Hay una gran preocupación mundial en el sentido de que no existe una correspondencia directa entre el extraordinario desarrollo científico y tecnológico alcanzado por el género humano en los últimos años y la solución real a los múltiples problemas que le aquejan.
Se ha vuelto lugar común culpar al llamado neoliberalismo de todos los males que padecen prácticamente todas las sociedades del mundo, en particular de los crecientes niveles de pobreza que se vienen observando desde la década pasada. Incluso en los países desarrollados existen grupos (académicos y sociales, llamados progresistas o de izquierda) que critican constantemente a este enfoque teórico, no obstante que todavía en esas naciones quedan amplios resabios del Estado keynesiano de bienestar que protegen a una buena parte de la población.
En palabras de Gustavo A. Vicencio, al neoliberalismo se le adjudican muchos problemas, debido a que ``es el fantasma que recorre el mundo. Todos los males de la humanidad se deben a él, por lo que es deber de todo ser humano bien nacido estar en contra, aunque no sepa, bien a bien, qué es ni qué alternativa se propone para sustituirlo'' (``El neoliberalismo, el modelo económico salinista y el PAN'', Economía Informa, núm. 255, marzo, 1997, UNAM).
A pesar de que se ha tratado ampliamente, en los últimos meses ha resurgido la discusión sobre el neoliberalismo. Por su obvia importancia y quizás por la difusa --y muchas veces incorrecta-- interpretación, con esta colaboración inicio una serie de reflexiones sobre este tan controvertido término, haciendo referencia a algunos problemas y políticas actuales.
El neoliberalismo puede ser entendido, en su sentido más genérico, como la aplicación sistemática de las políticas públicas que simultáneamente estimulan el libre mercado y disminuyen los espacios de actuación del Estado, con el objeto de que el crecimiento y el desarrollo económicos se deriven de una nueva relación entre esos dos agentes, donde el motor del progreso ya no es la voluntad central plasmada en la planificación estatal, sino el mecanismo sabio y automáticamente equilibrador del libre mercado.
Gruesamente, podemos decir que estas políticas comenzaron a aplicarse en el Cono Sur a mediados de los años 70 y en Estados Unidos e Inglaterra poco después, con el reaganismo y thatcherismo.
Debe quedar claro que el neoliberalismo no es sólo un cuerpo amplio y generalizado de medidas de política económica que recientemente han adquirido el nombre de reformas estructurales. Toca todos los aspectos de la vida social, política y cultural de las civilizaciones, en donde la competencia libre y los comportamientos maximizadores de todos los individuos son la pauta distintiva. El Estado se va limitando a inducir políticas y conductas privadas que desarrollen los mercados y a atender aspectos sociales compensatorios.
La crisis económica mundial de la posguerra comenzó en 1973, a partir de una serie de choques de oferta por la alteración abrupta de los precios de varios productos primarios y de los energéticos, así como también por los múltiples efectos rezagados de la devaluación del dólar. Además de esos factores, en América Latina el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones llevó a crisis agudas con anterioridad. La discusión entre monetaristas (que después serían etiquetados de neoliberales) y estructuralistas en torno al origen y solución de los problemas económicos de la región arranca en los años 50.
La crisis asiática y, sobre todo, las debilidades de la economía japonesa, hacen que muchos analistas piensen que es imperiosa la aplicación de estas políticas a los países que hasta hace muy poco tiempo se consideraban ejemplos alternativos al proyecto neoliberal. En ese sentido, hace dos semanas los líderes de 25 países (15 europeos y diez asiáticos) se reunieron en la cumbre Asia-Europa y declararon la necesidad de apoyar las reformas económicas del FMI y rechazaron el proteccionismo como recurso para superar la crisis de la región.
Resulta, pues, que el remedio ahora consiste en aplicar medidas claramente neoliberales, por lo que habrá que discutir sobre la relación causa-efecto entre pobreza y políticas económicas.