La Jornada 11 de abril de 1998

Saramago: México, entre arbitrariedad o concordia

María Esther Ibarra y Martha García Ť Vinieron como muchas otras veces lo han hecho: solos, a pie, muy pocos en camiones de carga, como es costumbre en su vida cotidiana; con su música de banda, sus huaraches rotos, sus rostros gozosos y también con enjundia y llenos de consignas contra el gobierno federal para que elija la paz en lugar de la guerra o, como dijo el escritor José Saramago, para que no sólo se atenga ``al juicio de la historia, sino también al de la conciencia mundial que ahora mismo lo está juzgando''.

Vinieron con coraje, más que con cansancio; vinieron a buscar a la patria que los olvidó hace mucho tiempo; vinieron a pedir que les preguntaran a ellos cuáles son sus derechos y no a quienes desde el escritorio ven la miseria de los pueblos indígenas y campesinos. Aún más: pidieron que el gobierno deje de ``echar lumbre a la pradera'' con su iniciativa sobre derechos indígenas y exigieron un debate político directo con el presidente Ernesto Zedillo.

Desde Lanzarote, el escritor portugués volvió hacerse presente en México. Hizo llegar hasta la ``capital de la nación'' sus deseos de un México nuevo, ``regido por leyes cuya preocupación principal deba ser el respeto a la dignidad de lo pueblos y de cada persona considerada individualmente''.

El mensaje no esperado llegó cerca de las tres de la tarde. Era el de José Saramago. El orador abrevió su discurso para leer el texto del escritor portugués. Con un tono de reflexión, Saramago festejó las movilizaciones organizadas por el Congreso Nacional Indígena y por las Asambleas Nacionales Ciudadanas por la Paz, reunidas en el Zócalo.

Escribió Saramago: ``El presidente Zedillo tiene ante sí dos caminos: o repite una vez más la vía de la arbitrariedad, y ocupará, para mayor infelicidad de México, su puesto en la extensa lista de los que han servido al poder para desprestigiar y oprimir a los más débiles, o avanza lealmente por las avenidas de la pacificación y de la concordia que, salvaguardando el respeto por los compromisos libremente asumidos, lo mejor del pueblo mexicano le está ofreciendo''.

Remató su escrito con otra reflexión: ``El juicio de la historia no es el único que le espera, presidente Ernesto Zedillo. Ahora mismo ya lo está juzgando la conciencia mundial. ¿Cuál de los caminos va a elegir? ¿El de la paz para todos? ¿El de la guerra contra algunos? La palabra es suya''.

Cuatro marchas en una sola, que encontró su primer punto de confluencia en el Monumento a la Revolución, donde desde temprano el grupo Ollincóyotl Xochipilli, de Nezahualcóyotl, con sus danzas realizó un ceremonial de bienvenida y un ritual antes de que se enfilaran rumbo a la Plaza de la Constitución.

A los cuatro puntos cardinales, Genaro Domínguez, el nahua veracruzano de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indígenas (CNPI), lanzó el sonido de su concha de caracol para demostrar que la manifestación era una movilización indígena y campesina.

Al grito de ``¡vámonos!'', pasada la una de la tarde, integrantes del Consejo Guerrerense 500 años de Resistencia Indígena ganaron la descubierta. Cada uno con la bandera nacional, Juana Tito y Marcelino Isidro, representantes de comunidades de la Costa Chica y la Montaña de Guerrero, flanqueaban a Lucía, una pequeña de cinco años, que calzaba únicamente el zapato derecho, pues el otro lo perdió en el camino. En esas condiciones, bajo el sol candente del mediodía, llegaron al Zócalo capitalino, donde la bandera estaba a media asta.

En el trayecto hubo muestras de que los campesinos e indígenas no necesitan de partidos políticos ni de otra organización que la suya. Mujeres, muchas con niños enrebozados a sus espaldas, jóvenes y ancianos, unieron sus voces y sus diversos idiomas para festejar y protestar: ``Ya volvimos a salir''; ``Zapata vive, la lucha sigue''; ``Chiapas no es cuartel, fuera Ejército de él''; ``De norte a sur, de oriente a poniente, ganaremos esta lucha cueste lo que cueste'', ``Si buscan asesinos, se encuentran en Los Pinos''.

Mantas y consignas se distinguían únicamente por las siglas de cada organización. Las demandas, aun con distintas frases, eran irreductibles: ``Respeto a los acuerdos de San Andrés, rechazo a la iniciativa del gobierno federal sobre derechos indígenas, desmilitarización de Chiapas y de todas las comunidades indígenas''.

Una breve parada en la Alameda Central sirvió para que se emparejara el conjunto de los grupos provenientes de todos los estados y las regiones del país. Mantas recién hechas y otras ya gastadas portaban las numerosas organizaciones participantes, entre otras, de la Coordinadora Plan de Ayala, Pueblos Indios de Veracruz, Cholos Tecos, Unión de Comuneros Emiliano Zapata, de Michoacán; Unión de Pueblos Indígenas de la Sierra de Jalisco y unas cuantas del Frente Zapatista de Liberación Nacional.

Los grupos llegaron al Zócalo cerca de las dos tarde. Sin el acostumbrado templete, un camión de carga se habilitó como tal para que los oradores o hablantes indígenas y campesinos --como se definieron ellos mismos-- se plantaran ante el micrófono.

En su lengua y luego en español, cada uno de representantes de las comunidades reiteraron las reivindicaciones motivo de la movilización.

Primero de múltiples oradores, el indígena nahua Roque Nava festejó la concentración, a la que se calcula acudieron 5 mil participantes. ``Estamos hoy aquí sin otra cosa que nuestras palabras y nuestras justas demandas''. El mixteco Cirino Plácido complementó: ``Exigimos que el presidente Zedillo cumpla su palabra y que sepa que la nuestra es palabra de honor''. Se llevó una ovación cuando reclamó que el gobierno ``deje sus mentiras y diga la verdad, pues sabemos qué necesitamos y qué queremos''.

En su turno, Marciano Guzmán, del pueblo amuzgo, también recibió aplausos al solicitar un debate político con el presidente Zedillo para que los mismos indígenas decidan su futuro. ``No tenemos muchas palabras, pero sí razón en nuestras demandas'', afirmó.

Al final del acto, los manifestantes entonaron el Himno Nacional.

La Plaza de la Constitución se convirtió desde ayer en espacio de resistencia para defender la iniciativa de la Comisión de Concordia y Pacificación y los Acuerdos de San Andrés. Los manifestantes esperan que su estancia transcurra sin incidentes, como ocurrió ayer a lo largo de la marcha, donde sólo hubo algunos deshidratados o agobiados por el cansancio.