Bazar de asombros


El cerco de Lisboa


Luis Alberto de Cuenca, poeta y Director de la Biblioteca Nacional de España, convocó a 25 poetas de España e Iberoamérica a una reunión (o aquelarre) en Lisboa. Asistimos casi todos los convocados (sólo se excusaron Valente, Mutis y Villena) y, durante tres días y tres noches, asestamos poemas marinos a un público formado por corteses y hospitalarios portugueses. La reunión se tituló ``La poesía y el mar'' e incluyó tres conferencias sobre los poetas marineros de España: José del Río, Adriano del Valle y Tomás Morales. Se suponía que íbamos a dialogar con los poetas portugueses, pero, a la hora de la hora, sólo se presentó Nuno Júdice. Nos quedamos con las ganas de hablar con Eugénio de Andrade (vive en Porto y jamás comete la imprudencia de contestar el teléfono), Mario Cesariny, el último de los surrealistas lisboetas, y la misteriosa poeta neorromántica, Fiama Hasse. En próximos números de nuestro suplemento publicaremos poemas de algunos de los ``poetas marinos'', entre otros, Francisco Brines, José Hierro, Luis Alberto de Cuenca, Félix Grande, Felipe Benítez, Carlos Marzal, Amalia Bautista, Ana Rosseti y Guillermo Carnero.


Sobre labios purpurinos

Fuimos a Mérida y, sin compasión, discurseamos en el Colegio San Agustín y en la Escuela de Periodismo. Mérida sigue siendo una fiesta para los sentidos y entrega sin hacer alardes los mejores aspectos de su cultura caribe, maya, mexicana, libanesa, criolla y mestiza a los bien dispuestos a recibir tantas y tan contrastadas manifestaciones de una cultura entendida como entorno histórico-genético que, por lo mismo, se niega a establecer separaciones entre lo popular y lo académico.

Como en Brasil, los poetas yucatecos establecieron una rica asociación con los compositores. Así, los nombres de Médiz Bolio y de Rosado Vega se unen a los de Palmerín y Guty Cárdenas. Escuchamos boleros y canciones de Pastor Cervera y recordamos al Cuarteto Armónico. Pensamos en Abreu Gómez y en Leopoldo Peniche (no pudimos verlo por razones de enfermedad) y, guiados por Eduardo Tello Solís, visitamos el prodigioso Monasterio de Izamal que nos puso a recordar al utopista franciscano, De Fiore; la Hacienda de Teya, el teatro regional del Cholo Herrera, en una época tan parecido a la Commedia dell' Arte y ahora malamente contaminado por la telenovela al uso, y la cocina de Teresa Tello, en la que brillaron la sopa de cilantro y el queso relleno con sus aires holandeses, criollos y mayas.

Nos enteramos de que un pequeño grupo de escritores jóvenes trabaja en varios y urgentes proyectos novelísticos sobre la Guerra de Castas, el porfiriato yucateco y su casta divina, y el interesantísimo periodo histórico cubierto por el Partido Socialista del Sureste y su líder, Felipe Carrillo Puerto, con todo el folclor sentimental de la ``peregrina de ojos claros'' y las leyendas (en su mayor parte, verídicas) de las relaciones con la Unión Soviética y, en particular, con la Comisaria de Instrucción Pública del Primer Gobierno de Lenin y Embajadora en México, Alejandra Kollontay.


Recordando a
Miguel Torga

Cumplimos con José Saramago los sencillos ritos de recordación de uno de los más originales escritores portugueses de este siglo, Miguel Torga, el médico de provincias autor de un diario personal que, como el de Julien Green, es en el fondo el análisis minucioso de una colectividad en un momento preciso de su historia. Los personajes de Torga, emigrantes, pequeños empleados, viejas prostitutas de puerto, niños descubriendo el mundo de su calle, policías de inusitada bondad, soldados del ejército colonial... forman ``la comedia humana'' del Portugal moderno y contemporáneo, y nos permiten reconstruir los rasgos del salazarismo autoritario, integrista y beaturrón. Los lectores recordarán una de las más tragicómicas declaraciones de Oliveira de Salazar: ``Ante la deserción de las potencias europeas que abandonan a sus colonias, Portugal y su imperio se quedan orgullosamente solos.'' Con razón el siniestro sacristán era amigo íntimo del espadón gallego que gobernaba garrote en mano al otro lado de la raya.

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

VOLVIO DE ENTRE LOS MUERTOS Y ESTABA VIVA

Volvió de entre los muertos y estaba viva. La frase me llamó la atención. Parece imposible, pero, como veremos, no lo es. Incluso es sencillo y natural. Necromancia al alcance de todos.

Salí de la Preparatoria de San Ildefonso en 1958, tenía 16 años. Ingresé a Arquitectura, aguanté semiasfixiado dos meses y me salí. Entré a la Esmeralda, quería ser pintor y escultor, tenía facilidad para el dibujo y el modelado y me gustaba mucho el arte. En 1960, empecé a ir en las tardes a Filosofía y Letras con el vago propósito de tomar clases de historia del arte. Ahí descubrí la filosofía y cometí el desmesurado error de abandonar la Esmeralda y consagrarme durante siete largos años a estudiar filosofía.

En la Facultad encontré amigos y descubrí a Tamara, una muchacha alta y rubia, hija de español y rusa, a la que quise mucho. Pasó el tiempo, dejamos de vernos. Ella murió. Hace unos días la soñé, y en mi sueño estaba viva. Si despierto recuerdo a Tamara; mi recuerdo de ella incluye por necesidad que ya murió. Pero en mi sueño estaba viva. Por lo tanto, en sueños puedo hacer una operación que no puedo hacer en la vigilia, a saber, excluir del recuerdo o consideración de alguien la noticia de su desaparición, y así, aunque sea por corto espacio, revivirlo. Esta generosa peculiaridad de los sueños merece alguna reflexión, creo.

Lo más obvio es juzgar que en sueños el recuerdo de una persona es incompleto o fragmentario. Pero ¿por qué, intuyo, es incómodo y misterioso calificar de ``incompleto'' un recuerdo?

La categoría de totalidad, que rige nuestro manejo de lo completo e incompleto, es muy útil, verdadera enzima del pensamiento, y se aplica a muchos campos diferentes. Ahora, en general, sólo podemos darle uso considerando ``completo'' como ``aquello que tiene o exhibe todas sus partes''. Pero los recuerdos no parecen estar compuestos de partes, no del mismo modo que una mesa o una sinfonía están hechas de partes. Y, si el recuerdo no tiene partes, ¿cómo sabemos que algo falta en ellos, es decir que están incompletos?

Sin embargo, aunque los recuerdos no tienen partes, forman secuencias. Esto es, si, por ejemplo, no recuerdo qué hice el martes pasado, me inquieto. Algo debo haber hecho porque un hilo continuo recorre mis acciones, y si se rompe en algún punto, algo falta ahí. Por aquí entendemos cómo se aplica la categoría de totalidad a los recuerdos de las personas: cuando despierto viene a mi mente una persona; el recuerdo de ella se organiza a partir del hilo de su vida; es decir, no vienen a mi mente recuerdos dispersos, sino en bloque la biografía de la persona en cuestión.

Pero esta biografía se presenta de manera curiosa. Verifícalo pensando en las personas que conoces. No se presenta explayada en todo lo que sabes de ella, sino compendiada en un catálogo de datos que sabes que están ahí hilados, pero de los que irás destacando sólo los que necesitas.

Pero en sueños no es así. Una de las características más notables de los sueños es que en ellos no aplicamos la categoría de totalidad. Ni a las personas ni a las situaciones. Por eso los sueños no son como los cuentos. Un cuento, como un chiste o una anécdota, apunta desde el arranque hacia un final, o punch line, y este final le da su sentido a la narración. Nuestra lectura del cuento, o audición del chiste, se organiza en espera del final revelador. Así actúa en ellos la categoría de totalidad. Pero los sueños están hechos de situaciones más o menos estáticas, sin espera de desenlace.

El personaje soñado también se agota en la situación donde aparece. De Tamara en el sueño no tengo, como despierto, su biografía sintetizada en un elenco de noticias, sino sólo lo que hace, dice y padece en la situación particular en que la soñé. Por eso puedo verla viva, aislada en el momento, sin futuro preciso, alentando en la incertidumbre de la existencia.

No todos los recuerdos son iguales. Hay tipos de recuerdos. No es lo mismo recordar la tabla del ocho o la capital de Turquía, que una cara o un lugar. Los primeros son recuerdos mecánicos, elementalitos; en cambio, el recuerdo de una cara tiene siempre profundidad: tras la cara hay una persona y todo lo que nos unió a ella. La cara de Tamara, a quien tanto quise, no es un recuerdo, sino un nudo, una red, un mar de recuerdos. Y basta un microsegundo de sueño de esa imagen nítida para volver a navegar en esa feliz eternidad en la que ella, viva, vuelve de entre los muertos.




Naief Yehya


EL HACKER HONESTO Y LOS OTROS

Una travesura se vuelve un crimen

El 18 de marzo pasado, un adolescente de Boston fue la primera persona a quien se le levantaron cargos federales por un crimen cibernético. El joven hacker se infiltró en el sistema de la telefónica Nynex al conectarse con una computadora remota que se usa para dirigir señales de los cableados de cobre a la fibra óptica. El muchacho fue culpable de que el 10 de marzo no hubiera servicio telefónico en Worcester, Massachusetts, por más de seis horas. Antes, también se había metido a la base de datos de una farmacia local e incluso había copiado recetas de algunos clientes. El fiscal pidió que se le aplicaran dos años de condena (que puede pasar en libertad condicional pero durante los cuales no podrá tocar un módem), su computadora será confiscada, deberá pagar 5,000 dólares a Nynes y ofrecer 250 horas de servicio comunitario. En un momento en que las incursiones clandestinas en sistemas de la NASA, el Pentágono y la Casa Blanca han aumentado, es claro que la intención del gobierno estadunidense es mandar un mensaje a los hackers del mundo, especialmente a los menores de edad (el mismo día fueron puestos en arresto domiciliario un par de adolescentes israelíes por diversas irrupciones en sistemas confidenciales estadunidenses), quienes hasta ahora habían gozado de cierta impunidad.

La segunda vez es un crimen

Antes de condenar a quienes se pasan la vida buscando puertas traseras en los sistemas más seguros y complejos del mundo, debemos tomar en cuenta que si alguien logra penetrar en un sistema, la culpa la tiene el administrador a cargo de éste. El funcionamiento de Internet depende del respeto entre usuarios. El verdadero hacker no puede tener intenciones de causar daño ni de aprovecharse del resto de los cibernautas (especialmente de los indefensos). Para un hacker la red es valiosa en tanto que es un sistema que hasta cierto punto permite la anarquía; destruir la confianza y la solidaridad elemental que dan sentido a Internet sería equivalente a morder la manzana bíblica. El hacker Billsf dijo: ``La primera vez que se entra a un sistema es un hack, la segunda es un crimen.'' No obstante, los hackers que dejan huella son los otros, aquéllos con malas intenciones (desde borrar o robar información hasta practicar el smurfing, que consiste en paralizar sistemas al inundarlos con información inútil), como Kevin Mitnick (de quien se han escrito tres libros y se prepara una película), Phiber Optick o Phantomd, una especie de ermitaño digital quien, de acuerdo con el libro At Large, de David Freedman y Charles Mann, logró penetrar y causar estragos prácticamente en todos los sistemas más seguros del planeta.

La guerra informativa de Shwartau

El experto en seguridad en computación y sistemas de comunicación, Winn Shwartau, escribe en su libro Information Warfare (Thunder's Mouth Press), que el término hacker se deriva de hackneyed, que quiere decir gastado o cansado por el uso. La palabra hack puede tener connotación negativa, como de alguien que hace un tabajo mediocre, pero también se refiere a meterle mano a alguna máquina sin saber bien a bien cómo hacerlo. ``Un hacker es alguien que quiere saber cómo funcionan las cosas'', escribe un autor. Y Shwartau es hasta cierto punto un hacker en los dos sentidos del término. Por una parte tiene una enorme experiencia en este campo, pero por otra es un hombre con una concepción del mundo infestada de clichés, verdades a medias y prejuicios. Por ejemplo, reconoce que Estados Unidos se ha vuelto vulnerable a los ataques terroristas, pero en vez de señalar que la mayoría de los ataques recientes provienen de la extrema derecha, señala como principales sospechosos a los ``terroristas árabes''. Continuamente cae en simplificaciones y afirmaciones irresponsables, como asegurar que Siria e Irán están involucrados en crímenes que van desde falsificar miles de millones de dólares hasta entrenar en las artes del terrorismo a los cárteles colombianos. Para Shwartau, el Nuevo Orden Mundial (sea lo que sea eso) ``acentúa las disparidades en la calidad de vida en todo el mundo, engendrando dos grupos distintos y potencialmente adversos, los que tienen y los que no tienen. Las tensiones militares entre Este y Oeste están siendo reemplazadas rápidamente por las tensiones entre los que tienen y los que no tienen''. Es triste y cómico que Shwartau crea que la lucha de clases es una novedad. La primera edición de Information Warfare fue publicada en 1994 y muchas de sus partes se sienten ya obsoletas; esto es hasta cierto punto inevitable en este tipo de obras; no obstante, lo que sí es molesto es que resulta un libro repetitivo y por momentos confuso. Pero lo interesante es que un libro que se pretende serio parece estar inspirado en, por lo menos, tres películas de acción (descerebrada) hollywoodenses: Sneakers (Phil Alden Robinson, '92), The Net/La red (Irwin Winkler, '95) y Hackers (Iain Softley, '95). Es decir, más que un libro técnico estamos ante una obra de divulgación sensacionalista que mantiene el interés del espectador mediante golpes de efecto.

Naief Yehya

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