La Jornada 6 de abril de 1998

Tratados internacionales y restricción al consumo, recomienda el presidente del Celam

José Antonio Román Ť La solución al grave problema del narcotráfico debe partir de convenios internacionales, donde no prevalezcan los criterios de los poderosos, sino la equidad de la justicia entre las naciones. ``Es inútil la represión de la producción y oferta si no obran simultáneamente las acciones restrictivas al consumo'', dijo el presidente del Consejo del Episcopado Latinoamericano (Celam), Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga.

El prelado señaló que, frente a un problema social de tal magnitud, que amenaza valores fundamentales del hombre, inclusive de la convivencia democrática, es preciso que la comunidad internacional, en particular sus dirigentes, tomen la decisión de actuar coordinadamente, con voluntad política eficaz. para resolverlo.

Muchos sectores sociales en América Latina, dijo, quisiéramos que hubiera una mayor reciprocidad en la lucha contra el narcotráfico por parte de los países consumidores, pues es falso que los grandes cárteles de la droga estén sólo en América Latina o en alguna otra parte del mundo, y nunca en las naciones consumidoras.

``Es imposible pensar que los grandes cargamentos de droga se pulvericen, se dividan en pequeñas porciones de consumo individual, apenas cruzan la frontera'', señaló.

Nadie, advirtió, individuo, sector o sociedad entera, puede marginarse de este fenómeno, porque a todos nos afecta. Tampoco, agregó, se puede ser simplista, ni unilateral; ante la complejidad del problema, cada quien debe comprometerse al máximo de su competencia y posibilidades.

Entrevistado vía telefónica, el también arzobispo de Tegucigalpa, Honduras, señaló que la Iglesia católica latinoamericana ha estado seriamente preocupada, desde hace varios años, por el cada vez más grave problema del narcotráfico, que afecta directamente a varios países del continente. Prueba de ello, dijo, son los constantes encuentros internacionales de sacerdotes, obispos y laicos para tratar esta problemática.

Señaló que en todos estos encuentros, donde incluso han participado delegaciones civiles y religiosas de Estados Unidos, se ha destacado la ``enorme responsabilidad'' que en este fenómeno tienen los poderosos mercados consumidores, y que nada se podrá hacer respecto de la producción de estupefacientes mientras estas naciones continúen con su demanda.

Rodríguez Maradiaga subrayó también que, como fuente de recursos económico-financieros, el narcotráfico atraviesa, vicia y corrompe las estructuras sociales, no sólo en su economía, sino en las secuelas que deja en la política y en la ética.

Sin embargo, el jerarca eclesiástico señaló que el beneficio económico generado por el narcotráfico tampoco es nada halagador para el bienestar de los productores, como desde los centros del poder nos hacen pensar, pues estos países apenas reciben 5 por ciento de las ganancias, y los procesadores un 15 por ciento, mientras que los países consumidores se apropian de casi 80 por ciento, según diversos estudios al respecto.

Aun así, para la oferta del empleo, el narcotráfico hace una competencia desleal a otras empresas de producción, que no pueden ofrecer precios como los que garantizan los narcotraficantes. Esta situación se agrava si se piensa en que los países del tercer mundo se sufren directamente las injusticias del mercado internacional, por las diferencias en los precios de los artículos producidos en el mundo desarrollado.

Para las economías nacionales, el golpe causado por el narcotráfico es fuerte, debido al lavado de dinero, que afecta al conjunto de la economía y encarece el costo de la vida con la inflación, entre muchos otros fenómenos que terminan por alterar la economía de los países.