Incendios forestales

Dante Arturo Rodríguez Trejo

Situación actual

A mediados de abril, 140 mil hectáreas afectadas y, sobre todo, la pérdida de 23 vidas humanas, representan el saldo parcial de esta temporada de incendios en México, donde 13 de cada 14 siniestros son originados por el hombre y sólo uno por la naturaleza.

¿Podemos erradicar los incendios?

Los de origen natural, no. Desde que existe la vegetación terrestre, millones de años atrás, los rayos causan estos fenómenos. Los ecosistemas forestales están adaptados al fuego, factor ecológico necesario para su adecuado funcionamiento. Un ejemplo: en muchos pinares el lecho de cenizas favorece la germinación de sus semillas.

Los incendios superficiales naturales matan muchas plántulas de pino, pero durante los periodos libres de fuego muchas otras alcanzan el tamaño mínimo para sobrevivir a las llamas, madurar y reproducirse, perpetuándose el ciclo. En ausencia de incendios, otro tipo de árboles desplaza a los pinos.

Los incendios de origen humano, más numerosos, queman los bosques con una frecuencia mayor a la que éstos están adaptados, degradándolos y contribuyendo a deforestar. Este tipo de incendios sí es posible reducirlos significativamente.

¿Qué se está haciendo?

Los heroicos combatientes de incendios forestales, cotidiana y eficientemente realizan su peligrosa y agotadora labor, y las autoridades respectivas, en todos sus tipos y niveles, confrontan el problema dando lo mejor de sí, apoyadas por el Ejército y grupos campesinos. Aun así, seguimos teniendo años críticos: 1998 subraya la necesidad de aumentar presupuesto y recursos para las indispensables acciones de prevención y combate.

¿Cómo tener menos daños?

Cambiando algunas actividades de prevención tradicional por otras que consideren mejor la realidad del campo. Se podría analizar los fenómenos socioeconómicos relacionados con las principales causas de incendio y dar opciones para influirlos de manera importante y sostenida, hasta obtener mejoras permanentes.

La principal causa de incendios es la necesidad de las personas de áreas rurales. Desde hace siglos, el fuego ha sido una de sus tecnologías agropecuarias para hacer producir la tierra, está ligado a su sobrevivencia y economía. Un caso es el de los ganaderos de subsistencia, quienes queman zacatonales del bosque para obtener rebrotes de éstos y alimentar a su ganado durante la sequía. Históricamente no han contado con una opción definitiva para usar sus recursos naturales sin menoscabo de la riqueza ecológica nacional.

Se podría, en las áreas de mayor riesgo, ayudar a quemar parte de sus terrenos en forma prescrita (controlada), con expertos y suficientes recursos humanos y materiales durante cada quema. Así podrían obtener el forraje requerido, pero bajo programa, cumpliendo principios como los siguientes:

Una área sólo volvería a ser quemada al cabo de un lapso igual al que se quemaría en forma natural; quemar sólo la superficie necesaria, con objetivos múltiples cuidadosamente planeados; preferiblemente, utilizar quemas de baja intensidad, con técnicas y condiciones ambientales adecuadas y en sitios apropiados, de modo que se minimicen los impactos negativos derivados del fuego como erosión, plagas, emisión de contaminantes y gases que producen el efecto invernadero; producir niveles adecuados de impactos positivos, como el forraje (que cada año procedería de diferentes áreas, a manera de estabulación) y la reducción del peligro de incendios forestales (quemando a baja intensidad lo que luego arderá a mayor intensidad); emplear el conocimiento científico disponible para hacer uso del fuego, cuyos impactos de todo tipo deben estar bajo monitoreo, al igual que la consecución de objetivos a través de la investigación por científicos de universidades e institutos (forestales, biólogos, zootecnistas), cuya participación es indispensable.

La filosofía sería prevenir incendios contribuyendo a la producción agropecuaria y forestal, y a la preservación de los ecosistemas. Para desarrollar este programa sería crucial la coordinación entre grupos campesinos, científicos, autoridades, áreas normativa y operativa de incendios y extensionistas. Su creación requeriría de recursos humanos, materiales y económicos, pero los ahorros en daños por el fuego (árboles y reforestación quemada, erosión, etc.) serían también notables.

Aplicar esta estrategia no sería fácil y tomaría tiempo alcanzar su meta: un balance dinámico (con superficies totales variables cada año), un total de incendios más quemas prescritas con múltiples objetivos, de los que se obtengan más beneficios del fuego y los perjuicios, como la deforestación, sean significativamente menores a la situación actual. Aun así, siempre existirán años difíciles con sequías extremas debidas a fenómenos como El Niño.

Otra opción es la de siempre: mantener los incendios a un mínimo vía combate y prevención tradicional, con éxito parcial, pues mientras mejor logremos que se incendie poco en un año, más combustibles habrá en los siguientes para el fuego, que será más intenso y dañino.

Siempre tendremos que convivir con el fuego. El cómo lo dicta el interés público, a través del manejo del fuego. La idea de eliminarlo del bosque es una quimera.

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