Guillermo Almeyra
Fondos para el desarrollo del genocidio

Hace cuatro años, en abril, medio millón de ruandeses fueron muertos sobre todo a machetazos. Un estudio, hasta ahora reservado, encargado por Naciones Unidas a Pierre Galand, presidente del Centro Belga de Cooperación para el Desarrollo (CNCD) y al economista canadiense Michel Chossudovsky, permitió a ambos estudiosos tener acceso a documentos reservados del Banco Mundial y probar que éste financió ese genocidio. El Senado belga, el 6 de diciembre pasado, publicó dicho estudio como parte del informe de una comisión parlamentaria belga sobre las matanzas en Ruanda (ex colonia belga, al igual que Burundi y el ex Zaire). Según el informe para la ONU, el gobierno ruandés dedicó sistemáticamente 50 por ciento de los financiamientos internacionales para el desarrollo a armar su ejército y a las milicias hutu Interahamwe, que realizarían la matanza. El plan de ajuste estructural establecido por el Banco Mundial fue aplicado, además, en pleno genocidio y el dinero quedó a disposición del gobierno de Ruanda en el Banco Lambert de Bruselas hasta un mes después de la matanza.

Antes de 1990 la financiación externa servía para proyectos precisos, bien controlables. Después de esa fecha, cuando la mundialización se impuso en Africa, sirvió en cambio para requilibrar la balanza de pagos, lo cual daba un importante margen de maniobra a las autoridades locales que en cuatro años multiplicaron por 11 sus fuerzas armadas (que pasaron de 5 mil a 55 mil soldados) y crearon una milicia de 17 mil hombres. Tres cuartas partes del financiamiento del Banco Mundial sirvieron para este fin y el gobierno, con la complicidad tácita de los funcionarios internacionales, hizo pasar como vehículos civiles para el transporte rural los autoblindados y transportes de tropas, mientras Félicien Kabuga, financiador de Radio Mil Colinas, que organizó el genocidio, compró 25 mil toneladas de machetes sin que a nadie sorprendiera esa cantidad. Sólo cuando habían sido ya asesinadas 500 mil personas, Naciones Unidas congeló los fondos a un gobierno ``ejemplar'', bien disciplinado, que votaba de un modo ``políticamente correcto'' en la Asamblea General y que aplicaba la política recomendada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y defendía la plena libertad de mercado.

Conviene recordar estos datos al cabo de la visita al continente negro del nuevo Escipión, Clinton el Africano. Este se reunió, en efecto, con los líderes de Ruanda, de Burundi, de Congo (ex Zaire) y con los de Senegal (a cuyas tropas de élite entrena el Pentágono, mientras antes los tiralleurs senégalais habían sido tropas de choque del ejército francés) y, por supuesto, con los presidentes de los países anglófonos de la región. El intento de desplazar y remplazar la influencia francobelga en el continente africano aparece visible en este viaje o en el apoyo (a través de los sauditas, que financian a los terroristas fundamentalistas argelinos) a las luchas contra los gobiernos profranceses de Africa del Norte. Si también se tiene en cuenta el apoyo del Departamento de Estado a Turquía (contra Chipre, Grecia, la Unión Europea) a pesar de la matanza de kurdos y de las torturas y violaciones de la legalidad internacional, si se piensa en el rearme por los turcos y los estadunidenses del gobierno de Izbegovich para futuras matanzas de serbios en Bosnia, si se considera el esfuerzo de desestabilización del gobierno de la Federación Yugoslava en el caso de la región serbia de Kosovo y en la presión ejercida sobre todos los Balcanes, se ve que la política de Washington va dirigida, en todos los puntos débiles de la política del viejo continente, contra Francia (que apoya a Belgrado y trató de frenar a Izbegovich) y contra la unidad europea. Registremos el hecho de que los que proclamaron la victoria definitiva de la paz y de la democracia, como los gobiernos de la Tríada (EU, Japón, UE) y en particular el de Washington, recurren a los golpes bajos y que éste desarrolla una estrategia mundial que, como en el caso de Ruanda en 1994, incluye a los organismos financieros supuestamente asépticos, como el Banco Mundial.

Comprobemos igualmente que éstos recomiendan e imponen una política siempre antisocial y a veces criminal, en beneficio exclusivo de los tiburones, el más grande de los cuales, ya se sabe, es llamado por los otros Tío Sam.