Hoy se reúne el Consejo Nacional del PAN, en sesión extraordinaria, para decidir en conciencia qué hacer ante Chiapas. El panorama en aquella entidad ha variado, y mucho, desde que Felipe Calderón Hinojosa y la dirección panista se aliaron con el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, y Adolfo Orive, estratega de éste en contrainsurgencia, para imponer unilateralmente una ``nueva'' relación con los pueblos indígenas.
Los panistas deberán evaluar si continúan marchando del brazo del PRI, pese a que todas las evidencias demuestran que Labastida y Orive se aprovecharon de su acuerdo ``de principios'' con el joven Calderón, para convertir al PAN en una fuerza moralmente corresponsable de la ofensiva policiaca y militar que el ``gobierno'' desató el 15 de marzo en contra de las comunidades zapatistas.
No pocos estudiosos de la realidad nacional han coincidido en estos días en que la finalidad última del ``plan de acción'' diseñado por Orive, impulsado por Labastida Ochoa y avalado por el PAN al menos ``en principio'', conducirá al país a la guerra. Lo que nadie ha señalado en cambio, y sería espléndido que lo tomaran en cuenta los consejeros albiazules, es que la guerra estalló el 15 de marzo, cuando se inauguraron los vuelos rasantes en forma masiva, y entró en una etapa más aguda el pasado viernes 10 de abril, con el asalto a la comunidad de Taniperlas.
En el relato que sigue a continuación, los consejeros panistas podrán, en el mejor de los casos, sospechar que la violencia propagada por el secretario de Gobernación, instrumentada por el gobernador de Chiapas y ejecutada por las fuerzas del viejo orden, beneficia, objetivamente, a los traficantes de armas, a los traficantes de alcohol y a los traficantes de prostitutas. Y favorece, en la perspectiva de un futuro no lejano, a los traficantes de drogas que poco a poco se acercan al escenario de este nuevo capítulo de la guerra.
Para que todos nos entendamos mejor, será óptimo que los honorables consejeros nacionales del PAN observen, por caridad cristiana siquiera, estas muy sencillas instrucciones. En el extremo derecho de una hoja en blanco marquen una cruz, que representará a la ciudad de Ocosingo. Un centímetro más abajo pongan un puntito que representará al ejido San Miguel, famoso en 1994 porque a veces allí concedía entrevistas el subcomandante Marcos. Ahora bien, del puntito de San Miguel dibujen una raya punteada hacia el centro de la hoja, y marquen allí otro puntito, que corresponde al ejido Nuevo Monte Líbano. Este, señoras y señores, es un lugar estratégico, pues de allí parte, a la izquierda de la hoja (trácenla por favor) una raya horizontal que representa la cañada del río Perla, y termina en el ejido El Calvario, al pie de las impenetrables montañas.
Escriban ahora, de izquierda a derecha, los nombres de las comunidades tzeltales que coexisten en la cañada del río Perla: El Calvario, San José, San Caralampio, Perla de Acapulco, Agua Azul, Taniperlas, Censo, Santa Elena, Rancho San Luis y Nuevo Monte Líbano. En todas esas pequeñas y hermosas aldeas conviven las bases de apoyo del EZLN con reductos de indígenas igualmente miserables que pertenecen (en el sentido literal del verbo) al PRI.
Enseguida les voy a rogar, señores consejeros panistas, que escriban una letra E (en mayúscula) y la encierren dentro de un círculo junto a los nombres de las comunidades El Calvario, San Caralampio, Taniperlas y Nuevo Monte Líbano. El símbolo de la E dentro de un círculo significa ``campamentos del Ejército Mexicano''. Por último, abusando de su paciencia, voy a suplicarles que escriban las letras MIRA (sigla del Movimiento Indígena Revolucionario Antizapatista) junto a los nombres de las comunidades Nuevo Monte Líbano, Rancho San Luis, Santa Elena, Censo, San Caralampio y El Calvario, y de esta suerte sabrán, exactamente, donde están los paramilitares.
Volvamos ahora al puntito que representa a Nuevo Monte Líbano, y desde allí tracen una tercera raya punteada, ésta hacia la parte inferior del papel, y en el extremo de la misma escriban el nombre Palenque. A la derecha de Nuevo Monte Líbano, lejos de nuestra raya punteada, hay dos comunidades: Rancho San Juan (otra base paramilitar del MIRA) y Nuevo Dolores (eminentemente zapatista).
Bajemos, pues, dos centímetros a partir de Nuevo Monte Líbano, ahora sí sobre la raya punteada, y anoten junto a un nuevo puntito el nombre del ejido Monte Líbano, y más abajo el nombre del ejido El Tumbo, y más abajo, el nombre del ejido San Jerónimo Tulijá, y más abajo el nombre de la ciudad de Chancalá, y ya estamos, pues, en Palenque.
Sin embargo, a la izquierda de Chancalá deberán marcar otro punto para señalar la ciudad de Benemérito de las Américas, terrible por cierto, refugio de matones y santuario de narcotraficantes que la gente del común suele llamar ``Matamérito de las Américas''. En esa zona de extrema pobreza y poco frecuentada por el turismo, la Secretaría de Comunicaciones y Transportes construyó, inexplicablemente, una carretera de 40 kilómetros, de Palenque a Chancalá, que es orgullo de la ingeniería nacional porque es una larguísima recta, tiene un espléndido y bien aplanado pavimento y sus señales fosforescentes la convierten, de noche, en una magnífica pista de aterrizaje... para avionetas. (Véase el tonto del pueblo del 2 de agosto de 1996.)
La primera conclusión a la que pueden arribar ya, señores consejeros del PAN, es que las fuerzas políticas y sociales que rodean a los zapatistas en la cañada del río Perlas están asentadas en los dominios del narcotráfico.
Con el mapita que acaban de realizar, honorables señoras y señores, comprenderán mejor lo siguiente. En El Calvario, el MIRA ha reclutado a 25 jóvenes tzeltales y priístas, seis de ellos menores de edad, que reciben adiestramiento militar, perciben por ello un sueldo de 700 pesos mensuales (¡una auténtica fortuna!) y son tan buenos amigos del campamento del Ejército Mexicano colocado allí, que a menudo portan guerreras y kepíes de uso exclusivo de las fuerzas armadas que en buena onda les prestan los soldados.
En el extremo opuesto de nuestra raya horizontal, cerca del campamento del Ejército en Nuevo Monte Líbano, hay otro grupo de 20 paramilitares del MIRA, que se entrenan, generalmente de madrugada, en las comunidades de Santa Elena, San Luis y Censo, donde el ``gobierno'' con el cual el PAN está aliado ``en principio'', ha formado tres grupos paramilitares más. En Rancho San Luis los dirige y adiestra Belisario Díaz Arcos, en Censo los acaudilla Nicolás García y en Nuevo Monte Líbano el jefe del MIRA se llama José Maldonado.
Esos tres asesinos en potencia anduvieron la pasada Semana Santa, fíjense ustedes, honorables consejeros panistas, bravuconeando en las comunidades y diciendo que muy pronto ``les van a llegar 300 millones de pesos'' (quisieron decir 300 mil, cantidad sensata y razonable) para comprar ``buenas'' armas. Y un día antes de que las fuerzas del viejo orden cayeran sobre el ejido Taniperlas, redoblaron sus amenazas porque ya sabían lo que iba a pasar.
Si he sido capaz de no aburrirlos todavía, honorables consejeros del PAN, ahora déjenme exhortarlos a que observen, con una lupa si es posible, la foto que ilustra esta plana. En el centro, abajo, aparece una escuelita con una maestra muy limpia y unos niños muy alegres. A la derecha de la escuela hay una cancha de basquetbol, donde juegan dos jóvenes con ahínco. Sobre la franja del camino va pasando un señor montado en una mula, mientras varios más trabajan en la reparación de la brecha. Un poco más arriba, a la izquierda, hay una reunión política: los adultos de la comunidad, o sea, los mayores de 12 años, deliberan, precisamente -asómbrense, ustedes, señoras y señores consejeros- acerca de los ``motivos'' que debían ser representados mediante el arte de la pintura naif en la imagen que he tenido el placer de describirles.
La discusión, que se prolongó varias semanas y fue desarrollada por grupos y por géneros -de jóvenes solteros, de hombres casados, de viejos, de mujeres, etc.-, puso en el centro del debate una cuestión importantísima: una minoría deseaba que la imagen estuviese dominada por grandes figuras con los rostros de Emiliano Zapata, Ricardo Flores Magón, el comandante Tacho y el subcomandante Marcos. Sin embargo, los que ganaron todas las votaciones fueron aquellos que insistieron, y argumentaron con brillantez, que se debían privilegiar los ``motivos'' comunitarios.
Por esa razón, honorables consejeros, la asamblea resolvió que los elementos de tipo bélico fueran situados atrás, en las montañas, destacando únicamente la efigie de Tacho. Y para evocar al subcomandante Marcos pintaron una pequeña pipa, con su voluta de humo olorosa a vainilla, entre los arbustos del margen derecho que ustedes, eminentes consejeros del PAN, no podrán ver ni siquiera con la lupa.
Esta imagen, en síntesis, formaba parte del gran mural que la comunidad del ejido Taniperlas creó sobre la fachada del cobertizo que simbolizaba el municipio autónomo Ricardo Flores Magón. La mañana del pasado viernes 10 de abril, como ustedes probablemente ya lo saben, ese mural fue destruido por las fuerzas del orden que irrumpieron con violencia en la aldea, en el contexto de la reprobable ofensiva que ustedes, distinguidos consejeros del PAN, avalaron moralmente al pactar un acuerdo ``de principios'' con Adolfo Orive y Francisco Labastida Ochoa.
¿Cuáles son entonces los valores y las virtudes que está defendiendo el PAN en Chiapas? En Taniperlas, días antes del desalojo, dos jóvenes prostitutas venidas de Chancalá estuvieron a punto de ser violadas por dos soldados. ¿Saben ustedes quiénes las libraron de ese peligro inminente? Las mujeres del campamento de observadores internacionales, que Labastida Ochoa expulsó del país para defender ``nuestra'' soberanía.
Una tarde, mientras los artistas de Taniperlas trabajaban en el mural, con asesoría de un nutrido grupo de estudiantes universitarios de la ciudad de México, se acercó a la obra un indígena del PRI con una gallina bajo el brazo. ``Quiero que mi pollo salga en la pintura'', dijo. Y en tono amenazante agregó: ``Y quiero que me saquen junto a mi pollo''.
El insólito pedigüeño estaba ebrio, pero fue complacido. Así que se quitó el pasamontañas y posó durante media hora hasta quedar satisfecho. En Taniperlas, el alcohol circula únicamente entre los indígenas del PRI; los zapatistas, en cambio, no beben. Esto ocurre en todas las cañadas de la selva Lacandona, en todas las comunidades rebeldes de los Altos, y en todos los municipios autónomos que el EZLN ha organizado en el norte de Chiapas y la zona fronteriza con Guatemala.
¿De qué lado están, pues, respetables consejeros panistas? ¿Del racismo que se vale del alcohol, la prostitución y el terror para someter a los pueblos indígenas y extender los dominios del narcotráfico? ¿O del lado de las comunidades más pobres y más antiguas, que a través de esta lucha pacífica, ejemplar y admirable, han recobrado el sentido de la autoestima y trabajan para florecer? No olviden, por favor, que gracias al pacto Labastida-Calderón el ``gobierno'' desencadenó la cobarde ofensiva que estamos viviendo. Y lo más urgente en esta hora no es la reforma constitucional que hoy discutirán ustedes, sino la necesidad, inaplazable ésta sí, de apagar este nuevo rebrote de guerra abierta.
Tienen ustedes la palabra.