¿Por qué la lucha del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) ha tenido una repercusión internacional sin precedentes? Si esta pregunta se hubiese encarado con honestidad y a tiempo, la solución del conflicto chiapaneco estaría hoy mucho más cerca. Además, ya hubiésemos frenado el desprestigio internacional de México, que crece con cada expulsión de extranjeros internacionalistas (solidarios con víctimas de injusticias, donde quiera que ocurran).
Lejos de encarar honestamente dicha pregunta, el gobierno mexicano --acaso por el mimetismo propio de una dependencia ya asfixiante-- actúa de la misma forma que reprocha al gobierno de Estados Unidos cuando éste expulsa a trabajadores migratorios. Es decir, utilizando a los extranjeros como chivos expiatorios y desentendiéndose del derecho internacional. Porque tan universal es el derecho a buscar un lugar en el mercado mundial del trabajo, como el derecho a solidarizarse con personas ultrajadas en cualquier rincón del planeta (y en Chiapas abundan).
Son varias las respuestas posibles a la pregunta sobre la internacionalización de la lucha zapatista. Algo de ello obedece a tecnologías tan rápidas de comunicación como el Internet. Algo más obedece a la ya indiscutible destreza de los zapatistas en el arte de comunicar. Otro tanto puede atribuirse a la torpeza de su contraparte, no sólo por insistir en que el conflicto chiapaneco tiene un alcance microscópico (``cuatro municipios''). También, porque su política de avestruz xenofóbico sólo atina a multiplicar las miradas de los más diversos ciudadanos y gobiernos de nuestro planeta.
Cualquiera que sea el peso específico de todas esas respuestas, hay otra más, a nuestro juicio la determinante. La lucha zapatista ha tenido y tiene una repercusión internacional sin precedentes, debido a su triple esencia: ética, humanista y democrática. Y si hay algo universal en estos tiempos de globalización salvaje, es la demanda de esas tres cosas: 1) nuevos valores y principios que animen a nuestras conductas (individuales, nacionales, internacionales); 2) conductas que restituyan a cada ser su esencia humana; y 3) un nuevo orden nacional/mundial en el que se multipliquen los sujetos con identidad propia y a la vez suficiente para hacerse de voz y voto, todos los días.
Sobra decir que el tipo de globalización en curso atropella, día a día, todos y cada uno de esos reclamos. Y ojalá así lo entiendan quienes hoy realizan la II Cumbre de las Américas en Chile. La única ética que tal globalización promueve, es la de los valores bursátiles y de los principios mercantiles. En vez de humanismo, alienta a un tiempo la cosificación de la vida y la ley de los animales: la del sálvese el que pueda. Y en vez de respetar la diversidad cultural y la multiplicación de las identidades correspondientes, amenaza con uniformarlo todo bajo el yugo de una élite global.
Por eso, cada tramo que avanza la actual globalización es acompañado de los más variados conflictos: desde los disturbios raciales y los asesinatos entre niños en Estados Unidos, hasta las ya innumerables luchas por la independencia o la autonomía lo mismo en la ex comunidad socialista que en Africa y Asia. En el fondo de todos esos conflictos es fácil encontrar por lo menos uno de los tres reclamos que dan esencia a la lucha zapatista: la ética (``nunca más un México sin nosotros''), el humanismo (``para todos todo, nada para nosotros'') y la democracia (``mandar obedeciendo'').
Por eso la lucha zapatista tiene una dimensión universal y una fuerza moral inconmensurable. Consciente o inconscientemente, millones de personas en el mundo se sienten reflejadas en esa lucha. Por eso es una batalla con un futuro tan universal como luminoso.
De su triunfo depende no sólo que México por fin transite a la democracia, sino que recupere un papel de avanzada en el mundo. Frenarla es, a todas luces, absurdo y contraproducente. Peor aún, si el freno se aplica a punta de expulsar extranjeros internacionalistas o de máscaras como la de Acteal o de razzias militaristas como las de Taniperlas.
Con cada uno de esos exabruptos, todos perdemos. O, para ser exactos, perdemos los interesados en un México democrático y/o en un México estable y/o en un México digno ante el mundo.