Ya no sorprenden sino preocupan, y mucho, los desplantes del Presidente ante el conflicto en Chiapas. Un día, en broma de mal gusto, se refiere al subcomandante Marcos como una posible piedra en el zapato presidencial, y apenas el miércoles último --en entrevista con el diario venezolano El Nacional-- califica al EZLN como ``el principal grupo paramilitar'' en Chiapas. Además, Zedillo señala como deshonestos, ``a sabiendas'', a los partidos que le hacen el juego a los zapatistas, en casi inocultable referencia al PRD, cuya posición frente a la insurgencia indígena incomoda al gobierno. Las afirmaciones presidenciales no hacen sino confirmar la rígida estrategia gubernamental, ajena por completo a cualquier intención de búsqueda --como es su obligación-- de los caminos para sacar al conflicto del estancamiento peligroso en que se encuentra.
Los discursos y declaraciones del doctor Zedillo lo presentan también como es: el jefe de la estrategia gubernamental frente al conflicto en Chiapas. No hay diferencias ni siquiera de matiz, como a veces se sugiere, con la política que ejecuta el secretario de Gobernación y sus hombres. Y es comprensible que el jefe del Ejecutivo defienda su estrategia, pero su opinión no es infalible ni tiene derecho a la terquedad. Sobre todo cuando la lógica de su estrategia --como lo confirman la razón y los hechos de todos los días en Chiapas, más allá de las palabras presidenciales-- conduce o a una ofensiva militar, con la absurda pretensión de ponerle fin al conflicto, o a la descomposición política y social e intentos de regresión, que cancelarían el proceso de la transición democrática.
El punto de partida de la política del gobierno es pretender lo imposible: violar impunemente los acuerdos que adoptó en San Andrés y resolver el conflicto excluyendo al EZLN. Ese significado tiene su iniciativa sobre derechos y cultura indígena que los senadores priístas se empeñan en aprobar con el apoyo de la fracción de Acción Nacional, cuyos dirigentes comparten la idea de que es posible legislar en materia indígena haciendo a un lado a los zapatistas, los representantes más radicales del movimiento indígena y principales promotores de sus derechos y parte negociadora en San Andrés; sin su levantamiento en el 94, pocos se acordarían de los indios hoy. Otro componente importante de la estrategia zedillista consiste en golpear fuertemente al PRD, que se ha erigido en el partido más consecuente en la búsqueda de una solución negociada y pacífica del conflicto, y se está convirtiendo --por ésa y otras razones-- en una alternativa de gobierno y de poder.
La estrategia gubernamental enfrenta, sin embargo, grandes dificultades. Una de las más importantes es que pocos creen en las palabras y buenos propósitos del gobierno en el conflicto en Chiapas, pues aquéllas y éstos los contradicen los hechos, y en ocasiones incluso las palabras. El gobierno sólo tiene el apoyo --y no unánime-- de los priístas. Y no es seguro que los sectores más conservadores del país acompañen a Zedillo en una política que puede meternos a todos en un callejón sin salida. No cuenta, se entiende, con el respaldo incondicional del PAN, que puede y debiera deslindarse de la estrategia del gobierno por los altos y negativos costos que tendría para ellos.
Pero además de no ser incondicional del gobierno en este asunto, el PAN podría hacer algo más y muy importante: junto con el PRD podría jugar un papel determinante en el Congreso de la Unión para reencauzar el conflicto, tender puentes al EZLN y obligar al gobierno a volver al camino de la negociación y abandonar por completo su idea absurda de que es posible la solución del conflicto, alcanzar una paz permanente, justa y digna, excluyendo al EZLN. La posición del PRD en este conflicto es muy clara y de compromiso con la causa indígena; entiende, y lo dice, que la transición democrática pasa por Chiapas.
El PAN tiene hoy una excepcional oportunidad de no seguir siendo el partido de las concertacesiones, y de emprender otras iniciativas no subordinadas a la óptica gubernamental. ¿Aprovechará esa oportunidad?