ASTILLERO Ť Julio Hernández López
Tal cual ha sucedido en otros episodios históricos del mundo, es posible que se esté tomando demasiado tarde la decisión de abrir a la democracia interna a un partido político hegemónico viejo y cada vez más derrotado como es el PRI.
No se trata de restar mérito a los coqueteos declarativos del priísmo con la democracia interna, sino de preguntarse simplemente si la voluntad suprema (la de Los Pinos, no la de Insurgentes Norte) que hoy dice estar decidida a dar un gran paso adelante en materia de elección de candidatos (y sobre todo del presidencial para el año 2000) tendrá la fuerza suficiente para, en un primer asalto boxístico a fin de año, en la asamblea nacional, controlar la estructura priísta cada vez más dominada por las fuerzas de los llamados duros, y luego, en un segundo episodio, el año siguiente, el de 1999, lograr que los escarceos democratizadores no se conviertan en flancos abiertos por donde se cuelen las inercias, las mañas y los vicios de ese priísmo bartlettiano, madracista, hankista, cerverista, salinista, dispuesto a echar por la borda toda ingenuidad democratizadora.
Del dicho al hecho hay un sexenio de tres años
Al doctor Ernesto Zedillo se le ha acabado su tiempo político único y pleno, y se le han levantado en armas (en sentido figurado) varios gobernadores y personajes políticos, justamente cuando le iba tomando cierto afecto (que no amor) al aparato de poder llamado PRI, y cuando se aprestaba a emprender con él ciertos experimentos que eventualmente desembocaran en aperturas democráticas históricas.
Con el proceso de elección presidencial que se le ha adelantado, y por tanto con un abierto rejuego de precandidatos de diversos partidos que a partir de tales escarceos de futurismo madrugador le restan fuerza cuando apenas ha empezado la segunda mitad de su periodo, el doctor Zedillo no parece estar en las mejores condiciones para conducir un proceso auténtico de transición democrática del PRI.
En contra de los alegres anuncios de una nueva era (elecciones internas, libres, equidad entre participantes, retiro de cargos públicos de los interesados, campañas internas con giras de presentación de los precandidatos, votaciones emitidas y contadas con pulcritud, manos libres de gobernadores y Presidente) pesan no sólo la inercia de la memoria histórica que recuerda todos los anteriores alborozos iniciales como posteriores trampas de simulación sino, además, el hecho de que, hoy, el espacio de poder presidencial en el PRI está, simple y sencillamente, acotado, y puede ser que bastante acotado.
En política, los vacíos de poder siempre son llenados
Primero con su fracasada tesis de la sana distancia, y siempre con su actitud de desgano y a veces de enojo respecto al PRI y su vida interna, el doctor Zedillo creó las condiciones para que surgieran los héroes de la resistencia, personajes estos que peleando a contracorriente de las molestias y los abandonos presidenciales fueron dándose sus propios espacios políticos, y nutriéndose de los múltiples despechos de un priísmo que al voltear hacia las alturas ya no encontró la fuente de sus privilegios sino, por el contrario, desdén e incumplimiento.
Muchos gobernadores, por ejemplo, al darse cuenta de que nadie resolvería desde el centro sus problemas políticos (e inclusive que había una especie de malestar en ese núcleo por tener que atender asuntos de talante político y electoral), comenzaron, como los niños con sus padres, a explorar hasta dónde podrían ir tomando decisiones propias.
Cuando se dieron cuenta de que nadie se daba por despojado de atribuciones, y que inclusive agradaba en ese ámbito central que los molestos asuntos políticos fueran resueltos de cualquier manera, siempre y cuando dejaran más tiempo disponible para atender los temas económicos y técnicos (ésos sí agradables y apasionantes), entonces los más avezados de esos gobernadores se apropiaron exactamente de la parte de poder político que hoy le falta al reasumido jefe del priísmo, el doctor Zedillo, para poder cumplir de verdad con sus propuestas de democratización del PRI.
Dos superhéroes del priísmo duro
Allí está, por ejemplo, Roberto Madrazo Pintado (rebelándose a principios de sexenio contra la decisión centralista de quitarlo del gobierno de Tabasco para mandarlo de secretario de Educación y así abrir el camino a la primera concertacesión perredista), que es hoy el eje de los importantísimos intereses económicos y políticos del hankismo (los mismos que le impulsaron y luego le apoyaron en su rebelión contra el centralazo presidencial) y está totalmente decidido a buscar la candidatura presidencial.
Otra muestra notable es la de Manuel Bartlett Díaz quien, arriesgándose más que ninguno, ha retado al poder presidencial tanto en su apaciguada batalla para corregir lo que a su juicio fueron fallas en los mecanismos de distribución de recursos de asistencia social a los municipios, como al arengar a las huestes priístas a rebelarse contra el concepto aborregado de la disciplina en el tricolor. Tocado política y socialmente (aunque no haya evidencia jurídica) por la huella digital del dedo llamado narcotráfico (amén de otros datos curriculares como la famosa caída del sistema), Bartlett va abriendo camino a otro, en una jugada de sacrificio que le llevará a apoyar de manera negociada a algún personaje menos desgastado.
Escapistas en espera de que les abran los candados
Algunos de esos personajes necesitados de ayudas y alianzas para poder aspirar a la candidatura presidencial son, cuando menos, el secretario de Hacienda, José Angel Gurría, y el gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz (por cierto, los seguidores de éste juegan con la broma de que ya puede ser candidato a la Presidencia de la República pues... ya es gobernador).
Ambos son cercanos al afecto presidencial y tienen en su favor la confianza y el apoyo de los circuitos internacionales del gran capital y de políticos estadunidenses influyentes. Sin embargo, carecen de los antecedentes de cargos de elección popular que el PRI estatuyó como requisito indispensable en su pasada asamblea nacional y que ahora se pretenden quitar en la venidera, cuya realización se dice que será durante el mes de noviembre, en las inmediaciones del día 20 en el que se celebra un aniversario más de la Revolución Mexicana.
Sabedores del peso estructural que tienen en la integración de la próxima asamblea (el sindicato de gobernadores en pleno, conduciendo y orientando a los delegados que previamente impusieron), de la autoridad moral ganada entre sus correligionarios, y de la debilidad del presunto jefe máximo del priísmo, los superhéroes de la resistencia venderán cara su aceptación de la apertura de los candidatos, y sembrarán de minas el camino de los precandidatos tecnócratas que, para avanzar, necesitarán luego comprar a precio de oro el mapa de los sitios donde fueron colocados los explosivos, con el riesgo de que las guías resulten intencionalmente falsas.
Y al final, señoras y señores: la democracia interna...
Será entonces, cuando hayan pasado todos esos fragores y estruendos, cuando habrá que ver cuánta fuerza queda para emprender y conducir el inédito e histórico proceso de elección democrática interna del candidato a la Presidencia de la República que ahora se está anunciando.
Será entonces cuando se definan los términos exactos de aplicación de la que hoy es una idea llamativa pero que, expuesta como estará a los vahos de la terrible realidad política (y de la descomunal batalla adelantada por el poder), es muy posible que quede simplemente como una más de las flores de la imaginación que se han dado en el jardín envenenado del priísmo.
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