León Bendesky
Competencia entre pocos

Uno de los principales argumentos del discurso económico liberal es que la ampliación de los márgenes de funcionamiento de los mercados incrementará la competencia. Esta condición se considera, a su vez, esencial para promover la eficiencia económica, puesto que en teoría con ello se tiende hacia una mejor asignación de los recursos disponibles. Desde esa perspectiva se considera que los productores que pueden operar a los costos impuestos por la competencia son los que logran permanecer en el mercado y, al mismo tiempo, se propone que en un mercado competitivo no existe ningún productor que pueda ejercer el control y agrandar sus márgenes de ganancia subiendo los precios. El beneficiario de este proceso debe ser, finalmente, el consumidor que obtendría mejores productos a menores precios debido a la competencia en los mercados libres, sin regulación por parte del gobierno.

Desde que por primera vez fueron planteados formalmente estos principios económicos en el último cuarto del siglo XVIII, el mismo Adam Smith contraponía el hecho de que la tendencia natural en los mercados es la contraria, o sea, la asociación de los productores para fijar precios y la creación de grandes unidades productoras que luchan por controlar el mercado y no por dividirlo. Marx centró su atención en el proceso de concentración que ocurre en el mercado como un dato básico del modo en que operan los mercados. La competencia es la guerra. Al otro extremo de la competencia está el monopolio, el control total del mercado por un productor. Pero entre ambas formas de organización del mercado predomina la existencia en diversos sectores y actividades de unas cuantas empresas que ejercen el control y administran la competencia. Uno de los principales capítulos de la gestión económica en Estados Unidos, por ejemplo, es la Ley Antimonopolios y en plena euforia liberalizadora, el gobierno mexicano estableció la Comisión Nacional de Competencia, muy activa en el tema de la telefonía y de los chicles. No hay, pues, nada natural en la competencia en los mercados y no puede afirmarse de modo general que la eficiencia económica, y sobre todo la eficacia social se acreciente con la liberalización.

Tan sólo en el curso de la semana pasada surgieron tres casos que evidencian la fuerza de la concentración económica y la consolidación de empresas cada vez más grandes que controlan una parte mayor de las transacciones en los mercados. En el sector bancario de Estados Unidos el Banco de Nueva York anunció su intención de adquirir a otra institución de similar importancia, siguiendo con ello una serie de fusiones entre las que destacan las de Nations Bank y Bank America y de First Chicago y Banc One, así como la enorme operación de Citibank anunciada hace un par de semanas. Esto constituye un proceso muy activo en el que las empresas toman posiciones en un mercado, el de dinero y capitales, que ha estado en constante expansión durante las últimas dos décadas en el que existen muy grandes rendimientos y que actualmente se reacomoda sobre todo ante el debilitamiento reciente de la economía japonesa y de los bancos de ese país.

Otro mercado en el que la competencia se está reordenando en torno a un proceso de concentración es el de las aerolíneas. En este caso Delta y United van a ligar sus rutas, alcanzando con ello una proporción de 36 por ciento del mercado de Estados Unidos. Esta decisión sigue a aquéllas a las que habían llegado US Airways y American, con 24 por ciento del mercado y la anterior unión de Continental y Northwest que tienen 20 por ciento del total. El punto detrás de estos movimientos, según los representantes de las aerolíneas, es la racionalización de la industria y la reducción de costos. Pero esto significa que cuatro quintas partes del mercado, por cierto un mercado enorme, estaría controlado por tres grupos gigantes que aumentarían su ganancia, aunque no necesariamente mejorarán la calidad del servicio y el precio de las tarifas aéreas. La racionalización de los costos y la generación de las ganancias máximas en los mercados sigue una sola línea y ésa tiende a la concentración. El tercer caso es el de Microsoft que durante los últimos meses ha enfrentado acusaciones que han llegado hasta el Congreso por ejercer el control sobre el mercado de las computadoras con el Windows 98. Ahora hay incluso un movimiento por parte de diez estados para impedir la distribución de ese producto alegando prácticas monopólicas por parte de la empresa de Bill Gates.

La noción de un mercado justiciero que parece surgir de los planteamientos teóricos de la economía, de las políticas económicas de los gobiernos y de los discursos de los ideólogos no resiste la prueba.