Según palabras de su líder nacional, el PRI podría estar a punto de dar un giro de 180 grados a favor de su democratización, pero lo más llamativo es que el giro podría ser para designar a su candidato a las elecciones presidenciales del año 2000.
Por lo menos el proceso de selección de candidato a gobernador en Chihuahua le dio al PRI buenos resultados pues un escrutinio amplio propició que se eligiera a Patricio Martínez, que deja satisfechos a tirios y troyanos. A él nadie se la debía, pero se la ganó. Falta ver el resultado en las elecciones, pero todo indica que el PRI tendrá la confianza ciudadana. A Patricio Martínez lo eligió la sociedad chihuahuense, a diferencia, por ejemplo, que a Olivares Ventura para Aguascalientes, y ya se verá.
Con la elección del candidato en Chihuahua, el PRI dio muestras de una gran apertura que Mariano Palacios Alcocer quiere hacer efectiva para la elección del candidato presidencial.
El pasado 2 de abril Palacios hizo las declaraciones más importantes de un presidente del PRI en los tiempos del presidente Zedillo. Pero quizá porque las hizo a una radiodifusora de Querétaro, muchos medios importantes las mandaron a ``interiores'' sin pena ni gloria.
El ex gobernador de Querétaro dijo, entre otras cosas, las siguientes:
1. ``Como nosotros advertimos que los partidos deben tener un ejercicio de mayor apertura, es que creemos que este tema (los candados) debe discutirse.''
2. ``(É) históricamente los candidatos del partido han surgido del gabinete presidencial (É) Pero también hay cuadros muy valiosos en otras instancias (É) dispuestos a venir a su partido a mostrar sus polendas, a expresar su verdad y a recorrer el país en la búsqueda de los apoyos.''
Hay la presión evidente de que los otros partidos pueden placear con mayor soltura a sus precandidatos o aceptan sin tapujos que se promocionen, lo que de hecho es un inicio de campaña.
Por ello, el líder priísta anunció que una asamblea nacional del partido, a efectuarse este año, definirá los requisitos de elegibilidad del candidato presidencial y sentará las bases de la competencia interna. Esto quiere decir adiós a los candados que tuvo que apoyar Santiago Oñate y con los que la clase política tradicional pretendía vengarse de los tecnócratas advenedizos y evitar más sorpresas para ella. Era, desde luego, un recurso pueril de los que se sienten desplazados y no creen que sí saben hacer política.
Pero Palacios se inclina más por los cerrojos de las auscultaciones que por los candados del historial vengativo. En sus intenciones está que los precandidatos sean sometidos al escrutinio público, no sólo de los priístas. No será como con la famosa pasarela que organizó Jorge de la Vega Domínguez que sólo sirvió para darle un tinte de democratización interna, que no resultó tal, a la designación de Carlos Salinas, designación que en el momento de anunciarse aquella ajetreada mañana del 5 de octubre de 1987 provocó unos instantes de azorado asombro y silencio entre los distinguidos priístas y público asistente, hasta que alguien por ahí recordó que había que aplaudir y vitorear.
Así que Bartlett, que a decir de Palacios ``ni atenta contra la unidad del priísmo ni entorpece la marcha de nuestra organización'', no anda tan errado y sí se buscará que los precandidatos que tengan cartera renuncien a sus puestos y hagan precampaña dentro y fuera del partido, algo insólito, pues entre otros, si no se ven obligados a hacerlo antes, tendrían que renunciar al cargo los que hasta ahorita quieren: Espinosa, Gurría, Labastida y Ortiz.
Sólo falta que, además de la apertura interna y democratizadora, Chiapas no sea, para entonces, una desgracia mayor.