La Jornada Semanal, 5 de abril de 1998
Como hacía mucho no ocurría en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el viernes 20 de marzo, en el marco de la ``Nueva geografía de la novela'' y el Festival del Centro Histórico, hubo un debate público con esta espléndida polemista, una de las escritoras norteamericanas más lúcidas de la segunda mitad del siglo. Contra la idea más o menos generalizada -aunque no explícita- en nuestro país de que en los encuentros literarios, las presentaciones públicas de escritores y las ferias de libros debe privar un clima de acuerdo y elogios mutuos, la autora de El amante del volcán nos dio una lección de lo que es, o debe ser, el libre ejercicio del pensamiento crítico. He aquí el resultado de esta entrevista colectiva.
En Contra la interpretación usted afirmaba que si se viera forzada a elegir entre Dostoievski y los Doors, obviamente escogería a Dostoievski. ``Pero'', decía, y esta era la pregunta fundamental, ``¿por qué tenemos que elegir?'' ¿Cuáles serían los equivalentes de estas manifestaciones culturales hoy y cuáles son los mecanismos para captar lo que usted ha llamado ``la sensibilidad de nuestro tiempo''?
-Creo que mi aproximación es simplemente aplicar el sentido común. La verdad es que vivimos en varios niveles, tenemos muchos grados de intensidad que nos son asequibles, y una vida que es vivida más plenamente, me parece, es aquella que abraza la pluralidad de las pasiones y las experiencias. Así que la noción de pluralidad de la intensidad, o de la movilidad, es lo que nos lleva a preguntarnos por qué no podríamos elegir diferentes placeres. Y por qué un tipo de placer ha de excluir a otro. Pero el contexto en el que hablé de esa oposición, Dostoievski-Doors, era el de los sesenta. Ese no es el problema ahora. El problema, hoy, no es admitir la pluralidad o la diversidad, sino otro muy diferente. El problema ahora es que la gente está tan fascinada con el entretenimiento de masas, que difícilmente puede pensar en otro nivel. La idea por la que tienes que pelear ahora tiene que ver con los conceptos de ``seriedad'' y ``compromiso''. La pregunta ahora es ``¿por qué va uno a querer otra cosa que el entretenimiento masivo?''.
-El lunes pasado George Steiner dijo en el Palacio de Bellas Artes que ``la cultura no nos ha hecho mejores seres humanos''. Que ``las humanidades no evitan la tortura o el asesinato en masa''. Después, en la segunda parte de su conferencia, hizo una defensa de la tecnociencia. ¿Cree usted en el fracaso de la cultura occidental? ¿Cuáles serían las razones de este fracaso?
-Pienso que lo que Steiner dice es una tontería. Creo que se trata de un problema puramente retórico; Steiner ha estado diciendo esto desde hace años. ¿Quién en su sano juicio ha dicho alguna vez que la cultura lo hace a uno mejor? Hay todo tipo de seres humanos. Hay gente extraordinaria que es inculta, que es ignorante e iletrada, y hay también gente terrible que ha leído todos los libros y escuchado toda la música. Nadie con un poco de sentido común o de experiencia con la gente ha sostenido jamás una postura como esta, de la que ahora Steiner dice ``¿Saben?, no es verdad. La cultura no nos hace mejores.'' Y lo peor es que hace toda una carrera con una opinión como esta. Se la he oído decir miles de veces. Y la ha escrito otras tantas, junto con su ejemplo favorito, que no sé si lo citó esta vez. Aquello del comandante nazi del campo de concentración que pasa el día enviando a los judíos a la cámara de gases y zarandea a los bebés y los azota contra un muro hasta ver cómo les saltan los sesos y luego de esto llega a su casa y lee a Goethe y escucha embelesado a Schubert. Desde luego que existió esta persona pero, por favor, esto no es una sorpresa. Yo no veo un problema aquí. Es decir, desde luego que este tipo de gente es posible. Pero esto no debe hacernos sentir ``decepcionados de la cultura''. La cultura nunca ha sido una garantía del buen carácter de la humanidad ni ha pretendido serlo. Es una necesidad fundamental, una tradición del esfuerzo de la conciencia humana. La cultura y el arte son una necesidad, como respirar aire puro o beber agua potable. Y lo mismo para la gente buena que para la que no lo es. (Nunca lo había dicho así, nunca lo había puesto de este modo, y eso que he estado refutando a Steiner durante años.) Y sí, desde luego que uno puede mejorar. Yo me siento una mejor persona gracias a mi relación con la literatura y la cultura. Pero soy el tipo de persona que busca mejorar. Uno también puede quedarse en la diversión y la complacencia.
-¿De cuál de todas las Susan Sontag que usted es -la novelista, la ensayista, la directora de cine y teatro, la activista, la lúcida polemista, la defensora de los derechos humanos- se siente más cercana? ¿Escoger a una de ellas implica hacer algún tipo de concesión? ¿De qué clase? Por ejemplo, ¿escribir novelas significa silenciar a la ensayista?
-Bueno, yo no me veo desde afuera. No soy una periodista de mí misma. No me defino, de hecho. Esa es la cuestión. También soy una mujer, o una madre, o muchas cosas. No siento que estas identidades estén en conflicto. Desde luego, hay un problema de tiempo, el día sólo tiene 24 horas. La única manera de la que puedo contestar a esto es que escribir ficción narrativa en la forma de novelas, cuentos, obras de teatro -estoy también escribiendo obras de teatro ahora- es lo único que quiero hacer y lo que he estado haciendo de modo casi exclusivo durante los últimos diez años. Y ese es el tipo de escritura que más me desafía, el que más me interesa y es mi primer amor. Comencé como novelista y ese es el tipo de escritura con el que quiero seguir. Las otras cosas, la polemista, la activista, o lo que sea, se reflejan en mis otras actividades. Desde luego que hago muchas cosas en mi vida, pero como escritora sólo puedo hacer lo mejor que pueda en ese rubro. Es decir -y creo que por aquí iba su pregunta-, no puedo ir del ensayo a la novela y viceversa. Es un modo muy distinto de pensar. Y puedo poner los elementos del ensayo en la novela, pero no puedo poner la novela en los ensayos, así que he elegido ser, ante todo, una novelista.
-¿Cuáles son las consecuencias sociales y culturales de la epidemia del sida?
-Bueno... (risas). A los mexicanos parecen encantarles las Grandes Preguntas Generales... Me encuentro muchas veces diciendo aquí ``Mire, yo pienso de manera muy concreta, no de modo teórico'', porque la gente en México quiere oír Las Grandes Respuestas. Pero he escrito un largo ensayo sobre los significados culturales del sida, que fue publicado a fines de los años ochenta. Así que son casi veinte años del inicio de esta epidemia. Y se trata, desde luego, de distintos países. Pero básicamente se trata de una enfermedad, una enfermedad física que ha matado a mucha gente y va a matar a muchos, muchísimos más. Una enfermedad que ha sido asociada con muchos estereotipos raciales y sexuales. Y ha habido un debate que ha sido muy esclarecedor, particularmente en algunos países, como en los Estados Unidos. El debate sobre el sida ha tenido muchos aspectos positivos, como hablar de éste de modo público, como tener actitudes menos represivas respecto de la minoría gay, etcétera. No creo que en otros países haya tenido este efecto. Pero, nuevamente, se trata de una enfermedad. Mi hijo es agregado cultural en la Costa de Marfil, en çfrica occidental, a ambos lados de la frontera, donde hay una guerra atroz a la que casi nadie presta atención. Y los médicos de los campos de concentración le dijeron que veinticinco por ciento de la gente que reciben son seropositivos. Las cifras son apabullantes en çfrica central. No es una exageración decir que en esos países casi el cincuenta por ciento de la población tiene ese virus. Así que, como dije, soy una persona que piensa en términos concretos, y este es el tipo de cosas en las que pienso. No puedo decir más.
-En ``Fascinante fascismo'' usted se refiere, entre otras cosas, a la ``cultura leather'', al estereotipo del cuero como un elemento muy asociado al fascismo. ¿Por qué son básicamente los gays quienes adoptan este estereotipo tan vinculado a las actitudes fascistas? ¿Cuál es su interpretación de esta adopción ahora?
-Esta es una razón por la que dejé de escribir ensayos... (risas... Continúa, divertida:) Según recuerdo, esta es una oración, en un ensayo de prácticamente cuarenta páginas, en el cual ciertamente digo que hay una literatura sadomasoquista y un culto sadomasoquista, si ustedes quieren, que emplea mucha de la imaginería nazi. Esto era en los años setenta, y en los bares y otros sitios se jugaba mucho con algunos de los elementos de la indumentaria fascista. Pero no diría, y nunca dije, que el cuero fuera parte específica de la indumentaria nazi... (Después de un silencio, Susan Sontag sonríe, enigmática:) De hecho, creo que esta pregunta es fascinante, y podría decir mucho al respecto, pero no puedo ahora, por falta de tiempo. Hay muchas culturas sexuales. Hay una cultura sadomasoquista, que tiene sus artefactos y su moda. Tradicionalmente, la actividad sadomasoquistaÊinvolucra la vestimenta, el disfraz. Esta costumbre de ``vestirse'' no sólo tiene que ver con el erotismo, pero es una de las formas del erotismo. Vestirse es parte de lo que resulta excitante. Como hay un juego con el dolor, hay una identificación fantasiosa con imágenes de brutalidad que me parece bastante natural. Hay una identificación de una cultura de la crueldad (como la nazi), que también tuvo mucho que ver con la vestimenta y el disfraz que entra en este ámbito de la moda asociado con las prácticas sexuales en las grandes ciudades. Pero, bueno, otra vez me gustaría decir: ``¡Ay, qué gran descubrimiento!'' Esto es una moda pasajera, podría ser cualquier otra, y tiene mucho menos actualidad hoy día.
De hecho, ustedes ahora me podrían preguntar por qué la homosexualidad en estos tiempos está más asociada con la ``moda marinera''. Por qué hoy día este tipo de sexualidad está más vinculado con el traje marinero. Ya no con la moda militar, con el traje del soldado, sino con el traje marinero. Y, de nuevo, uno podría especular ``porque el traje marinero es más apretado''. No sé, no quiero sonar demasiado censuradora sobre esto. Creo que la gente tiene derecho a jugar.
-En el párrafo que leyó de su novela El amante del volcán se hace un comentario sobre qué es ser extranjero. Yo quisiera saber si este comentario puede leerse fuera del contexto de la novela como la opinión de la autora y si tiene alguna relación con los actuales problemas políticos y de dispersión migratoria que vivimos ahora. No quiero, de ningún modo, hacer una pregunta dirigida. Simplemente quiero saber qué alcance ideológico tiene este tipo de comentarios literarios fuera del mundo de la novela.
-No voy a negar que puse algunos de mis puntos de vista en la novela, en boca de algunos de los personajes principales. Pero el sentido de escribir una novela es representar una pluralidad de puntos de vista, convencer al lector de que las personas que pueblan el universo literario realmente existieron por sí mismas. Claro que yo les presté algo. Hay algo de mí no en uno, sino en todos los personajes de El amante del volcán. Por eso me gusta escribir novelas, porque puedo crear personajes que son muy distintos a mí y, al mismo tiempo, que son parte de lo que pienso. Por eso ya no quiero escribir ensayos. Los ensayos son lo que yo pienso. Cuando menos, lo que pienso que pienso. Y, desde luego, dada mi naturaleza, cuando termino un ensayo siempre quiero disentir, con otro, de lo que dije. Sobre aquello de ser un extranjero (como algo negativo), realmente esa es Eleonor quien habla, no yo. Pero les diré lo que pienso de ser extranjero. Me gusta ser extranjera. De todas las cosas, es lo que más me gusta ser. Y trato, todo lo que puedo, de vivir en los Estados Unidos como una extranjera.