron los jaloneos. Se decidió entonces que nada se podía hacer y que lo mejor era acabar con aquello. Algunos comenzaron a gritar, para acallar a Severino, ``¡Unidad! ¡Unidad! ¡Gamberro pronasolero!''
Los asistentes a la reflexión terminaron arriba de las sillas lamentando el espectáculo. Los más tranquilos, buscaron sacar a Andrés Manuel del salón, pero los severinos los cercaron. En fin, el dirigente nacional del PRD logró salir, seguido por los insultos.
Con todo, ``el PRD consolidará una presencia en el estado''
Afuera, dijo a los reporteros: ``ustedes vieron bien lo que pasó, saben de qué se trata. No vamos a caer en provocaciones''. Aun así, externó su confianza en que el PRD -aquí representa apenas 7 por ciento de los votos- consolidará una presencia en la entidad y buscará a los mejores candidatos. Estuvo también de acuerdo en que atrás estaba la mano de Cervera.
Y es que en boca de todos los perredistas estaba el nombre del gobernador, quien vive por un lado la amenaza de que se le entable juicio político pero, por el otro, ha recibido los más altos espaldarazos.
Y aunque ya se habían ido los dirigentes, Severino no cejaba. ``Pinche mapache'', le espetó en retirada al general Arteaga. Este, que había estado todo el tiempo tratando de apaciguar, se regresó y lo afrontó: ``¡Ya estuvo bien, ya cálmate! ``¡Chinga a tu madre!'', recibió por respuesta. ``¡Pues chinga a la tuya, cabrón, y ya estamos!''
Entonces, el hijo del militar se interpuso: ``¡No papá, que no ve que eso es lo que quiere!'' Con el coraje metido, Arteaga se dio la media vuelta y se alejó.
Los perredistas empezaron a dispersarse y en ese momento hizo su aparición la policía estatal. Nada más y nada menos, nueve patrullas se apostaron en las afueras del hotel.
El grupo actuó como un verdadero comando: Ortiz Pinchetti
-Yo respeto los procesos internos, pero me siento agredido por este grupo de choque que saboteó la reunión. No puedo juzgarlo, no puedo calificarlo, pero pareciera que se presentó con una decisión. Es decir, estas cosas no se dan de manera espontánea en México. El grupo actuó como un verdadero comando, perfectamente ordenado, organizado, bajo una consigna -lamentó Ortiz Pinchetti, quien ya había hablado de lo cobarde que es usar a mujeres en un asunto de este tipo.
-¿Problemas internos o una acción del gobernador del estado? -se preguntó Meyer para responderse: ``a falta de información ¿con cúal de las dos me quedo? ¿Cúal sería la que tendría más contexto histórico? ¡Claro que esto abonaría la imagen que se le ha querido crear (al PRD) de violento y dividido! ¡Estuvo perfecto, estuvo muy bien hecho! Vemos que es muy difícil la transición del autoritarismo a la política como expresión de civilidad.
-Fue muy desagradable. Esto está fuera de toda forma de convivencia racional. Así no se hacen las cosas. Hubo en un momento un peligro inminente de violencia. Hemos visto muchas veces cosas así. Los modos de protesta interna se están resolviendo ya de otra manera en otros lugares. Ya no se justifica este tipo de agresiones, porque eso fue. Una agresión a nuestro líder nacional y una agresión a nosotros -concluyó Arnaldo Córdova.
Todo había terminado. El calor esparcía la pestilencia a huevo.