La Jornada lunes 6 de abril de 1998

LOS PRODUCTORES DE PETROLEO, EN LA ENCRUCIJADA

En los últimos dos años la oferta mundial de petróleo crudo superó en casi un millón de barriles diarios a la oferta, lo cual llevó a una constante caída de los precios y, consiguientemente, de los ingresos de los países que dependen de este valioso producto no renovable. Estos ven, por lo tanto, empeorar su presente y esfumarse su futuro, cuando sus reservas se agoten. La responsabilidad principal de este hecho corresponde a los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que fijaban públicamente cuotas máximas de producción diaria, pero después, bajo cuerda, violaban las resoluciones colectivas y, aumentando sus exportaciones, creían poder lograr una cuota mayor en el mercado a costa de sus socios y de las naciones independientes, entre las cuales se cuenta México. Hoy, nada menos que el jeque Ahmed Saki Yamani, ex ministro saudita del petróleo y figura máxima de la OPEP en el momento de mayor poder de la misma, declara que la organización jamás se repuso de la caída de los precios en 1985-86 y se encuentra ``al borde de la muerte''.

La falta de disciplina en los países productores, la creencia errónea de que se podía compensar la caída de los precios aumentando la exportación para así mantener fijos los ingresos petroleros, la incomprensión de las tendencias que impone la mundialización con el derrumbe del consumo petrolero en muchos países, debido a la pérdida de velocidad del desarrollo industrial y a la reducción relativa de los consumos domiciliarios y el aumento del ahorro de energía en los nuevos productos, fueron factores que contribuyeron poderosamente a la crisis que enfrentan actualmente los productores de petróleo, sean éstos o no miembros de la OPEP. Esta se encuentra, por lo tanto, en una encrucijada y arrastra detrás de ella a los países petroleros independientes en un mercado deprimido a pesar de las dificultades que, debido al bloqueo, enfrentan actualmente grandes exportadores como Irak, Irán o Libia. La OPEP debe así imponer una disciplina en la producción, que tenga en cuenta la situación del mercado o seguirá el camino que llevó al derrumbe a las organizaciones de los productores de banana, de azúcar o de café, también unidos en el pasado no demasiado lejano y hoy a merced de los países importadores, los cuales aprovechan la caída constante de los precios de las materias primas y el deterioro de los términos de intercambio entre aquéllas y los productos industriales avanzados que ellos exportan. Los bajos precios petroleros no favorecen a los consumidores directos en los países importadores porque en ellos el Estado, por lo general, mantiene internamente los precios anteriores para quedarse con la diferencia, pero son populares en dichos países, cuya población ve reducirse la riqueza de ``los jeques'' (y no ve la de las grandes compañías) y ayudan, en cambio, a los países más pobres que carecen de hidrocarburos. Por eso los países productores no sólo enfrentan la necesidad de formar un bloque sólido y de vencer la tendencia a salir de su crisis hipotecando el futuro, sino que también deben encontrar las formas concretas de tender un puente hacia los consumidores y contar con éstos contra las famosas siete hermanas que controlan el mercado. Eso exige una visión multilateral y mundial, la ruptura con el ciego egoísmo y medidas audaces, colectivas y en cada país, para reducir la producción y preservar las reservas. La alternativa es volver a los años anteriores a los setenta, cuando el crudo prácticamente se regalaba.

El petróleo es un producto escaso por definición porque es no renovable. Sólo la ceguera política impide, por lo tanto, defender su precio y dejar de utilizarlo para el beneficio nacional.