La Jornada Semanal, 19 de abril de 1998
Cada quien duerme
con su escalera bajo el brazo.
Cada imagen se opone
a la violencia
de un cielo
inextinguible:
horóscopos puntuales,
adioses que se
hilvanan.
Cada día
los colores del día
se juntan, se
disgregan,
la lentitud insiste,
las cosas van y tornan
del
sueño en que se cumplen
a la voz que repara
la duración
cuarteada.
Tú eres las estaciones
y los mares...
Tú eres aquello.
Vienen las cosas
colmadas de presencias,
llegan de todas
partes
-y brevemente alcanzan
el soplo de un recuento:
la
propia melodía.
Los pormenores del presente.
Las noches, las auroras, los
crepúsculos,
las reincidencias de la luz
bajo la pauta del
asombro.
El desencanto alucinado.
La frescura enlazada
con el
dolor de muelas.
El más allá del pez,
el más allá del alma
y
los atajos.
Molino de las causas.
El recipiente de los
sueños
después del esternón
y el cráneo
y las
falanges:
las mallas del vacío.