Ellas y ellos estuvieron aquí antes que la mayoría de nosotros. Ellas y ellos han sido parte fundamental de la construcción del México moderno. Ellas y ellos, los mexicanos de 60 años y más, protagonizaron cambios relevantes en todos los órdenes. Fueron el motor de la historia moderna.
A cambio de ello, sólo uno de cada 10 recibe pensión o jubilación, y en su mayoría esos pagos son de uno o dos salarios mínimos; cuatro de cada 10 trabajan a pesar de su edad, y los otros seis viven en condiciones económicas, sociales y familiares muy difíciles. Más aún: fuera de los discursos ocasionales, socialmente no gozan de reconocimiento y son marginados por esquemas culturales que no los consideran aptos para el trabajo ni como sujetos de atención.
Como sociedad y gobierno tenemos una enorme deuda con los mexicanos mayores de 60 años. Es hora de empezar a pagarla, no como un acto de caridad, sino como lo que es: una acción de justicia social. Dar a los adultos mayores lo que les corresponde es, también, una forma inteligente de prepararse para el futuro.
¿Cuál es la dimensión del asunto del que hablamos? De acuerdo con datos oficiales, en 1995 existían cerca de 6 millones de mexicanos de 60 años y más que representaban 6.5 por ciento de la población total. Más de la mitad de los senectos se concentran en siete entidades: DF, México, Veracruz, Jalisco, Puebla, Guanajuato y Michoacán. De la desatención que padecen como muestra está el hecho de que, conforme a información disponible, existían 120 médicos especializados en enfermedades propias de la tercera edad. Es decir, uno por cada 50 mil personas.
Este sector crece a un ritmo acelerado como resultado del alargamiento de la vida de los mexicanos. Por tanto, tiende a ser cada vez más importante en cuanto al total de la población. El drama que hoy viven nuestros compatriotas de 60 años y más es producto de la falta de previsión. Si hoy que representan un porcentaje relativamente bajo del conjunto de los mexicanos no estamos siendo capaces de dar respuestas suficientes, ¿qué espera a los ciudadanos de edad avanzada dentro de 10 años?
Es claro que se requieren propuestas de largo plazo y que involucren reformas institucionales, legales, programáticas y hasta culturales. Atender de forma parcial el problema no es solucionarlo. Las iniciativas legales que se propongan para dar el marco jurídico que permita su atención son bienvenidas, pero modificar las leyes no bastará. También hay que impulsar un proceso que lleve a su revalorización social, una suerte de cambio cultural acerca del papel que tienen y pueden tener en la sociedad.
En septiembre de 1996, desde la diputación federal, propusimos la realización de una Cruzada Nacional por una Vejez Digna que planteaba, entre otros propósitos, un método: trabajar con los grupos de mexicanos mayores de 60 años en la búsqueda de soluciones integrales a sus problemas. La participación de los adultos mayores debe ser la regla de oro que guíe toda acción. Ellas y ellos pueden ser sujetos de los cambios que propongan y no espectadores pasivos de lo que las instituciones y los partidos decidan y quieran hacer en su beneficio.
Por todo ello, convocamos a la realización de una Cruzada Estatal por una Vejez Digna. Esta acción no sólo está concebida como una forma de empezar a saldar la deuda que tenemos con ellos, sino como una manera de llamar a su participación para encontrar juntos soluciones de fondo para el hoy y el mañana.
En esta cruzada deben participar los adultos mayores y todos aquellos involucrados en su atención, como son la familia, las instituciones de seguridad social, las organizaciones civiles que les prestan ayuda, los especialistas e instituciones educativas dedicadas a investigar sobre los asuntos que les afectan y, por supuesto, las instituciones como el Congreso de la Unión y los partidos que podrían acudir a este llamado con una visión amplia.
Los partidos, instituciones, familiares y ciudadanos en general podemos asumir el compromiso político de llevar a cabo la Cruzada por una Vejez Digna en todos los rincones del país, como una forma de poner un alto a la relación social que margina y condena a la inactividad a un grupo de mexicanos por demás valioso. No obstante, debemos tener claro que ellas y ellos, los adultos mayores, deben participar con sus opiniones y necesidades. En una palabra, tratarlos como lo que son: mujeres y hombres pensantes, respetables, experimentados y útiles. Hacer justicia y tomar precauciones en cuanto a este tema es ver hacia el futuro con la idea de heredar soluciones a las nuevas generaciones y no sólo problemas y rezagos.