Alfredo Espinosa
Galindo,/el candidato de Dios

Ramón Galindo es un hombre que cree en los milagros. Y no es para menos: ya es candidato panista a la gubernatura de Chihuahua, pese a que todo el poder del actual gobernador, Francisco Barrio, estuvo en su contra. Cuando ganó, Galindo se hincó y agradeció a Dios haberlo elegido. Desde entonces parece haberse autodesignado como el candidato de Dios, y aspira a que éste le realice un nuevo milagro: ser gobernador de Chihuahua. Su adversario político es Patricio Martínez, el candidato del señor Presidente. Sin embargo, el hecho de que crea en los milagros no convierte a Galindo en un hombre milagroso. De serlo, la divinidad lo hubiera iluminado para que Juárez -la ciudad de la que fue presidente municipal- no se transformara en una de las urbes más violentas del país, en donde ocurre con aterradora frecuencia el mayor número de violaciones homicidas. Si Galindo hiciera milagros hubiera desterrado de Juárez al mismísimo Señor de los cielos, quien eligió a esa ciudad fronteriza como idílico refugio para expander sus muy terrenales negocios.

Galindo ha ido modificando, estratégicamente y con éxito, el contenido de sus campañas. Durante su precandidatura centraba su discurso en la crítica a las ineficiencias de Barrio y, rabiosamente, en contra del centralismo al que ``le damos un peso y nos devuelve 15 centavos''. Posteriormente, luego de obtener la candidatura, pactó una alianza con Barrio, a fin de unir a un panismo que amenazaba fragmentación. Esta alianza, en el fondo poco convincente, ha tenido éxito en lo político: Galindo apoyaría a Barrio si éste decidiera lanzarse en pos de la Presidencia del país y Barrio, a su vez, apostaría todo su capital político en favor de Galindo. Recuérdese que Barrio había declarado que Patricio Martínez, del PRI, era un excelente candidato y que, por otra parte, a Galindo se le identificaba como gente de Fox.

La fase actual de la campaña de Galindo se centra en apoderarse y encabezar una cruzada político-religiosa, que por lo menos a Barrio le dio buenos dividendos. Lo que intenta Galindo es elaborar una campaña, rumbo a las elecciones del 5 de julio, que logre evitar las evaluaciones críticas acerca de su trabajo en la presidencia de Juárez, y encubrir sus ineficiencias relacionadas con la seguridad pública. No puede proponer a la ciudadanía lo mismo que se comprometió a cumplir en el pasado trienio; se sabe rebasado por la violencia y el narcotráfico. Por eso retoma como estrategia de campaña el discurso de amplios sectores conservadores de Chihuahua, que atribuyen a la ``crisis de valores'' los problemas sociales más candentes, y exhortan a regresar a los principios de la familia y ``a Dios''.

Congruente con este discurso, Galindo ha sorprendido a los ciudadanos, e incluso a los mismos religiosos, visitando a diferentes sacerdotes para pedirles su consejo y bendición y, de paso, sacarse la foto con ellos. La evidente manipulación de estos actos no parece extrañar todavía a los clérigos chihua-huenses. Hasta ahora ninguno se ha deslindado de estas acciones que Galindo realiza con la grosera intención de obtener ganancias electorales.

La historia mexicana insiste en que las mezclas entre religión y política resultan polvorín. Tanto religión como política tienden a ser dogmáticas, a universalizar sus particulares verdades y a convertirlas en raíces de peligrosos fundamentalismos. ¡Que Dios nos agarre confesados cuando el púlpito se convierta en tribuna y los pastores de almas en azuzadores fanáticos!

El nuevo tiempo mexicano pretende fortalecer la democracia y la tolerancia como atributos cívicos. Si Galindo insiste en prolongar esta fase de su campaña, estará contradiciendo este espíritu nacional y apostando a que los problemas sociales se resuelven por milagros y no por esfuerzos y consensos entre la diversidad de sectores que conforman la ciudadanía. Puede, también, enardecer ánimos que difícilmente podrá apagar cuando las llamas lo amenacen.