La física, como se conoce en la actualidad, surgió cuando Galileo trató de entender cómo suceden las cosas, introduciendo con ello el método experimental. Galileo demostró que uno no siempre debe fiarse de la intuición. A diferencia de lo que comúnmente se piensa, el ser humano únicamente vive en su realidad y no en la realidad. Nuestra existencia se desarrolla en un intervalo físico muy limitado. No hay persona, animal o planta que tenga la misma noción de lo que es el mundo. Independientemente de que cada persona tenga su sensibilidad particular y sus límites, existen otras barreras, generales para todos nosotros.
Como sabemos, la luz visible es una onda (electromagnética) que tiene frecuencias que van desde un límite mínimo hasta un máximo perfectamente conocido. Debido a las limitaciones físicas de nuestro ojo, ningún ser humano puede ver luz que no esté comprendida en ese intervalo. Imaginemos a un individuo capaz de percibir todas las frecuencias que existen. Un ser sensible a ondas con frecuencias desde prácticamente cero hasta infinito podría ver una inmensa parte del universo, y al ver un árbol no lo percibiría como nosotros. Las imágenes que captamos son producto de poder ver únicamente cierto tipo de luz. Si nos imaginamos que somos el individuo capaz de percibir ese espectro de ondas en su totalidad, afirmaríamos que todos los demás están totalmente apartados de la realidad y prácticamente ciegos. Además, es interesante hacer notar que no percibimos directamente lo que vemos. Esto se debe a que el cerebro procesa la información que le llega de los ojos, de acuerdo con las experiencias que ha tenido.
Pensemos ahora en el sentido del oído. Es posible aplicar el mismo razonamiento, tal como se hizo con el sentido de la vista, y llegar a la conclusión que el intervalo auditivo del hombre es pequeño, si pensamos en la existencia de ondas sonoras con frecuencias extremadamente altas y extremadamente bajas. Un ser con la capacidad de oír ondas de cualquier frecuencia, juzgaría como prácticamente sordos a los humanos.
Para poder percibir la realidad en el sentido más amplio de la palabra, necesitaríamos sentidos sin limitaciones. Imaginemos que estamos dotados de tales sentidos. El mundo tendría un aspecto totalmente diferente. Si perdemos repentinamente esa capacidad y nuevamente nos convertimos en seres normales nos sentiríamos perdidos.
Preguntémonos ahora qué sucedería si en vez de contar con cinco sentido que capten sin limitaciones tuviéramos 20. Si existe un número de sentidos mayor al conocido, surge la pregunta: ¿cuántos son necesarios para captar la realidad? Hoy en día se sabe que, independientemente del tipo y la agudeza de los sentidos, estrictamente hablando, nunca es posible la realidad como tal. Siempre que se trata de penetrar en el mundo real para descubrir algún secreto de la naturaleza, sucede que en el instante de hacerlo se alteran las condiciones por el proceso de observación o medición.
Para ver un objeto es indispensable la luz. Es el conducto a través del cual podemos ver. Esto es, una onda (luz) tiene que viajar del objeto que pretendemos ver hacia nosotros. La luz recorre la enorme distancia de aproximadamente 300 mil kilómetros en un segundo. Al mirar la Luna, observamos cómo fue 1.3 segundos antes, el tiempo que la luz tardó en llegar a la Tierra después de viajar unos 380 mil kilómetros. Viendo una estrella, ese retraso aumenta considerablemente, y al mirar el cielo de noche contemplamos el pasado, o mejor dicho, una gran cantidad de pasados, ya que las estrellas están todas a diferentes distancias de nosotros.
Si recordamos que un año luz es la distancia que recorre la luz en un año, y si pensamos que con la ayuda de un telescopio miramos objetos que pueden estar, por ejemplo, a 400 millones de años luz, entonces la luz proveniente de esas estrellas comenzó su viaje cuando en la Tierra los primeros vertebrados emigraban de los cálidos mares del paleozoico hacia los continentes que apenas se habían formado. Es por lo tanto correcto afirmar que nuestros ojos nunca pueden ver el presente. Un fenómeno análogo es más notorio con el sonido, ya que su velocidad es mucho más baja.
En el mundo cotidiano nos formamos una idea de lo que es lógico y de lo que no lo es, de acuerdo con lo que desde pequeños nos dictan nuestros sentidos. El sentido común es un almacén de prejuicios que se han establecido en nuestra mente cuando llegamos a la adolescencia. Cada idea nueva tiene que confrontarse con ese conjunto de conceptos obvios. Estas estructuras lógicas son válidas únicamente en el nivel de dimensiones en el que vivimos. Si pudiéramos reducir nuestro tamaño al de un electrón, veríamos sucesos que no podríamos captar con nuestra lógica, que se nos antoja- rían totalmente irreales o mágicos.
Hay fenómenos que nuestro cerebro no puede concebir, y no por ser complicados; al contrario, en varios casos son, en principio, muy sencillos. Cabe mencionar que al dividir la materia en unidades cada vez más pequeñas, no se llega a elementos indivisibles, pero sí a un punto en el cual la división ya no tiene sentido. Los conceptos físico-matemáticos usados para describir y comprender el microcosmos no pueden visualizarse. Son simbologías por medio de las cuales es posible predecir fenómenos y entender en cierta forma la estructura y el funcionamiento del universo.
Otro concepto importante es el tiempo. Nuestro sentido común tiende a separar el tiempo del espacio. En física, resulta igual de absurdo separar el tiempo de las dimensiones del espacio como lo sería separar la longitud, el ancho o la altura en el cálculo de un volumen. Vivimos en una combinación de espacio y tiempo. Sin ambos no hay movimiento, y sin éste no hay vida. No podemos pasar por alto aquí la teoría de la relatividad, que postula que dos sucesos que se llevan a cabo al mismo tiempo en un sistema dado, no necesariamente suceden al mismo tiempo en otro sistema de referencia; esto es, el tiempo es relativo, y al suponerlo constante y absoluto caemos en otro error que nos aparta de la realidad. Un intervalo de tiempo independiente del movimiento no existe. De hecho, ni siquiera existe tal cosa como la simultaneidad, no existe un ahora sin que esté referido a un sistema determinado. También en lo que al tiempo se refiere, nuestro sentido común está limitado.
Todos vivimos y seguiremos viviendo encerrados en nuestro pequeño mundo, en el que todo parece funcionar conforme a nuestra intuición y a lo que estamos acostumbrados. El ser humano siempre vivirá encadenado a las condiciones de su ser, sus limitaciones y su naturaleza.