La Jornada Semanal, 5 de abril de 1998
En el siglo XVII era costumbre que las casas holandesas exhibieran sobre sus muros cuadros, desde luego. Pero también mapas actualizados del país y de Europa. Vermeer y otros contemporáneos suyos dejaron constancia de esta inclinación en que se combinaba el gusto por lo visual con intereses de tipo informativo. En pinturas de tema tan distinto, repartidos hoy por todo el mundo, como Militar y muchacha sonriente, Mujer con jarra, Dama en azul, El geógrafo, Tañedora de laúd o el extraordinario Vermeer en su estudio, veremos las texturas rugosas de mapas del momento, pintados con tal precisión por el holandés que hoy pueden ser identificados sin dificultad en los distintos acervos históricos.
Una obra en particular resaltará, desde luego, dentro del conjunto. Me refiero al pequeñísimo óleo conocido en la actualidad como Astrónomo, y en el que se le dará un valor doble al globo, pues aparece la tierra recubierta por un mapa estelar. El astrónomo figura en el cuadro a punto de hacer girar la esfera. Si algo proyectan el rostro y la actitud decidida de este personaje, presunto autorretrato de Vermeer, es el espíritu de una libertad absoluta. Astrónomo, filósofo, geómetra o lo que haya sido, el hombre del cuadro se sabe capaz de todo.
Hoy no es para nada frecuente ver las casas decoradas con los mapas más actuales de países y continentes. En nuestros espacios de vida lo que se estila colgar son, cuando mucho, grabados antiguos. La reproducción puesta al día de la tierra la reservamos para los salones de clase de nuestros hijos. En contraste con la postura anterior, lo que sí descubriremos desde nuestras casas es que el acceso a la información histórica y a la actualización en el campo de la geografía ha venido ganando espacios y sofisticándose hasta niveles insospechados hace apenas un lustro. Cualquiera puede consultar hoy y desde cualquier parte del mundo, antes de salir de viaje o al trabajo, el informe climático que ofrece The Washington Post ("http://www.weatherpost.com/) En unos minutos, el viajero de mayores o menores aspiraciones y distancias podrá conocer con precisión los datos sobre el clima que hubo, hay y habrá en su ciudad. Será capaz de admirar, desde el cielo, las condiciones de nubosidad o de sol a partir de los últimos reportes fotográficos del satélite. También podrá leer un breve historial del tema climático en la región y aun acceder a muchos otros tópicos informativos sobre el suyo o sobre cualquier país y ciudad del mundo. Con todo el conocimiento anterior, este hombre al que le parecería del peor gusto colgar un plano climático en su sala, saldrá seguro de sí mismo a enfrentar cualquier eventualidad de la calle, la carretera o el cielo.
Otro sitio que ofrece opciones similares a las del Weatherpost es el llamado Earthwatch Weatherpost (http://www.earthwatch.com/index.html). Aparte de ser un sitio útil, esta página dedicada a nuestro mundo brinda imágenes de gran belleza. Resulta toda una experiencia ver allí, por ejemplo, el nacimiento y desarrollo de las tormentas o realizar un vuelo virtual sobre mar y tierra, según fotografías satelitales actualizadas continuamente.
Para finalizar este artículo, y en recuerdo de los planos de la escuela infantil que permitían el vuelo sin límites de la imaginación, les aseguro que no hay nada comparable a poder girar el mundo a voluntad. Y esto se logra dentro del Atlas Mundial de Encarta, digitalizado sobre soporte de disco. Allí, a pesar de los deseos de Bill Gates, consigue uno poner el mundo literalmente de cabeza con la misma libertad que presumía el astrónomo de Vermeer. La diferencia básica entre el de Encarta y los atlas que todos conocemos y hemos consultado alguna vez estriba en que además de figurar en un plano, el mundo, al igual que la esfera del pintor holandés, puede girar a nuestro gusto, ya sea sobre uno o sobre varios ejes y en uno o en varios sentidos de dirección. En el Atlas Mundial podemos además recubrir la tierra con distintas pieles informativas y plásticas que nos aportarán datos sobre las características naturales y las divisiones políticas, sobre la población humana o las temperaturas de las distintas regiones. Pero sobre todo, las imágenes que contiene el CD resultan tanto o más atractivas que las desprendidas de la red, con el agregado de que en este medio podemos manipular a la tierra, de día y de noche.
Gracias a un asombroso proceso de digitalizado, consigo despegar desde mi barrio, sobrevolar la ciudad de México hasta alcanzar la altura necesaria que me permita observar la República entera. Después convierto el territorio mexicano en una visión nocturna y puedo apreciar con nitidez, mientras me alejo más y más en el espacio, un simple detalle que diferencia al primero del tercer mundo: la capacidad de iluminación de ciudades y pueblos. Regreso el comando a la vista diurna y sigo ascendiendo hasta conseguir una perspectiva completa de la tierra. Giro el globo, lo sigo girando; cruzo el Atlántico y aprecio sus distintas profundidades. Ahora estoy en Europa y me dejo caer sobre los países bajos. Me deslizo hacia el sur de Amsterdam, del mundo, para quedar finalmente sobre una vista de Delft que de seguro hubiera deseado reproducir Vermeer con su cámara oscura.
Proyectos como los anteriores reviven el título de aquel hermoso libro de John Hodgdon Bradley y se convierten en una auténtica Autobiografía de la tierra.