``Más allá de las etiquetas y de los pasaportes, hay que estar donde se discuten las ideas, como aquí ahora'', afirmó el pintor Fernando Leal Audirac al terminar su ponencia en el primer encuentro internacional que United Distillers auspició en el Museo de Arte Moderno, el 15 y el 16 de abril, previa inauguración del salón que en ese sitio congrega obras de artistas colombianos, peruanos, brasileños y mexicanos.
Sí que existe avidez de discutir, de escuchar, de cuestionar: 153 asistentes, además de los integrantes del panel, lo demostraron con creces. Fue el público quien dio vida al encuentro, no así las ponencias, porque en estricto sentido casi brillaron por su ausencia --o al menos así me lo pareció-- si comparo este foro con otros a los que he asistido, en ciudades del país y en otros sitios. El deseo de mecenazgo de United Distillers no queda en duda ni la disponibilidad económica de la que con creces hicieron gala. Lo cuestionable es el manejo coherente de esos medios en un sentido que, por no tener a mano otra denominación, llamaré ``académico''.
El foro pudo ser un acontecimiento de primera línea, considerando que existieron condiciones financieras más que suficientes para haber formulado un auténtico encuentro a través de personas capaces no sólo de ofrecer discurso argumentado, sino de participar a fondo en una discusión elucidadora, ya que no conclusiva, porque recordemos que las conclusiones suelen tender a ofrecer carácter dictatorial y la historia es movible. Los cuestionamientos que se dieron ocurrieron sobre todo el primer día debido a que dos de los ponentes, esperados como ``figuras clave'', no participaron. Me refiero a Jorge Glusberg, director del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, quien con boleto aéreo en mano y hotel de cinco estrellas reservado, envió un fax a quien esto escribe (no a los organizadores) el 14 de los corrientes, excusándose de asistir. Con antelación se advirtió al asesor de United Distillers en México que el llamativo personaje solía actuar así. De hecho, 20 días antes dejó plantados a los valencianos en el congreso que convocó la Generalitat.
La otra ausencia notable fue la de Raquel Tibol, mas en su caso no se debió a falta de compromiso, sino a la aparición del catálogo general que recoge los resultados de estos concursos, editado en Miami, con notable omisión: el jurado y el acta, cuidadosamente redactada por el sínodo que tuvo a cargo el concurso mexicano, brilló por su ausencia. Tibol, junto con Tomás Parra, Miguel Angel Alamilla y Juan Carlos Pereda dirimieron ese concurso. ``Como no existimos, me eximo de participar'' dijo la aguerrida especialista. Vistas las cosas con cuidado, tuvo razón, pero evitó generar una confrontación crítica que pudo haber sido inigualable.
Lo que importa es que aquí, en Zacatecas, en Sao Paulo, en Phoenix o donde sea, si uno acepta ser ponente, se prepara para presentar lo que comúnmente se llama un paper. Mi única intervención en la organización del encuentro fue esa: advertir a los organizadores que solicitaran a los ponentes la entrega, si no de su pieza completa, al menos de una sinopsis de un mínimo de tres cuartillas.
Alberto Dallal, participante y director de la principal revista de cultura que edita nuestra máxima casa de estudios, se ofreció a publicar las ponencias: ¿cuáles?, porque publicable sólo hay, hasta el momento, una, aparte de la de él, que resulta susceptible de ser rehecha en poco tiempo lo mismo que la de Danubio Torres Fierro.
No obstante, varios de los oradores emitieron opiniones interesantes, eruditas muchas de ellas, informadas otras, autocentrada en exceso una más (a cargo de un artista mexicano cuyo protagonismo se hizo sentir, cosa explicable porque perpetua un continuo happening) casi muda otra, a cargo del invitado peruano. Interesante a ultranza la emitida por conocido pintor mexicano, archipermeado de cultura pictórica, pero más susceptible de discutirse en pequeño comité connaisseur que para ofrecerse a un panel sin los oídos adecuados y sin tiempo suficiente para contrastar opiniones.
Esta persona, dueña de sus conocimientos y del verbo para expresarlos, se arriesgó a presentar en 20 minutos una postura que conlleva la vida entera. Eso fue emocionante, pero no así otras alocuciones, limitadas a proyectar diapositivas mal tomadas. Así, para una futura ocasión, se debe considerar que hay artistas capaces de expresarse verbalmente, así como otros incapaces de hacerlo, lo que no los hace mejores o peores. Pero si de discutir se trata, lo menos que puede pedirse a quienes organizan, es que si se invita a un pintor, éste tenga --ya no digamos claridad-- sino un mínimo don de la palabra. Ignorancia más arrogancia de asesores de United convirtieron en reunión interesante, pero por momentos tediosa, lo que pudo haber sido encuentro trascendente.